13.

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Narra Niall.

—¿Qué te apetece que hagamos esta noche? —preguntó insinuante. Acortó la distancia existente entre nosotros y me rodeó por el cuello con sus brazos.

—Uhm, ¿qué propones? —alcé mis cejas mientras la observaba relamerse y más tarde apresar su labio inferior.

La fui empujando hasta salir del ascensor y la estampé contra la puerta de casa. Mis llaves tintineaban en mi bolsillo, recordándome que debía sacarlas cuanto antes si no quería que Liam presenciara un espectáculo cuando llegara a su casa, pero estaba demasiado ocupado continuando el impresionante y largo beso que me estaba dando Alba. Conseguía llevarme directo a las nubes cuando se trataba de darnos cariño mutuamente.

—Espera, espera... —musité divertido, tomando aire y calmando mi respiración. Antes de que pudiera perder la cabeza por completo, me centré en alcanzar las llaves y en abrir la puerta.

—Oh, necesito que me lo hagas ya —suplicó saltando sobre mí y atacando mi cuello como si de una vampira se tratara.

Los dos caímos medio tumbados sobre el sofá del salón riendo por la intensidad y pasión del momento. Tiré todos los cojines al suelo, pudiendo colocarme así de una forma más cómoda. Mientras, ella se subió a horcajadas sobre mí y con una avidez impactante fue desabrochando uno a uno los botones de mi camisa. En cuanto alcanzó su objetivo, bajó la cabeza con una sonrisa malvada y centró toda su atención en besar con ansias y lamer cada uno de los rincones de mi zona abdominal, sin olvidar nunca mis pezones. Adoraba que se tomara tanto tiempo en eso, ella sabía que eran una de mis debilidades.

—No aguanto más —dijo exasperada cuando se hartó de darme placer. Se levantó y, en un abrir y cerrar de ojos, se quedó en ropa interior frente a mí—. Vamos a tu dormitorio, te necesito ya dentro de mí... necesito que me lo hagas duro hoy, muy duro.

—Estaba deseando que me lo pidieras —susurré en su oído en cuanto estuve de pie a su lado—. Voy a coger una cosa antes. Ve calentando motores mientras —le dije de forma divertida después de darle una nalgada en su terso trasero y de echar a caminar hacia la cocina.

Sin que le faltara tiempo, salió corriendo hacia mi habitación con una ilusión evidente. Parecía mentira que tuviera dieciséis años aún. Su complexión física tan delgada no se correspondía para nada al carácter tan agresivo y salvaje que mantenía durante nuestros encuentros íntimos, pero eso era lo que más loco me volvía de ella.

Desde que tuvimos relaciones por primera vez, la Alba pasiva e inocente quedó arrinconada a un lado. Esa era la imagen que seguía dando frente a sus padres y su familia, pero cuando estábamos nosotros solos o con sus amigas, era la niña más mala y pervertida que alguien pudiera conocer. Tenía dos caras completamente opuestas.

De tan sólo pensar en lo bien que lo pasaríamos esa noche, el corazón se me ponía a mil en menos de un segundo. Pero si quería hacerlo todavía mejor, debía recuperar mi razón de ser y coger el elemento estrella de nuestras noches de pasión. El helado de chocolate.

Abrí el congelador y eso fue lo primero que vi. Tuve la gran tentación de destapar el envase y ponerme a comer como si no lo hubiera hecho en un par de horas —cuando se trataba de comida, eso era una eternidad para mí—, pero no, debía contenerme. Alba me dejaría comerme lo que sobrara si consideraba que esa noche había dado la talla en la cama.

Pero antes de que pudiera pensármelo dos veces, la puerta del congelador se cerró en mis narices sin yo haber movido ni un solo músculo.

Alba apareció a mi lado con los brazos cruzados y ambas cejas alzadas. Al parecer esperaba que le diera una explicación, pues conocía todas las diferentes expresiones de su rostro y esa decía exactamente: 'Habla o te quedas sin premio'.

Junto a tiWhere stories live. Discover now