4.- El rojo lo cambia todo

3.9K 490 261
                                    

Era la primera ocasión en la que enfrentaba un momento tan inusual, sangriento y peligroso, no tenía ninguna intención de matar a las personas que tenía frente a él, asustados, suplicando compasión, era de hecho algo repulsivo pensar en hacerle daño a inocentes. 

Asomó sus ojos por el rabillo de la puerta para ver si había soldados cerca, al verlos algo apartados se acercó a las víctimas quitándose el casco.

— No vengo a hacerles daño, soy un infiltrado que los ayudará a salir de aquí, lo prometo. — dijo tranquilizándolos, evitando que hicieran más súplicas y se mantuvieran quietos para poder ser desatados.

Kurapika encendió la máquina cortadora para que el sonido engañara a los soldados mientras trasladaba a los ex pacientes por una salida de emergencia segura.

— No hagan ruido y por lo que más quieran, no abran los ojos ni respiren durante unos segundos. — les dijo antes de abrir la siguiente puerta metálica.

Esta sugerencia fue obedecida sin muchas preguntas, imaginaban lo que había en el lugar por donde pasarían, así que obedecieron y tomados de los brazos fueron guiados fuera de la gran bodega de desechos.

Kurapika les entregó batas blancas para que pudieran tener algo de ropa puesta y les indicó una ruta directa para cruzar la malla de protección sin ser vistos por las cámaras. Se quedó unos segundos para asegurarse que nadie los veía y luego regresó lo más pronto posible para apagar la máquina, o al menos eso planeaba hasta que alguien más lo hizo por él.

— ¿Creíste que no me daría cuenta de que no cortaste nada? No escuché un sólo sonido de gritos agonizantes ¿Sabes? Deberías planear mejor tus estrategias si quieres arruinar los planes de KENYA. — Delató el soldado armado, parado apenas a un par de metros de distancia.

— Te equivocas, yo lo planee así para que entraras en este momento. No tengo intención de permanecer de incógnito todo el tiempo, sería muy aburrido. — confesó Kurapika soltando una risilla burlona al final.

— Insolente— Exclamaba molesto apuntandolo con una ametralladora—  ¡revela tu rostro!

— Eso no sería tan divertido, revelé el pecado más no el pecador.

La nueva oposición de Kurapika hizo enfurecer al impaciente soldado que abrió fuego contra él, para su mala suerte de forma inexplicable no le hizo ningún daño, una extraña aura lo había defendido y las balas quedaron aparentemente en el aire.

Kurapika logró derribar al soldado al suelo y posicionarlo cerca de la cortadora para después encenderla a toda potencia provocándole terror al saber que el enemigo tenía habilidades poderosas.

— ¡¿Qué buscas aquí?! ¡¿Qué quieres?! ¡Bastardo! — el pánico y la cobardía se apoderaron del soldado que se esforzaba por hacer que su cara no llegara a las cuchillas circulares giratorias y le partiera la cabeza. Para su mala suerte, la compasión y piedad de Kurapika no era para todos y tras su respuesta, la charla terminó.

— Venganza. — Contestó un segundo antes de zambullir el rostro del soldado en la máquina y decapitarlo de manera sangrienta.

Después de abandonar el cadáver del soldado, se hizo de una escopeta con la que empezó una masacre sin fin en la primera planta.

Un extraño gas filtrándose por los lúgubres pasillos, útil para darte dificultades al intentar ver por dónde ibas, a este paso y sin tener contacto con el sol en años, te sería imposible escapar.

Los grilletes habían lastimado tus muñecas y tobillos. Poco a poco sentías que podías recuperar movimientos para avanzar, estar atada y encerrada por 10 años tenía sus consecuencias reflejadas en ese momento tan importante. Tu única oportunidad de salir de tu prisión.

Todo era color blanco y las puertas grises, cualquiera se perdería si estuviera en tu lugar. Tus instintos de infancia volvían poco a poco ayudándote a guiarte mediante un mapa mental. Saldrías de ahí a como dé lugar.

Corrías sin rumbo encontrándote con un laberinto de pasillos y pasillos infinito, demasiadas celdas iguales a la tuya, no podías imaginar cuántas más vidas estaban encerradas ahí, sufriendo. Pero nada podías hacer, abrir esas puertas era imposible sin una llave.

Resbalaste sin darte cuenta y caiste contra el suelo golpeandote la cabeza, el mareo que te provocó la caída hizo que tardaras en recuperar la visión entre el humo y los gases. Suficiente tiempo para que una extraña tela envolviera tus ojos y te arrastrara por el suelo tomandote de los tobillos.

Te giraste con toda tu fuerza y pataleaste hasta ser soltada, no te iban a dañar de nuevo, no dejarías que te obligarán a volver a esa celda, tu única oportunidad de ser libre era esa.

De pronto, todo se veía rojo. Rojo escarlata.

No dejen salir al espécimen

Esa fue la voz de uno de los investigadores que se dedicaban a revisarte y estudiarte, los que ordenaban de forma deliberada tu tortura.

Te arrancaste la venda de los ojos mostraste a quienes se acercaban a ti que no tenías miedo y que representabas un peligro real ahora que eras libre de ataduras ni sedantes.

Hacía muchos años que no enfurecias así, tanto tiempo sin usar esa fuerza sobrenatural. No dudaste, tomaste del cuello al primero que se te acercó y con tu otra mano lo golpeaste tan fuerte que le rompiste el cráneo. Esa adrenalina liberada al sentir que tu fuerza fue suficiente para uno te dió la confianza para mirar de frente al resto y volverte ahora tú quien los torturaria a todos ellos.

De los cinco que planearon atacarte, dos salieron huyendo, los tres que te enfrentaron los asesinaste y no dudaste en ir por los otros dos. Los seguiste hasta una planta arriba, dónde tenían una enorme sala de control.

— Nos quedamos solos. — susurraste cerrando la puerta detrás de ti, los investigadores te suplicaban perdón retrocediendo atemorizados, tú no los escuchabas, querías matarlos de una buena vez.

Dudaste por un segundo cuando viste los monitores de la sala, una de las cámaras captaron un extraño soldado que asesinaba al resto de sus compañeros con una escopeta, esa distracción fue tu condena.

Un punzante dolor en el cuello y luego caiste al suelo nuevamente. Se te estaba haciendo costumbre. Sólo lograste observar su rostro al alzar un poco la mirada antes de desmayarte.

— Tú... Maldito Rusk...

Así es. De nuevo tu doctor te había atrapado y de nuevo toda esperanza de escapar se había desvanecido junto a tu mente.

K.E.N.Y.ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora