Entonces pasó, pasó sin darme cuenta de que Chase había roto el diminuto espacio que quedaba entre nosotros. Por fin pude sentir esa boca tan tentadora sobre la mía, tan particularmente sabrosa y carnosa.

¿Cómo podía describir lo que mi panza estaba sintiendo? No eran mariposas, eran como malditos dragones lanzando fuego y no podía evitar sentir eso.

El beso era lento, tranquilo, como si tuviésemos todo el tiempo del mundo solo para nosotros, y como si nada de nuestro alrededor importara, ni siquiera nuestros dilemas personales ni nuestros recuerdos más oscuros. Chase me besaba con una calma que me desesperaba, pero que me encantaba y me volvía completamente loca. Era como el éxtasis, nunca lo había probado, pero cuando pensaba en cómo besaba Chase, el nombre de esa droga se me venía a la mente. Cerré los ojos y me dejé perder, me dejé vencer. Me rendí ante todo aquello que me disgustaba de la personalidad de mi acompañante y disfruté de cada milisegundo que transcurría.

Era el beso más excitante que hasta ahora había probado.

Ya estaba perdida, ya estaba hundida en un pozo sin salida. Presentía que Chase iba a ser alguien importante para mí, no solo por el beso, sino por cosas que no era capaz de explicar.

Me tomó de las mejillas y profundizó nuestro contacto, y yo le permití el paso a su lengua cuando ésta quería entrar. En mi vida tuve bastantes besos, pero nunca sentí uno con lengua, por lo que ahora caía en cuenta de lo que me perdía. La sincronía en la que el beso se iba dando era tan perfecta, estábamos tan a la par que me quedaba sin aire. Chase empezaba a besar con fuerza, con anhelo, con un deseo y yo le seguí el juego sin sopesar ni un momento.

Me gustaba. Joder, sus besos eran la maldita gloria.

Nuestros labios se separaron cuando Chase me tomó de la cintura para sentarme a horcajadas de él en un movimiento rápido. El agarró mi cuerpo como si fuera frágil, como si temiera lastimarme y me volví loca. Fue extraño estar encima de él, nunca estuve encima de nadie, pero cuando su boca volvió a chocar contra la mía volví a perder los papeles. Siguió besándome con desesperación, como si necesitara de mí como el aire para respirar. Eso no tenía sentido porque él no me conocía y yo tampoco, prácticamente éramos dos desconocidos besándose.

Sus manos me acariciaron las piernas y las cosquillas hicieron acto de presencia. En realidad, siempre estuvieron ahí, pero fueron en un aumento increíblemente poderoso. Me habría gustado que el espacio fuera más grande para estar más cómodos, pero no tenía que quejarme porque lo que tenía en ese momento era perfecto.

Nuestras respiraciones agitadas era lo único que se oía en el coche y era excitante. Mi piel estaba en llamas y la de él igual. No corríamos riesgo alguno de que alguien nos viese porque los vidrios del auto eran polarizados, así que sabía que si no nos deteníamos eso podía llegar a otra cosa de la cual no estaba lista para tener aún. Quería, pero no era el momento, y menos con alguien con quien no tenía una relación estable.

Puse mis manos en su pecho y lo alejé cuando sus manos iban en un viaje desde mis piernas hasta mi trasero.

Cuando abrí los ojos lo encontré mirándome; era una mirada diferente a todas las que me había dedicado alguna vez. No sabía qué querían decirme sus ojos y me generaba nervios. Tenía mucha vergüenza, me daba pena verlo a la cara y recordar lo que estuvimos haciendo, eso que jamás pensé que iba a pasar. Nuestras respiraciones continuaban muy agitadas, la de él más que la mía. Me incomodé cuando sentí algo duro debajo de mí. Bajé la mirada por inconciencia y me ruboricé cuando entendí qué era. Él también lo notó, pero no dijo nada, no parecía darle vergüenza y no sé por qué, pero me dejaba más inquieta.

Él seguía sin decirme nada, eso me mataba, me dejaba tan incómoda que quería salir corriendo del auto para llegar a casa y encerrarme en mi habitación por horas. Quería hacer de todo menos estar con él. Me sostuve de su hombro —podía sostenerme del asiento, pero quería tocar su cuerpo— y me coloqué en el asiento de al lado. Chase me miraba, pero seguía sin articular palabra.

Mierda.

¿Por qué no decía nada?

Enredé mi cabello y me acomodé la ropa mientras esperaba que mi respiración volviera a la normalidad, algo que era complicadísimo teniendo en cuenta que el mismo Chase hacía que la respiración de cualquier chica se descontrolara con solo tenerlo cerca.

Me tenía que ir, ¡tenía que salir de allí! La situación estaba siendo muy embarazosa como para quedarse.

Insegura, tomé la decisión de hablar:

—Me voy —mi voz salió tan temblorosa que me di una cachetada mental y un pellizco verdadero en el brazo. Ni siquiera lo estaba mirado, pero sabía que sus ojos sí estaban en mí, y yo no quería sostenerle la mirada. Ni hoy ni nunca.

—No —respondió serio. Mi corazón se había calmado un poco, pero su voz fue como la palanca de un interruptor que causaba electricidad con solo escucharla.

Me rodeó el brazo otra vez.

—No te vas, no aún.

«Si me besas de nuevo no me voy.»

—¿Qué? ¿Por qué?

Negó con la cabeza y me soltó.

—Ven a mi fiesta —me acarició la mejilla.

No podía ir a su fiesta. ¿Por qué le costaba tanto entender que no podía ir?

—No, lo siento.

—Vamos —insistió.

—No puedo, no me dejarán.

—No tienen por qué enterarse que saldrás —sugirió.

Después de lo que sucedió era tentador hacer lo que Chase sugería, no iba a mentir, pero, ¿qué pasaba si me descubrían?

Mentir no era algo que me gustara hacer, menos a mi familia. Si me iba las cosas podían salir muy mal para mí y para Chase.

—No sé... yo no soy de hacer esas cosas. Además, pueden verme.

—Salta por la venta, yo te agarré. Al menos ven conmigo unas dos horas y luego te prometo que te traeré a casa sana y salva.

Tenía que considerar que Chase no parecía y estaba segura de que no era de los que insistía para tener algo, así que me hacía sentir importante pensar que yo era la primera a la que porfiaba. Sí, tenía muchas ganas de ir, no solo por él, sino porque me gustaba bailar y las fiestas se me hacían divertidas.

En la propuesta había pros y contras, era como tener al diablo y a un ángel en mis hombros diciéndome qué tenía que hacer, y para mala suerte del ángel, el diablito estaba haciendo un buen trabajo porque tenía la ventaja de que Chase me estaba empezando a gustar.

—Una hora y media, y luego me traes a casa.

Sonrió y me contagió la sonrisa.

—Pasaré por ti a las doce, ¿te parece? ¿O quieres que sea más tarde, cuando estés segura de que tu familia está dormida?

—A las doce mis tíos ya están dormidos, pero no mis hermanos —contesté.

—Puedes decir que tienes sueño y que quieres dormir temprano. ¿Tu cuarto tiene llave?

Asentí.

—Problema resuelto —dijo con su voz sexy. Su entrecejo estaba fruncido otra vez y me encantaba cuando se ponía así, le quedaba extremadamente bien.

No podía creer lo que estaba haciendo, crear un plan de escape y encima con Chase era algo que no me habría ni imaginado, la verdad, pero las cosas daban tantos giros que sorprendían. Al principió él me trataba como a cualquier cosa, después bien, luego dejé de verlo porque no asistió a la escuela, y hoy nos habíamos besamos.

Me despedí de él con un saludo de mano y salí de su Audi con la cabeza hecha un lío.

Atracción destructiva +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora