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Bienvenidos a la nueva entrega de los Juegos del Hambre.

Donde Will y Kyle son lo únicos participantes,

Y el premio es una chica que vive con problemas familiares.


Ring Ring Raja.

Tal vez no conozcan el Ring Ring Raja. Bueno, o tal vez lo llamen de otra forma.

Es un juego que se juegan los niños, es casi de vida o muerte.

Y de lo único que se trata es de tocar el timbre de una persona y salir corriendo a toda velocidad, así intrépidamente, sin mirar atrás. Solo corre.

Te da una dosis de adrenalina por todo el cuerpo. Tus pies corriendo, tratando de no ser atrapado, el sabor de lo prohibido en tu lengua.

Y lo vuelves a hacer, una y otra vez, ya que te gusta el sentimiento.

Bueno, jugar al Ring Ring Raja produce el mismo sentimiento, la misma dosis de adrenalina, que besar a Kyle Frederick.

El sabor de su lengua provoca ese ardor en todo tu ser. El simple tacto de sus manos en cada extremo es como ir corriendo por las calles y provoca casi la falta de respiración.

Y cuando comenzó a besar mi cuello, era como cuando te tocaba a ti tocar el timbre de la vieja del último piso, que salía con su chancla a pegarte por andar tocando el timbre. Y tenias que correr como si tu vida dependiera de ello, con la emoción hasta la garganta y la dificultad para mantener una respiración estable.

No sé cuánto tiempo estuvimos Kyle y yo en ese árbol, besándonos, ni tampoco quería saberlo. El sabor de sus labios era increíble, era como cuando pruebas algo que no has comido en mucho tiempo, algo que te encantaba, y lo vuelves a comer y sientes todos esos recuerdos volver y todas esas viejas experiencias florecen nuevamente.

Sus labios sabían a hogar.

Y ya, a esa cercanía, había logrado descifrar ese olor tan peculiar: era jabón casero. Claro, porque Kyle tenía que oler a jabón casero. Nadie más olía como él. Era un olor único: olía a Kyle.

Sus labios volvieron a implantarse en mi cuello y pude sentir esa dosis de adrenalina nuevamente. Necesitaba que me pusieran un ventilador en la entrepierna porque este chico le dio por calentar el polo norte.

Y todo ese momento fue interrumpido por la vibración de mi celular. Trate de sacarlo de mi bolsillo, pero él agarró mi brazo y lo puso sobre mi cabeza, aún con su rostro enterrado en mi cuello. Sus besos húmedos me encendían, pero tenía que contestar.

—Puede ser importante —me sorprendí al poder susurrar. Al escucharme, soltó mi brazo poniendo aquella mano en mi mejilla y volviendo a llevar mis labios a los suyos. Luego de unos segundos, se separó mirándome y señaló, claramente frustrado, mis bolsillos.

No tardé en contestar.

—¿¡Se puede saber dónde estás!? Hace como quince minutos te envié el mensaje y sé que lo viste. ¿Donde rayos estas, Eider? Y no me digas que con Frederick porque lo estoy viendo.

Tampoco te mentiría si te digo que estoy con Frederick, Rachelle.

—No me sentía bien y me fui a casa, Rachelle, no te preocupes —me excusé. Pude sentir la mirada divertida de Kyle sobre mi.

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