Capítulo 23

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Al día siguiente Edmundo se levanta con sus ojos hinchados de tanto llorar. Está dispuesto a casarse con esa naca para complacer a sus padres y no por amor. Pero aún siguen dudas. Horas después llegan los invitados, los familiares de la novia, sus familiares y el los recibe con una falsa sonrisa. Observa a todos y todos están felices por la ceremonia, menos él.

_ Soy la primera persona que debe de estar feliz y no, no lo estoy, ¡maldición! – minutos después llega el juez y la ceremonia está por comenzar. Edmundo está frente al juez esperando a que llegue la novia. La novia viene poco a poco sonriendo, él la mira y cambia su mirada. Observa una de las flores que tenía Michelle en el restaurante. _ Todo me recuerda a ti Michelle. – susurró, luego sonrió y tomó la mano de la chica. Ella lo miró y el no respondió a su mirada. El juez comenzó a hablar y a decirles las reglas del matrimonio. El no deja de pensar en Michelle. Entonces el juez hace la pregunta de rigor a la chica, ésta acepta con una sonrisa enamore. Edmundo voltea a mirarla y puede ver la felicidad reflejada en el rostro de ella. Luego el juez se dirige a él haciéndole la pregunta. Él se quedó en silencio mirando al suelo, la imagen de Michelle no sale de su mente. El juez vuelve a preguntarle y se puso incomodo el momento. Suspiró y alzó su mirada para dar el sí, pero cuando alzó su mirada chocó con las flores que Michelle colocó en la azotea del restaurante. Se quedó observándola y recordó el día en que Michelle se las presentó emocionada, recordó la primera vez que la vio en el parque hablando con una planta, recordó cuando le echó agua, recordó cuando cayó encima de las plantas que simbolizaba a su hermana y de ella dependía su vida. Recordó la situación en que vio a Michelle la última vez y se le salió una lagrima, recordó – estoy muriendo Edmundo, me estoy muriendo. – colocó sus manos en la cabeza, secó sus lágrimas y negó.

_ Yo la maté, si yo no hubiera roto esas flores ella ahorita estuviera viviendo. Yo la maté, yo la maté, yo la maté. – susurraba para él. Voltio a mirar todas las flores que estaban en el lugar y comenzó a llorar, las lágrimas caían solas. Voltio a mirar al juez. _ Yo no puedo decir que si, si no estoy enamorado. No puedo lastimarla, no puedo jugar con ella. – miró a la chica con sus ojos cristalizados. _ Perdóname Aurora, yo nunca te amé, nunca te fui fiel. No puedo, no puedo casarme contigo, ella no sale de mi mente, yo... no puedo, perdóname. – se dio media vuelta y salió corriendo por todo el lugar. Llegó al restaurante buscando a Michelle como loco.

_ Ella no está aquí, ya ella no trabaja aquí.

_ Necesito verla por favor, necesito verla. – le rogaba entre lágrimas a Juliana. _ Perdóname por lo que te hice, yo no sabía lo que te causaba perdóname. Necesito ver a Michelle, ¡NECESITO VERLA! – gritó colocándose las manos en la cabeza. _ ¡NO, NO, NO! – salió del restaurante corriendo. Joel se quedó observándolo extraño y buscó al jefe.

_ ¿Dónde está Michelle? – él lo ignoró. _ Le estoy hablando señor.

_ Lamentablemente Michelle se fue del país. – dijo un poco serio. _ Se disculpará con ustedes por no haberse despedido, pero les desea lo mejor y que cuiden el restaurante como lo hacia ella. Que amen las flores como lo hacia ella. – todos se quedaron sorprendidos.

_ ¿Por qué no nos dijo?

_ Recibió una llamada de su padre y tuvo que irse con ellos lo más rápido posible. No tuvo tiempo de despedirse así que...

_ Pero... ¿recibió una llamada de su padre? ¿Cómo? Si sus padres están muertos. – dijo juliana confundida.

_ ¿Sus padres están muertos? – preguntó Joel. _ ¡¿Cómo que sus padres están muertos y yo no lo sabía?! – el señor se quedó observando a Juliana con ganas de asesinarla.

_ Ella me lo confesó para darme aliento, me dijo que quedó sola en la vida desde que tenía ocho años que perdió a su familia.

_ ¿Por qué nunca me lo dijo?

_ A nadie le importa escuchar lo que ella tiene que decir. Son las palabras que siempre dice. Pero lo que no entiendo es, ¿Cómo su padre la llamó?

_ De la misma en forma en que los muertos llaman a los muertos. – todos se quedaron en silencio menos Joel. _ Michelle tenía cáncer en la sangre. – dijo el jefe un poco triste.

_ Eso no es cierto. – dijo Joel indignado. _ ¡ESO ES MENTIRA! Yo quiero verla. Necesito verla.

Edmundo llegó a la clínica donde ella estaba la última vez, abrió su cuarto y se encontró con la cama vacía. Buscó a una enfermera y ésta le dijo que ella había salido a ver a sus padres.

_ Sus padres están muertos. Debe de estar en el cementerio. – salió del hospital y llamó a uno de sus amigos que se graduó en la universidad de abogado. _ ¿Todo bien mi hermano? Necesito un favor tuyo urgente. – hiso una pausa, sacó el anillo que su madre le entregó ayer. _ Necesito que me cases lo más rápido posible. Te voy a pagar por movilizarte ya, te necesito es ahora. – la llamada finalizó y el miraba el anillo. _ Contigo es que me quiero casar Michelle, no quiero estar con nadie más, solo contigo. – tomó un taxi y fue al lugar donde se encontraría con su amigo.

_ Tuve que imprimir el papel así, lo importante son las firma.

_ Vamos, ella no está aquí. – el subió al auto del abogado y fueron al cementerio. Aparcaron el auto y el comenzó a buscarla, la buscaba con desesperación y velocidad. A lo lejos pudo verla, su corazón se alegró y corrió hasta allá.

_ Ustedes nunca me quisieron, y yo estoy aquí, muriendo y amándolos. – dijo Michelle entre llantos. _ Espero verlos pronto.

_ Señor y señora, padres de Michelle. – cuando ella escucho la voz de Edmundo se levantó rápidamente y secó sus lágrimas. 

Simplemente vivir ©️ (Completa)Where stories live. Discover now