26.

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Asomé la cabeza entre las cortinas con disimulo y barrí el patio de butacas de arriba abajo con la mirada. Aquello se estaba llenando más que incluso en los conciertos de Navidad. Por la puerta aún continuaban entrando personas, pero sin embargo mi padre no era ninguna de ellas. Llevaba como cinco minutos observando atentamente y todavía no había rastro de él por allí. Prometió que vendría, sólo tenía que mantener la calma y ser paciente.

-_____ -me giré ante la llamada de una compañera de mi nivel, quién también se jugaba prácticamente el curso entero en aquel concierto.

-Dime Érica.

-Creo que es tu móvil el que suena -señaló hacia el lugar donde todas las chicas habíamos acordado dejar nuestras cosas, especialmente hacia mi bolso negro.

Agudicé mi oído, obviando todas las voces que se escuchaban tanto por un lado como por el otro del escenario, y comprobé que en efecto, era la canción Little Things la que sonaba. Mientras mi compañera se volvía para continuar hablando con un grupo de violinistas, avancé a grandes zancadas hasta que tuve en la mano mi teléfono.

-Karen... -hablé descolgando la llamada. Me di la vuelta y caminé hasta la esquina más alejada de la habitación donde estábamos todos los que participaríamos en el concierto.

-Ya estamos aquí los tres, en primera fila -dijo emocionada.

-Oh, genial -emití intentando disimular mi intranquilidad- Por cierto, ¿sabes algo de mi padre? ¿sabes si ya ha llegado?

-No, no lo he visto por aquí, pero antes de que saliéramos de casa, Geoff lo llamó y estaba terminando el papeleo de una venta de ganado -me informó-. Tú tranquila. Seguro que está al llegar.

-Sí, eso espero.

Volví la cabeza hacia el centro de la sala cuando noté que los susurros en la habitación disminuían por completo. Allí mi profesora junto con otra más y el director del conservatorio reclamaban toda la atención de los alumnos.

-Oye Karen, te tengo que dejar, esto ya va a empezar.

-Mucha suerte cariño, lo vas a hacer genial.

-¡Suerte _____! -escuché a Katy a través del teléfono. Eso fue suficiente para que los nervios y la tensión del momento se disiparan para mí por un corto segundo.

-Gracias a las dos. Adiós -murmuré, y a continuación apagué el teléfono y lo guardé, sabiendo que uno de los requisitos más importantes en los conciertos era mantenerlos desconectados obligatoriamente. Más tarde acudí a reunirme con los demás.

Cuando nuestros profesores terminaron su charla, dándonos ánimos y recordándonos muchas de las normas que teníamos que seguir estando detrás del escenario, todo el mundo volvió a dispersarse. Una de las chicas que estaba conmigo en la clase de coro, me agarró de la muñeca y me llevó hasta donde su grupo estaba reunido. Allí me quedé, escuchando las conversaciones y participando de vez en cuando, con el único propósito de distraerme. Ya había llegado al punto de sentirme histérica pensando en que el momento de salir al escenario estaba muy próximo.

Giré la cabeza sobresaltada cuando vi, a través del cristal de una de las puertas, la cabellera rubia recién teñida de Niall. Él asomó la cara por el cristal y de inmediato me vio y me pidió con gestos que le abriera. Aun sabiendo que una de otra de las normas esenciales era no dejar que nadie entrara a aquella habitación a excepción de los que fueran alumnos, me levanté dejando a mi grupo y lo dejé pasar.

-Niall, no puedes estar aquí...

-¿Ah, no? ¿Y quién dice eso?

-Las normas del centro -reí.

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