Capítulo 08

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_ Buenas noches chicos, ¿Qué desean? – con esas palabras Edmundo recordó a Michelle, él estaba muy serio, tenía ganas de que Michelle lo atendiera.

_ Haber, que tienes allí. – respondió uno de sus amigos. El miraba a todos lados sin prestar atención. _ Epa chamo, ¿Qué vas a querer comer?

_ Solo un vaso de jugo, no tengo hambre. – sus amigos cambiaron de expresión. _ ¿Hay algún problema en que no tenga ganas de comer? – miró a las escaleras y vio a Michelle bajar, ella venia sonriendo como siempre, cuando sus miradas chocaron él se sintió el dueño del cielo, ella solo le dio coraje. Se acercó para ayudar a la muchacha nueva que está atendiendo.

_ ¿Qué desean los chicos para cenar? – preguntó ella sin dejar de mirarlo.

­_ Déjame ver que tienes allí. – dijo Edmundo tomando el tablero, minutos después escogió tres platos. _ Y un jugo de parchita por favor y gracias. – ella asintió y se fue, sus amigos estaban confundidos, pero al final no le dieron importancia.

_ ¡Oye chica! – uno de ellos llama a la muchacha que los atendió primero. _ ¿Cómo se llama aquella joven? – se refería a Michelle, entonces Edmundo lo fulminó con la mirada y él no se dio cuenta.

_ Lo siento, pero no tengo la autorización de darle información sobre la encargada. Con permiso. – se alejó y Edmundo quedó pensativo, ¿encargada? A pesar de vivir en el restaurante, ¿es la encargada también?

_ ¿Para qué quieres saber su nombre? – preguntó el de mala manera.

_ Me parece linda, me gustaría formalizar una...

_ Creo que es mejor que te vayas olvidando de formalizar lo que estés pensando, ella nunca te va a aceptar. – no dejó que el otro chico terminara. _ Es presumida, se cree mejor que nadie y siempre buscara la manera de joderte la vida. – en ese momento Michelle aparece con el pedido.

_ Aquí tienen chicos, espero que disfruten su cena. – el chico se quedó observándola.

_ Oye... disculpa. – se puso de pie. _ Podrías tener la amabilidad de decirme tu nombre.

_ ¡Oh! Claro cómo no, mucho gusto, soy Michelle, la encargada del restaurante.

Edmundo se quedó observándola, ella le tendió su mano. Edmundo cambió su mirada, podía notarse que estaba molesto.

_ De verdad creo que me he enamorado, amor a primera vista mi pana, amor a primera vista. – Edmundo al escuchar esas palabras se levantó y se fue enojado. Salió del restaurante, cruzó la calle y comenzó a golpear la pared.

_ ¿Por qué es amable con él y no conmigo? Me hace quedar mal ante ellos. – Al rato cierran el restaurante, Michelle sale y detrás de ella Joel.

_ Oye... ¿Qué tienes hoy? Estás un poco rara. – dice Joel tratando de evitar que siga su camino. Ella no encontraba las maneras de acercarse a él sin que el sintiera algún efecto hacia ella.

_ Es solo que estos días he estado demasiado ocupada.

_ Estas mintiendo, te conozco lo suficiente como para darme cuenta.

_ No te estoy mintiendo, tengo que salir rápido, tengo cosas que hacer. – ella fingió irse a su casa, Joel se fue. Ella solo caminaba de noche por las aceras hasta ver la hora de dormir y regresar al restaurante. Nadie de sus compañeros de trabajo sabe que ella duerme allí, nadie lo sabe, ni siquiera Joel. Al cabo de un rato vuelve con unas pastillas para el dolor, y se sorprende al ver a Edmundo sentado en la entrada con sus brazos cruzados.

_ Entonces finges salir del trabajo como todos y luego cuando ya no hay nadie, regresar a dormir. – Michelle se indignó al escuchar esas palabras. _ Acaso, ¿nadie sabe que vives aquí? – ella se quedó en silencio, entró al restaurante y cerró las puertas, dejándolo afuera sin tener ninguna respuesta. Subió a la azotea y se sentó a mirar la ciudad. Ya eran casi las once de la noche, entonces ella bajó, tomó un poco de jugo de guayaba y se tomó una de las pastillas. Miró afuera el reflejo de una persona, Edmundo. Ella dejó el vaso a un lado y salió.

_ ¿Qué pretendes hacer? ¿Pasar otra noche aquí sentado?

_ Me dejaste esperándote toda la tarde en el parque.

_ Yo no te pedí que lo hicieras.

_ Pero yo pensé que ibas a volver por el agua.

_ Te dije que me dejaras en paz.

_ Yo no puedo dejarte en paz. – cuando ella iba a pronunciar una palabra más tuvo un pequeño mareo y se sostuvo del marco de la puerta.

_ Vete por favor, vete, ¡vete, déjame en paz! – cerró la puerta, dio pasos y cayó al suelo.

Cuando Edmundo miró el cuerpo de Michelle tendido en el suelo se alteró un poco, comenzó a golpear la puerta desesperado gritando su nombre, al ver que no solucionaba nada rompió el vidrio de una de las ventanas y entro al restaurante. Corrió a donde estaba ella y la tomo en sus brazos, comenzó a llamarla pero ella no reaccionaba. Le dio pequeñas golpecitos en los cachetes para que reaccione pero ella no abría los ojos. Entonces sacó su teléfono y marcó por ayuda. _ ¡Michelle, levántate por Dios! No me asustes. – dijo desesperado. El no entendía porque se preocupaba tanto en que ella no despertara, si de igual forma a él no le importa ella, solo quiere jugar con sus sentimientos. Él la tomó en sus brazos y la sentó en unas de las sillas, continuaba marcando pero no caía la llamada.

_ ¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? – dijo Michelle con la mano en su nuca, con su ceño fruncido y un poco confundida. Cuando el vio que despertó sonrió y guardo su teléfono.

Simplemente vivir ©️ (Completa)Where stories live. Discover now