Capítulo 01

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Michelle trabaja en un restaurante de comidas rápidas. El cajero es su amigo de años Joel: capaz de dar su vida por la felicidad de Michelle. Ella; no sólo es mesonera, sino la encargada. En sus días libres va a los hospitales infantiles de niños con mayor discapacidad y les lee libros, con su guitarra les canta canciones infantiles, les hace pequeños masajes, les duerme, y a veces hasta duerme con ellos. Le encantan las flores, tiene un pequeño jardín orgánico en la azotea del restaurante y por las noches se encarga de limpiar, ya que su jefe le permite dormir allí, razón por la cual no tiene un lugar donde descansar, no tiene donde dormir, no tiene un hogar, no tiene familia.

Una mañana Edmundo llega a desayunar al restaurante con varios de sus amigos, ella se acerca a la mesa, él está de espaldas hacia ella.

_ Buenos días chicos, ¿Qué desean desayunar? – Preguntó ella sin mirar a ningunos.

_ ¿Qué tienes allí? – dice uno de los chicos y ella le muestra el tablero. Escogen su comida y ella va en busca. Al cabo de unos minutos vuelve a aparecer con la bandeja de comida.

_ Aquí está su pedido, buen provecho a todos. – Les sonrió tímidamente y se marchó.

_ ¡Ojitos! – Joel llama su atención, ella desvía su camino. _ ¿Ya desayunaste?

_ Aun no, no tengo hambre y comencé ocupadísima.

_ Yo lo sabía, ten. – le extendió un pan de ariquipe. _ Tú favorito. Es para que tengas algo en el estómago y no te desmayes. – lo tomó y le agradeció con una sonrisa. Luego volvió a atender las mesas.

_ ¡Mesera! – Edmundo llama su atención, ella deja lo que está haciendo y se acerca a ellos.

_ Si, ¿En qué puedo servirle? – él se queda mirándolo fijamente a los ojos y ella sonríe.

_ No en tanto, ¿Cuánto es? – respondió el muy arrogante poniéndose de pie. Ella le dice el costo y él pasa por su lado dirigiéndose a Joel para pagar la cuenta.

_ Perdónalo, a veces se porta terco. – Dice uno de sus amigos.

_ He tratado con personas peores que él, no te preocupes.

_ ¿Ah sí? Debe ser horrible ser como tú. – respondió otro chico, ella lo fulminó con la mirada y se dio media vuelta, sin darse cuenta choca con Edmundo, éste la mira de una manera que quiere matarla solo por tocarlo.

_ Lo siento, no te vi.

_ Tengo el dinero suficiente como para ir a una tienda y comprarte unos anteojos, porque me estoy dando cuenta que no ves por donde caminas. – sus amigos sonrieron ante aquellas palabras que solo causaron molestias en ella.

_ Mire joven, ¿Sabe qué? Ni usted... ¡Mesera! La cuenta por favor. – alguien interrumpió. 

Ella tuvo que dejar todo por la paz y continuar su trabajo. Joel se había dado cuenta de lo que había ocurrido y se incomodó también, porque con ella, nadie se mete. Joel vive con su padre, su madre falleció cuando lo trajo al mundo, no tiene hermanos, y lucha por sobrevivir todos los días. Su padre trabaja en construcción, y se ha encargado de brindarle todo lo que el necesita para ser feliz, no solamente de lo material, sino de la atención y el apoyo entre ambos. Se enamoró de Michelle cuando la vio trabajando en una pescadería. Tiempo después se hicieron amigos, ella conoció a su padre, y tiene derecho de llegar a su casa cuando quiera, es decir, el hogar de Joel, es de ella también. Pero desde que tenía ocho años de edad tuvo el conocimiento de que tiene que valerse por sí misma sin contar con nadie más. Ella, no quiere ser estorbo para nadie, razón por la cual no se queda mucho tiempo en casa de su amigo, una o dos noches, de allí no pasa, siente que molesta e invade la privacidad de ambos. A Joel desde la primera vez que la vio se enamoró de sus ojos, de su mirada, y de apodo le llama – Ojitos – a ella le encanta, y a él le gusta que le encante.

Una tarde ella decide ir a correr al parque, colocó sus audífonos, y comenzó su recorrido. Mientras trota ella comienza a recordar lo que tanto daño le hace, entonces, ya no trotaba, ahora comenzaba a correr rápido mientras las lágrimas corrían por sus mejillas, corrió, corrió y corrió tratando de olvidar, esa era una manera de desahogarse sola, nadie le brindaba tanta confianza como para contarle su vida, su pasado, nadie estaba apto para oír sus estupideces, así como dice ella, a nadie le importa lo que ella haya vivido, todos, solo tienen curiosidad. De pronto se detiene, coloca sus manos en sus rodillas, comienza a calmar su respiración y cierra sus ojos. _ Debo ser fuerte, a nadie le importan mis lágrimas, a nadie le importa si sufro... debo ser fuerte, debo serlo. – abrió sus ojos y miro a su derecha, vio una planta caída, triste, entonces guardó sus audífonos y se agachó e intentaba levantarla. _ Tú también debes ser fuerte, debes levantarte, vamos, levántate. – susurraba mientras colocaba pequeñas piedras a su alrededor. _ Debes alejarte de las cosas que te impiden levantarte. – susurró mientras cortaba las hojas que estaban marchitas. _ Tal vez necesitas agua para... – en ese momento una voz conocida la interrumpe.

_ ¿Hablas con las plantas? – preguntó Edmundo, ella se levantó y se giró quedando frente a él. _ ¿Es en serio? ¿Hablas con las plantas? – volvió a preguntar con un tono sarcástico.

_ ¿Cuál es el problema si hablo o no hablo con ellas? Sólo por eso, ¿estaré loca?

_ O sea, solo tú hablas con ellas, ellas ni te escuchan.

_ Eso es lo que tú dices porque no has hecho la prueba.

_ ¿Ah sí? Veamos, ¡Hey tu pedazo de planta, si me oyes, arráncate una hoja! – gritó en forma chistosa, Michelle se quedó mirando la planta, de pronto una pequeña hoja se cae. Ella sonríe y él se sorprende.

_ No pueden ser humanas como nosotros, pero ellas necesitan lo mismo que necesitamos nosotros, aire, agua y alimentación. Sin agua se marchita, y el ser humano sin agua se debilita. Deja la arrogancia para otro día. – Lo miró de reojo, sonrió y fue a buscar su botella de agua, bebió un poco de agua y volvió para regar la planta.

Simplemente vivir ©️ (Completa)Where stories live. Discover now