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Más fácil pretender que confesar.

EIDER REED

Son las 17:56 cuando comienzo a decir que ponerme para la fiesta. No me gustaba mucho la idea de ir a una junta en un lunes, pero decidí aceptar ya que mis tres amigos habían sido invitados y Cathy, mi compañera de habitación, al enterarse, no me dejó ni siquiera moverme e insistió en elegir mi atuendo. Ahora, que son las 18:26, todavía no tengo nada que ponerme.

Cathy elige algo bonito, algo con lo que me puedo imaginar usando. Es un vestido arriba de la rodilla, de un escote corazón y hombro descubierto. Es negro, apretado en la cintura y suelto al bajar. En la mano izquierda, mi compañera de habitación sujeta emocionado unos tacones negros de tirantes.

Asiento no muy confiada de lo que estoy haciendo, y ella, sin decirme nada, me lanza el vestido y los zapatos y me sienta en el escritorio, comenzando a poner su paleta de Jeffree Star al lado de mi cara. Ruedo los ojos al verla decidiéndose si ponerme la sombra de Ocean Ice junto a Blue Blood o Blood Sugar con una llamada Extraction y muchos otros nombres de otras sombras que son completamente distintas.

No me sorprende tampoco que sepa el nombre de cada una, después de todo, se la pasa viendo los videos de Jeffree Star hasta las tres de la mañana con su luz prendida, imitando cada uno de los tutoriales de maquillaje hasta que se termine las toallitas desmaquillantes. Ella es esa clase de persona.

Decidió ponerme la roja, pero no la que es tan roja chillona, ni tampoco la de brillitos. Una de las tantas rojas. Al terminar de maquillarme, me voltea al espejo y yo simplemente abro la boca en sorpresa. No me había imaginado que supiera maquillar tan bien, ni tampoco que yo me viera tan distinta con maquillaje.

―Te ves perfecta, Didi ―me halaga mientras acomoda mi vestido. Le dedico una sonrisa y me levanto de mi puesto. Cathy tiene estanterías llenas de maquillaje en su pared que llaman mi atención por completo―. Cuando gustes puedes sacar lo que tú quieras. Lo que es mío es tuyo y lo que es tuyo es mío. Puedes usar lo que más te atraiga y luego iremos a comprar lo que necesites cuando podamos.

―Gracias Cathy, aunque no creo que saque nada. No me gusta mucho y maquillaje y tampoco sé maquillarme.

―Eso será una clase para más tarde.

Ambas, ya listas, partimos de la residencia alrededor de las ocho de la noche, subiéndonos ambas en el auto de Cathy y yendo a buscar al resto. Mickey, Rachelle y Kristen están esperando donde les dije y todos se suben en la parte trasera del auto, apretándose.

―Hola Mickey ―saluda Cathy mordiéndose el labio inferior, mirándolo directamente por el espejo retrovisor. Mickey alza las cejas, incómodo, le dedica una pequeña sonrisa y me mira en señal de auxilio, aunque la sorpresa en su rostro es evidente.

―¡Te ves genial, Didi! ―me halaga Kristen, guardando su teléfono, interrumpiendo lo que iba a decir Mickey.

―Hiciste un buen trabajo, Cathy ―comenta Rachelle mirándome.

Cathy, conduciendo, le sonríe a Rachelle y vuelve a mirar el camino. Yo, ya con las mejillas rojas, me volteo, fijando mi mirada en el camino. No puedo creer que, si ya me he vuelto el centro de atención de este auto, como será en la fiesta.

Los cinco caminamos hacia la entrada. Abrazo mis brazos tratando de esconderme lo más posible de las miradas de todos. Cathy toca la puerta y, cinco segundos, es abierta por Hastings, dejando salir toda la música, el humo y las voces provenientes de adentro. Mi compañera de habitación le da un corto abrazo al receptor, que recibe sonriendo.

―Justin ―lo saluda Cathy moviendo su pelo rubio hacia atrás descubriendo su hombro, sonriéndole―, ¿cómo está Hanna?

―Que dulce que preguntes: un poco estresada con todas las pruebas y los trabajos, pero yo creo que entre Gaby y yo podemos...

HABITACIÓN 219Where stories live. Discover now