Untitled Part 22

Magsimula sa umpisa
                                    

—No te enfades, Crowley.

El nombrado se humedece los labios, echa la cabeza atrás y se balancea un poco en sus pies antes de darse la vuelta, manos en las caderas y sonreírle un poco. Los ojos azules le miran un poco desconsolados.

—Quieres...

—Sí.

—Ni siquiera sabes qué. ¿Hacer trucos de magia? —sonríe un poco.

—No ibas a decir eso —aprieta los ojos y Aziraphale se ríe.

—¿Que iba a decir?

—Algo interesante. No eso.

—Enseñarme toda tu casa —se ríe un poco más.

—Ahora vas a fingir que... ¿sabes? Vale.

—No. No. ¡No voy a fingir nada! —lloriquea levantándose y acercándosele.

—Que no la conoces... —le mira de reojo.

—No... Me habías enseñado nunca tu cuarto, por ejemplo. Pensé que querrías enseñármelo tú —y la verdad, es que lo que quiere es besuquearte otra maldita vez y abrazarte y hablar de cualquier cosa. Pero... no tiene idea de cómo conseguirlo.

—Que sutil.

—¿Sutil?

—Era sarcástico.

—No sutil por qué...

"Enséñame tú casa... por ejemplo... no sé, tu cuarto..."

—¿Quieres enseñarme mejor las plantas y que les hable bonito? —ojos en blanco.

—¿Te desordeno yo a ti los libros?

—Sí, y escondes cosas en ellos.

—Eso... ¡Pero que golpe más bajo! ¡Ni siquiera sabías eso hasta ayer!

—Eso no quiere decir que no lo hagas. Puedes darme un rato a solas con tus plantas y no sabrás jamás que les hice —sonríe un poco acercándosele más.

—De todos modos lo que tú les hagas a ellas no afecta a lo que hago yo.

—Entonces no te importará que las apapache un poco.

—Tú, siendo tú, casi hará que yo aún me vea peor en comparativa.

—Lo cual por lo visto es conveniente... ¿Sabes? No deja de hacerme gracia.

—¿El qué?

—Que seas... una especie de Dios.

—Oh, sí. Y tengo un plan inefable para ellas.

—¿Cómo puedes tener un plan inefable para las plantas y no creer en un plan inefable para nosotros?

—Precisamente porque sé bien como es MI plan inefable para las plantas.

—Eso mismo pensará Dios.

—Exacto. Y si su plan es como el mío... ella tampoco creería en su propio plan.

—¿Tú no crees en tu plan?

—¡Claro que no!

—¿Entonces para qué lo haces?

—Eso deben creer ellas en sus... asunciones erróneas.

—Ohh... Ya sé a dónde vas —se ríe un poco con su propio comentario.

—¿Lo ves? En realidad no hay forma de saberlo.

—Estás intentando hacer de esto una reducción al absurdo.

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