42.- Restaurar el clan

633 91 57
                                    

La empresa más temida y respetada en el bajo mundo cayó por su propio peso.

La venganza en contra de ellos fué un éxito casi en su totalidad.

Ambos sabían, sin embargo, que una plaga como esa debería ser exterminada por completo o volvería a crecer.

El fundador todavía estaba vivo y oculto en algún lugar lejano. Las investigaciones dirigidas por la asociación de cazadores no arrojaron resultados convincentes para hallar su paradero y tras 6 años, decidieron abandonar la búsqueda.

— Es probable que no vuelva aquí, — aseguró un rubio Kuruta, más adulto, confiando en que tras haber pasado el tiempo, el enemigo se hubiera retirado del bajo mundo — sería su peor error, incluso puede que alguien más lo haya eliminado.

Cumpliste 24 años y Kurapika estaba a unos días de los 25.

Iniciaba la primavera, la época más relajante y linda del año.

— La verdad, no estoy satisfecha, creo que lo sabes — no querías aceptar el hecho de dejar a ese hombre vivir, por otro lado, tampoco deseabas desperdiciar más la vida odiando a un sujeto que quizás ya había muerto — y también tienes razón, ya perdimos mucho tiempo buscando. — tras decir esto, ambos guardaron silencio y continuaron con el almuerzo.

Vivían juntos desde entonces, aunque con habitaciones separadas después de que lo rechazaras, o al menos así lo había sentido él. Requeriste de mucho tiempo y terapia para adecuarte a la nueva vida, con el paso de los años, tu cariño por Kurapika no hacía más que crecer.

Te prestaba mucha atención, aprendió a cocinar y mejoró mucho, se aseguró de mantenerte tranquila y protegida, al igual que a tu hija, quien ya iba a un colegio privado. 

La casa donde vivían era una moderna y enorme en las montañas, cerca de una hermosa cascada, tenía una vista amplia y con todas las comodidades.

Pero había malentendido algo que necesitabas arreglar.

— ¿Y si hacemos caso a lo que dijo Leorio? — pausaste para por fin, tras años de recuperación, tocar el tema que tanto querías.

— ¿A qué te refieres? ha dicho muchas cosas. — contestó sin darle mucha importancia al tono serio de tu voz.

— A empezar de nuevo, — dijiste haciendo que te viera a los ojos, desconcertado — nuestro propio clan.

Tuvo que pasarse de golpe lo que estaba comiendo antes de poder hablar, le habías tomado por sorpresa, no habían hablado de su relación en mucho tiempo, ya que él respetaba tu petición.

— ¿Tú y yo? — preguntó incrédulo, sonrojado, como si hubiera alguien más ahí.

— Y Kenya, claro, — agregaste para no incomodarlo o desviarlo de tus intenciones — seremos pocos pero le gustará la noticia.

— ¿Quieres que yo... sea el padre de Kenya? — el jóven Kuruta estaba conmocionado, no sabía qué decir, se dió un pellizco discreto para comprobar si estaba soñando, lo cuál hizo que se quejara logrando sacarte una risilla.

— Sí, ya es como si lo fueras de todos modos, pero quiero oficializarlo. — solicitaste dedicándole una tierna sonrisa.

Con el trato recibido y los cuidados dedicados de aquél chico, comprobaste día tras día de lo auténtico, valioso y único que era.

Te dolía pensar que lo habías rechazado cuando en realidad habías luchado tanto por quedarte a su lado. Esa distancia, aunque vivieran en la misma casa, no compartían la misma cama.

K.E.N.Y.ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora