Epílogo

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Muchas cosas solían cambiar en la vida de una persona con el paso de los años, sobretodo los hábitos y costumbres que tan arraigados tenemos desde jóvenes. Salir a correr un rato cada día, no obstante, no era una de ellas para mí. Desde adolescente lo había convertido en una práctica rutinaria, ya fuera para despejarme de cualquier asunto que me preocupara o simplemente por la mera satisfacción de saberme en paz conmigo mismo. 

En esta ocasión, afortunadamente, la razón era la más positiva de esas dos.

La vida en estos momentos me sonreía... o mejor dicho, nos sonreía. _____ y yo éramos muy felices a pesar de llevar un ritmo de vida algo estresante en la capital inglesa. Entre los trabajos, los amigos y los niños, últimamente no había forma de sacar tiempo para nosotros. Pero para eso habíamos venido aquí ésta semana, a este pequeño hotel rural cerca de su pueblo, al este de Granada. Estaba disfrutando tanto de las vacaciones como de ella. Sobretodo de ella.

No esperé otra cosa más que verla en la zona de la piscina cuando comencé a descender el camino de grava que dejaba atrás el aparcamiento. 

Al salir de la habitación esa tarde le había prometido que volvería al atardecer y que si quería, me esperara en la terraza del restaurante tomándose algo mientras hacía tiempo. Llevábamos cinco días aquí y seguro que ya había reparado en lo mucho que me gustaba darme un chapuzón junto a ella al volver de mis paseos mientras el sol se ponía ante nuestros ojos. Era uno de los placeres más dulces descubiertos en esa escapada que nos habíamos permitido hacer de nuestras vidas en Londres.

⏤Basándome en la hora que es, deduzco que pasaste de tomarte el café de la tarde y preferiste esperarme directamente aquí, ¿me equivoco?

Le di un susto casi de muerte cuando me deslicé sigilosamente en el agua tras haberme despojado de toda la ropa excepto del bañador. Ella estaba medio sentada en el borde de la piscina, de cara al sol, con los pies en el agua y el cuerpo recostado en los tablones de madera del suelo. Mantuvo los ojos cerrados hasta que mi voz le hizo dar un respingo y abrirlos asustada. Al verme dejó caer los hombros y me sonrió, algo soñolienta.

⏤No me puedo creer que te hayas quedado dormida aquí, de nuevo... ⏤reí, en parte burlándome de ella. La mañana siguiente a nuestra llegada también la sorprendí en las mismas condiciones, pero en aquella ocasión ella estaba en la estancia habilitada para el ocio de los huéspedes. Por suerte nadie la descubrió dormitando inocentemente sobre el brazo de un diván que parecía estratégicamente colocado de cara a un ventanal con vistas al lago, al menos no en los diez minutos que pasé a su lado observándola embobado.

Maliciosamente, sacó el empeine de su pie del agua con rapidez y me salpicó.

⏤No te rías de mí. Ya sabes que últimamente mis párpados me traicionan más de lo que deberían.

⏤¿Por qué será? ⏤me acerqué a ella, colándome entre sus piernas, y coloqué mis manos en su espalda mientras que con los labios besaba su vientre de seis meses, ya demasiado obvio hasta cuando no estaba desnuda⏤ Ay que ver pequeña, qué cansada dejas a tu madre ⏤le hablé a la barriga, levantándole el vestido que tenía remangado en las caderas y así poder acariciarla con suavidad.

⏤¿Sabes qué? Y yo que creo mi cansancio no es debido a mi estado.

Levanté la vista hacia _____ travieso y sonreí. Me había acostumbrado a su ceño fruncido recriminatorio cuando hacía comentarios insinuantes y ya era algo con lo que no podía dejar de vivir. Su timidez me seguía pareciendo igual de divertida incluso después de siete años.

⏤¿No me digas que hay algo que te deja más exhausta que el embarazo, cariño mío?

⏤Oh, sí ⏤aseguró⏤. Desafortunadamente tengo un marido que, no satisfecho con su ya intensa actividad deportiva matinal, reclama cada noche algo más de acción para terminar de agotarse por completo. Y no sólo a él, a mí también.

Junto a tiWhere stories live. Discover now