17.- La obsesión de "K"

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— Killua, no entiendo este mapa. — dijo Gon haciendo garabatos en su mente.

— Lo tienes al revés, idiota. — regañó el albino tomando el mapa para voltearlo.

— ¡Oh! gracias Killua, pero... sigo sin entenderlo — chilló el moreno ganándose un coscorrón.

— No es necesario usar el mapa, ya tengo una idea para entrar en cuanto apaguemos las luces. — dijo Killua usando sus binoculares, se encontraban sobre un árbol grande que daba a una ventana abierta por donde pasaban las empleadas llevando ropa y otras cosas de un lado a otro.

— ¿Cómo haremos eso? — se preguntó Gon frunciendo el ceño.

— Déjamelo a mi — contestó Killua activando su Kanmuru.

Una anciana alta con uniforme gris se paró frente a las empleadas que llamaban nanas, entre ellas te infiltrabas tú junto a Sentitsu como si fueran parte de ellas.

— Señoritas, buenas tardes — empezó a hablar la anciana — esta noche no debe haber interrupciones al señor Yumei, así que, estarán encargadas de los niños, pongan música muy alta e ignoren cualquier cosa que escuchen en el sótano, esas son las órdenes, por favor, a trabajar, nos vemos mañana.

— Entendido, señorita. — dijeron al unisono todas las nanas.

— Senritsu, vayamos a las recámaras para sacar a los niños que están dormidos — dijiste en voz muy baja pero inmediatamente alguien te llamó.

— Disculpe, usted — era la anciana que se había acercado a ti directamente, sentiste que la sangre se te iba a los pies, ¿tan rápido te había descubierto?

— ¿Sí?— preguntaste con nerviosismo.

— Acompañeme, por favor. — el tono de esa mujer te resultaba tenebroso, esperabas no tener que enfrentarte a nadie, no querías arruinar el plan antes de tiempo.

— Amm... claro — no te quedaba otra opción, debías actuar y seguir a esa mujer aunque te diera mala espina.

— Ten cuidado... estaré escuchando tus latidos — susurró Sentitsu a la distancia pero alcanzaste a escuchar, te aliviaba un poco saber que contabas con alguien que podía detectar anomalías sólo escuchando tu corazón.

Seguiste a esa mujer hasta una habitación grande, cuando la abrió te diste cuenta de que estaba lleno de niños jugando y una chica de tu edad te sonrió al verte.

— Te quedarás con Jessica hoy para poner música y jugar con los niños de 4 a 9 años, que no te hagan preguntas sobre lo que ocurre en la base — ordenó la anciana invitandote a pasar.

— ¡Sí! — contestaste entre entusiasmo y nervios.

— Jueguen con ellos hasta cansarlos, por lo menos hasta las 12 pm, yo les avisaré si terminamos antes, confío en ustedes, todas las nanas mayores debemos estar con el señor Yumei hasta tarde, nos vemos después. — fue la despedida de esa mujer mayor, la observaste yéndose mientras analizabas tus dudas dentro de tus pensamientos.

— Kurapika sabía que hoy se organizaba todo esto, por eso decidió entrar para liberar a los niños pero ¿qué clase de reunión organizan abajo para arriesgarse a dejar sin seguridad aquí arriba?

— ¡Ya queremos bailar! ¿Dónde está la música? — una voz exigente de una niña te llamó, era el momento de empezar a trabajar en el plan, te diste la vuelta para encontrarte con aquella pequeña de cabello largo oscuro y ojos grandes, algunas de las facciones de su rostro te parecían familiares, como las de tu reflejo en el cristal.

— Mi hija...

Era una mansión protegida entre la zona residencial de los más poderosos de la ciudad, la casa de la familia Tao que por generaciones había pertenecido a los hombres mayores, Kim estaba pensativo mientras observaba una fotografía vieja donde estaban los 5 miembros fundadores de KENYA cuando formalizaron la corporación.

— Todos están haciendo lo que les place, intentan dejarme a la deriva poniendo sus traseros a salvo, no saben lo que les espera. — Kim era un hombre desconfiado pero astuto, sin estar enterado de las actividades actuales de sus socios ya tenía la noción de que cada uno estaba buscando la manera de quedarse con la mayor parte de las ganancias y separarse de la asociación antes de ser asesinados.

— ¡Papá! — entró corriendo una niña entusiasmada de verlo, ella era la razón principal por la que Kim no podía irse, le interesaba más proteger a su hija y mantenerse en las sombras de la empresa.

— Pequeña, ¿qué haces en la oficina de papi?

— Lo siento, señor, no pude detenerla, quería ver a su padre — se disculpó la nodriza haciendo una reverencia.

— ¿Tantas ansias tenías de verme? ¿porqué, cariño? — interrogó Kim con curiosidad, su hija normalmente no entraba así a su oficina, de hecho, le tenía prohibido entrar a cualquier persona sin autorización previa.

— Papá, ¿porqué yo no tengo mamá? — la repentina cuestión de la pequeña hizo que Kim desvaneciera por completo su sonrisa.

— Será mejor que los dejé solos — dijo la nodriza al ver la expresión triste de Kim. Salió de la oficina cerrando la puerta para que padre e hija pudieran hablar a solas.

— Ven, linda, siéntate — pidió él y la pequeña obedeció.— tu mamá estaba muy mal cuando tú naciste, me pidió que yo te cuidara en su lugar, ella estaba en un hospital tratando de curarse pero hace poco destruyeron el lugar y no sabemos nada de ella.

— Yo quería conocerla — Kim sabía que su hija tarde o temprano le preguntaría por su madre, era inútil que lo ocultara toda su vida y creía que era mejor decirle aquella versión de una vez.

— Lamentablemente es imposible, ella no te reconocería, no te recordaría, además está perdida. — cada mentira de Kim era aceptada por su hija que veía en él a la persona más buena del mundo.

— Papá... si mi mamá aparece, ¿me llevarás a conocerla? — con esa pregunta dejó en jacke a su padre.

— Cariño...

— Por favor, quiero ver a mi mamá. — suplicó ella, crecer sin una madre le había hecho sentirse sola porque Kim le daba todo menos tiempo.

— Te lo prometo, cuando la encuentre, la traeré aquí y podrás abrazarla y decirle, mamá, soy tu hija... soy Kenya.

La pequeña inocente estaba brincando de alegría por la promesa que le había hecho su padre, una vez que la nana se la llevó, Kim tomó asiento en su escritorio y buscó algo entre los archivos de su computadora.

En una de las carpetas de la corporación "N" estaban las copias y respaldos de cada documento impreso sobre los diferentes especímenes, entre ellos, una Kuruta.

El historial de fotos guardaba una que había sido tomada 6 años atrás, eras tú, sentada sobre una cama rodeada de rosas blancas, había sido una ocasión especial, el día en que Kim había pagado por ti.

— No sabes cómo ha valido la pena aquel día, mientras tú ahora descansas con los muertos, yo tengo tu recuerdo en carne viva, me he quedado con lo único que nos unía aquella vez, todavía puedo sentir la suavidad de tu piel, todavía puedo ver tus hermosos ojos rojos, todavía... puedo recordarte... a través de nuestra hija.







K.E.N.Y.AWhere stories live. Discover now