37.

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Era extraño como las situaciones y los ánimos de una persona podían cambiar con un solo chasquido, de la noche al día... nunca mejor dicho. Había disfrutado horas atrás de la visión de ella dormida en mi pecho, luciendo relajada y tranquila, feliz, con expresión de evidente dicha. Sin embargo ahora, con sólo inspirar el ambiente podía notar como todas esas emociones tan positivas se habían evaporado como el humo sin dejar rastro. No soportaba ese cambio tan brusco, pero lo comprendía. Sabía lo que ella estaba sintiendo y era consciente de que no era para nada fácil estar en su situación en ese momento.

—_____, puedo parar en cualquier establecimiento si necesitas...

Ella se limitó a sacudir la cabeza sin apartar la vista de su ventanilla antes de que terminara. A duras penas distinguí sus ojos acuosos a través de su reflejo en el cristal y quise volverle la cara y consolarla, pero tenía que darle su espacio.

Inspiré silenciosamente y me obligué a centrar toda mi atención en la carretera. Lo último que me apetecía era seguir conduciendo, pero no me quedaba otra. Ya íbamos tarde y todo el mundo esperaba por nosotros.

En el trayecto restante de hora y media, le aconsejé que se recostara y descansara un poco. Sorprendentemente me hizo caso. Pensé que continuaría rígida sin volver el rostro hacia mí para que no pudiera ver cuán afectada había quedado tras enterarse de lo de su padre, pero me equivoqué. Ella se recostó en el respaldo, hizo el asiento hacia atrás y cerró los ojos sin decir una palabra.

Mientras, yo pensé en lo primero que haría en cuanto llegáramos a la casa de los Kaufman. Me importaba muy poco que ese fuera el gran día de Miriam y Derek, la soga que tenía _____ atada al cuello cada vez se apretaba más y más, y no iba a dejar que se ahogara ella sola.

No obstante, todos mis planes se torcieron en cuanto aparqué en el camino de la entrada de la casa. Un par de coches desconocidos se encontraban ubicados frente a nosotros y supe que no eran alemanes al ver las matrículas. Eran españoles.

_____, quien por su constante nerviosismo supe que no había dormido absolutamente nada, saltó de su asiento y se apresuró a salir del coche. Tuve que correr para alcanzarla, aunque lo hice cuando ella ya entraba por la puerta principal, esquivando a la cantidad de desconocidos que esa mañana iban y venían por la planta baja cargados con el mobiliario de la ceremonia. Tanto revuelo me sorprendió, pues no esperaba que la boda fuera a celebrarse allí, pero no tuve tiempo de detenerme a preguntarle al primero que se me cruzara. La actitud de _____, corriendo a menos de dos metros por delante mía, me terminó de desconcertar por completo. No ayudaba en nada que no me hubiera dicho ni una sola palabra desde que dejamos el apartamento de Derek en Berlín capital.

—_____, ¿qué pasa?

Ella se detuvo en el segundo piso haciendo caso omiso de mí y rápidamente se ubicó tras la puerta del cuarto de su madre, prestando atención a las alteradas voces que se dejaban escuchar allí dentro. Estaban hablando en español, Miriam y otra chica más.

Los ojos de _____ me escudriñaron horrorizados mientras continuaba con el oído puesto. No tardé en percatarme de que se trataba de una discusión muy acalorada.

—Nunca van a cambiar —susurró _____ al poco rato, negando con la cabeza y separándose de la puerta.

—¿Quién es? —me atreví a preguntarle.

Ella frunció sus labios en busca de fuerzas para hablarme, y cuando más preparada parecía que estaba, la puerta se abrió y ambos nos giramos hacia ella.

Parpadeé incrédulo al ver a una chica con el rostro tan increíblemente parecido al de mi novia. Atando cabos y recordando algunos comentarios que me había hecho _____ sobre ella, no tardé en llegar a la conclusión de que era indudablemente su hermana.

Junto a tiWhere stories live. Discover now