Layla Frederick.

Su cabello castaño claro ondulado está recogido en una media cola despeinada, sus lentes de sol se posan mas abajo del puente de la nariz, dejando ver sus ojos claros. Sus labios son de un rosa brillante que resaltan ante su tez bronceada. La gran cadena con un dije de corazón que dice Layla casi me deja ciega por lo brillante que era. Sin duda, Layla Frederick tenía un estilo característico, tipo sacado de Tumblr o Pinterest.

—Hola Didi. —De nuevo esa sonrisa con picardía. Me asusta—. Me preguntaba si te gustaría ir al centro comercial hoy, después de todo, hace tiempo que no voy y me fascinaría buscarte un cambio de look.

—¿Qué hay de malo con mi ropa? —preguntó confundida viéndome de arriba a abajo.

Tengo unas botas de plataforma, unos jeans negros, un cinturón con un broche grande plateado y un chaleco holgado gris. Me siento completamente normal.

—No hay nada de malo, Eider. —Sonríe—. Solo pensaba en aprovechar y acompañarte. ¿Cuando fue la última vez que fuiste de compras con una amiga?

Abrí la boca para contestar, pero la cerré de inmediato. Pues, de hecho nunca; nunca he ido de comprar con una amiga. Siempre voy con Kenya o con mamá. Además, en la preparatoria tenía puros amigos hombres, por lo que ir de compras no era algo que hiciera a menudo.

—Hace mucho tiempo, puedo adivinar —respondió por mí—. No te preocupes, Eider, tú tienes un cuerpo y un rostro hermoso; apuesto que conseguimos algo para ti.

Layla dejó un sonoro beso en mi mejilla, uno que me incómodo un poco, y se fue del asiento, haciendo sonar sus tacones de aguja por las baldosas de la sala.

Espera. ¿A qué hora era el centro comercial? ¿Tenía que ir comida? ¿A qué centro comercial íbamos?

Layla Frederick está llena de misterios.

Es una novena.

What? ¡No! Dios, cerebro. Eso pasa por haber estado leyendo Damián durante todo el desayuno ignorando como Mickey relataba con detalles exagerados lo qué pasó anoche.

Lo peor es que le contaba la historia a personas que estuvimos ahí cuando pasó y sabemos que él estaba gritando como gallinita asustada, aunque él lo niegue.

Sasha entró al aula y me senté con ella en última fila. Nuevamente, no parecía ella, más bien parecía una copia barata... de mi.

Tenía puesto un suéter gris, unos pantalones holgados de estampado militar, unas botas negras de cordones y el cabello amarrado en una cola alta despeinada.

Era yo, pero con ropa de marca.

—Sasha, ¿te sientes bien? —no puedo evitar preguntar cuando saca de su mochila una edición de El Gran Gatsby y colocándola sobre la mesa. Se notaba que la había comprado hace poco ya que todavía tenía el precio en la contra tapa—. ¿Por alguna casualidad estás tratando de imitarme? —interrogué directa, cruzándome de brazos.

Sasha alza la mirada hacia mi y comienza a reírse de una forma muy falsa; nerviosa. Solo provoca que mi expresión se vuelva más seria.

—"Cuando sientas ganas de criticar a alguien, recuerda que no todo el mundo ha tenido las mismas oportunidades que tú tuviste".

HABITACIÓN 219Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt