48.- Una vida por delante

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—Muy bien, ahora, háblame un poco de tu pasado. -invitó tu psiquiatra, una mujer silenciosa y atenta con la que entablaste una relación de confianza durante el tratamiento de recuperación.— ¿Qué recuerdas sobre tu vida?

Sesión terapéutica No.155
2 años antes.

Nací en la tribu Kurta como una niña intrépida y curiosa.

Recuerdo que mi madre era muy protectora y mi padre era parte del consejo de nuestra pequeña aldea.

Por nacer mujer, mis responsabilidades serían aprender a cuidar de mis futuros hijos tal como lo hacía mi madre conmigo. Nunca pude jugar con los demás niños, pues debía hacer los quehaceres y ayudar a mamá.

No habría tenido que cambiar mi rol. A no ser por ese chico...

Uno de los niños cumplió 12 años y realizó un examen para salir del pueblo. No era justo, yo también quería conocer el mundo, pero a mí jamás me darían la oportunidad.

Así que busqué la manera de explorar por mi cuenta. Mi curiosidad me llevó a perderme en el bosque y no fuí capaz de regresar.

Me asusté tanto que mis ojos comenzaron a volverse rojos y la noche me alcanzó pronto.

Encontré un espacio que dividía el bosque por medio de un camino hecho de alguna roca lisa y oscura. No fué hasta años después que supe que se trataba de una carretera.

Dos luces se aproximaron hacia mí, cegando mi vista. Era una camioneta.

Una puerta lateral de ese vehículo fué abierta y dos personas salieron para levantarme. Intenté luchar, creo que fué en vano. Después de eso, sentí un dolor en el cuello y perdí el conocimiento.

No supe cuánto tiempo pasó, quizás horas, días...

Desperté en una habitación blanca, atada de manos y pies. Con algunas agujas en el brazo. Todo era nuevo para mí y me aterraba, después de todo, era una niña.

Aquellas agujas eran transfusiones de algún sedante o droga para mantenerme inmóvil. Probablemente me acompañaron muchos años, tenía un par de cicatrices en las muñecas, resultado de eso. Desaparecieron cuando Kurapika curó mis heridas, fué como un milagro.

Casi no recuerdo los rostros de las personas que entraban a esa habitación. La mayoría vestían uniformes y cubrían sus rostros con mascarillas. Me llamaban espécimen K-005.

Probé diferentes formas de escapar y todo resultaba en fracasos con finales crueles. Maté a muchas personas en ese lugar. Esto nunca se lo dije a Kurapika, pero llevo sangre ajena en mis manos desde entonces.

Me convertí en un grave problema para ellos. Ví rostros asomarse por la única ventanilla que había, incontables veces. Me exhibían como un trofeo. El mounstro de ojos rojos, la belleza exótica del clan Kurta, la mujer del diablo, entre otros sobrenombres.

Algunas miradas eran de asombro, otras de miedo, incluso algunas de deseo. Estas últimas fueron las que yo más temía, desde que apareció ese hombre.

Decidí no recordar su rostro, ni su nombre, nada. Y aún así me atormentó toda mi vida. Kim Tao.

Fué el primero que se atrevió a domar mi carácter bestial de una forma inesperada. No fué un recuerdo agradable. Me juré que nunca pensaría en esa desagradable experiencia.

Debido a ello, quedé embarazada. No hubo día que no llorara durante los siguientes meses, le había fallado a mi propio juramento, no pude conocer el mundo y además, tendría un hijo de alguien que no quería. Sólo pensaba "mamá, lo siento, te decepcioné, debí quedarme y obedecer las reglas de la tribu".

Después de dar a luz, no pude verle, ni a mi bebé ni a ese hombre. Todo fué extraño. Pregunté y nadie me contestaba, volvieron a tratarme como un espécimen inhumano. Como un animal endemoniado.

Con el tiempo tuvieron que subirme la dosis de droga para calmarme, casi logro salir del área experimental un tiempo después. Fué en ese entonces que conocí a otro demonio invencible de ese infierno. El Dr.Rusk.

Era un hombre imponente y sanguinario que no tenía reparo en golpearme y torturame con tal de mantenerme a merced de los altos mandos.

Pasaron los días, meses y años. Tuve algunas visitas de vez en cuando, con la misma finalidad que Kim. Hasta que dejé de luchar, me acostumbré a esa sensación, con el tiempo ya no sentía nada, dejó de importarme y perdí toda motivación a poder ser libre. Rusk me tenía donde quería, domada como una fiera mansa.

Renuncié a mi propia voluntad e hice lo que me pedían sólo para evitar los dolorosos castigos. Al final tenía que hacerlo de cualquier modo.

Por la forma de mi cuerpo y mi reflejo en un muro brillante, deduje que ya había alcanzado la madurez. Quizás habrían pasado 7 u 8 años. Olvidé el rostro de mamá y a casi todos en la tribu. En mi cabeza sólo estaba Rusk y algunos empleados y clientes. Nadie me importaba, ni yo misma. Excepto...

En ese momento, recordé que había tenido un bebé. Me preguntaba qué había sido de su destino, ¿porqué nadie dijo nada sobre eso? Yo habría jurado que cuidaría de mis hijos como mi madre a mí.

¿Y qué pasó con ese hombre? Me llamaba con un nombre que no era el mío aquella vez. Lo había olvidado hasta hoy, me llamó Kenya.

No sé si el destino es real. Si todo estaba tan perfectamente planeado por el universo para que aquello funcionara. El día que fuí libre gracias a que otro Kurta arriesgó su vida para encontrarme. Mi existencia era su esperanza y él se convirtió en la mía.

Ahora que miro al pasado. Sé que Kurapika era ese niño que salió de la aldea en esa ocasión y que su partida me inspiró para buscar mi propio camino. De no haberlo hecho, estaría muerta como el resto del clan y él seguiría completamente solo, ahogándose en la venganza.

Sé que dije que también quería vengarme de KENYA y hacerlos pagar lo que me hicieron. Podría parecer un acto egoísta querer matarlos para vengarme a mí misma, pero...

Ellos me hicieron así. Crearon un mounstro y eso es lo que recibirán.

No descansaré mientras uno sólo de ellos siga con vida.

Voy a destruir a cada miembro de KENYA sin importar de quién se trate.

Hasta que no quede nada ni nadie.

Incluso si pierdo la poca humanidad que me queda.

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⏰ Last updated: Feb 02, 2023 ⏰

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K.E.N.Y.AWhere stories live. Discover now