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Aunque la Caperucita hubiera estado enamorada del lobo,

el cuento seguiría terminando del mismo modo.

Ella muerta,

y él con la barriga llena.



Miércoles, 2 de Octubre
8:45 AM

Sentía que había pasado una eternidad desde la última vez que había pisado un aula de clases. Estaba cansada y lo único que quería hacer era irme a dormir, pero tenía que asistir a la primera clase del día.

Las clases se habían suspendido lunes y martes por la muerte de Mindy, pero ya había todo vuelto a la normalidad. No por completo, claro.

Mi pelo rubio está amarrado desordenadamente en una cola media alta y bajo mis ojos reposaban unas ojeras tremendas tapadas débilmente por el maquillaje que Cathy me había aplicado esta mañana. No había pegado ojo anoche ya que cada vez que intentaba dormir, la imagen de Kyle con la pistola venía a mi mente.

Y no podía dejar de reproducir la conversación. ¿Cómo se había enterado que estábamos buscando al asesino y sospechábamos de él? Bueno, tal vez Sasha y Kristen no fueron muy obvias, pero seguía siendo casi imposible de descifrar.

Tenía la rara sensación en mi estómago que Kyle sabía todo lo que iba a hacer antes de que siquiera pensara en hacerlo. No sabía si era porque yo era muy predecible, o porque él era demasiado inteligente y estudiaba todos mis posibles movimientos.

A decir verdad, Kyle, de los cuatro, era el que más me asustaba.

Al principio no entendía por qué sus hermanos le tenían miedo, después de todo yo estaba encantada con él y no me aterraba para nada. Luego lo fui conociendo, y pude comprender porque nadie quería mirarlo a los ojos fijamente.

Kyle era bueno leyendo a las personas, por ende era buena manipulándolas. Lo sabía bien, tenía ese don. Y no me arriesgaría tanto si dijera que Will y Liam también lo tenían. Sabían como manipularme, hacerme creer sus historias y comenzar a sospechar de las personas que ellos me decían que sospechara.

Necesito un ancla, alguien que me recuerde la realidad.

Los encantos de los hermanos Frederick debían de, en un punto, dejar de tener un efecto en mi. No podía seguir de aquella forma, saltando de teoría en teoría y de boca en boca, de auto en auto y de amor en amor.

Todos o ninguno.

Y yo voto por ninguno.

Lo que menos me gusta de todo este asunto es la desconfianza que se provoca: no podré creer en las palabras de ninguno.

Será como el póker; estudiaré sus actitudes y me mostraré indiferente ante ellas, así sabré cuando tratan de manipularme y hacerme caer en sus enredos y promesas. Y si para lograr mi plan tendría que seguir fingiendo y dejarles alimentar sus grandes egos haciéndoles creer que estaba enamorada solo de ellos, pues, bienvenido a los Juegos del Hambre.

El puesto vacío a mi lado es ocupado por, lo que puedo ver, unos zapatos de tacón negros Jimmy Choo y una cartera Prada con un cinturón Dolce&Gabanna.

HABITACIÓN 219Donde viven las historias. Descúbrelo ahora