38. (último)

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UN MES MÁS TARDE

Inglaterra, Londres

Liam

Recién acababa de dejar las bolsas de la compra en el suelo de la cocina cuando el teléfono comenzó a sonar en el salón. Mientras cruzaba una habitación tras otra para llegar hasta él antes de que se cortara la llamada, me di cuenta de lo poco acostumbrado que estaba todavía a aquella casa, y eso que había pasado parte de mi infancia allí junto a mis abuelos.

-¿Si?

-Cariño -mamá suspiró tras la otra línea-, ¿te encuentras bien? Pareces agitado.

-Sí, sí, estoy bien. Esta casa es tan grande que para llegar de un sitio a otro parece que te estés preparando los cien metros lisos

Ella rió.

-Coméntale a _____ lo del apartamento, quizá le parezca buena idea.

-No creo que sea necesario, seguro que pronto nos hacemos a éstas dimensiones. Además como tenga que soportar otra mudanza más creo que me quedare postrado en una cama de por vida -le aseguré echándome una mano a las cervicales. De tanto cargar cajas arriba y abajo la última semana estaba molido.

-Bueno, como tú veas. Yo sólo llamaba para ver cómo os van las cosas.

-Llamaste para eso mismo ayer por la mañana -le recordé, echándome en el sillón más cercano. Sabía que me estaba echando de menos, su voz ligeramente apagada cada día que llamaba era el claro reflejo de ello- Mamá, tienes que estar tranquila. Parece que es la primera vez que me independizo, y ya lo he hecho más de tres veces.

Ella suspiró frustrada consigo misma.

-Lo sé, lo sé, perdóname hijo. Me cuesta acostumbrarme a no teneros aquí -fruncí los labios apenado, esperando a que fuera ella la que cambiara de tema. Cuando lo hizo, su voz se tornó más oscura aún- ¿Cómo está ella?

-Pensé que aquí sería diferente, pero no parece levantar cabeza aún -preferí guardarme los demás detalles de su comportamiento conmigo- De todas formas no te preocupes por eso mamá, he pensado en algo que quizá la pueda ayudar. Ya te contaré. ¿Qué tal vosotros? ¿Katy sigue triste?

Ella continuó contándome cómo había conseguido que Katy dejara de estar enfadada con ellos. Al ser una niña todavía le echaba la culpa de cualquier cosa a sus progenitores, incluso de nuestra marcha del país. Se lo habíamos explicado antes de irnos al menos cinco veces, pero era demasiado pequeña como para entenderlo. Ella no dejó de repetir en los momentos previos antes de que cogieramos el avión lo mucho que nos quería. Incluso se agarró a mi pierna como un koala a la hora de la despedida final sin dejar de llorar. No se soltó hasta que mi padre por la fuerza la arrastró lejos de mí. En ese instante, al igual que le pasó a _____ al despedirse de su padre, dudé seriamente acerca de lo que estábamos haciendo. Sin embargo, volví la cabeza hacia ella y pensé de nuevo en cuánto necesitaba comenzar de cero, entonces cualquier duda quedó disipada en mi mente. No había marcha atrás.

Nada más cortar, el molesto sonido del teléfono volvió a reverberar en toda la casa.

-¿Te olvidaste de algún otro consejo más?

-Liam, ¡soy yo!

Me puse en pie alarmado al escuchar la voz frustrada de _____, seguida por su acelerada respiración y unos cuantos jadeos.

-¿Qué te ocurre? ¿Estás bien?

-Liam por favor, necesito que vengas, a la entrada... yo... no me dejan pasar y me estoy poniendo muy nerviosa.

Junto a tiWhere stories live. Discover now