Capítulo 4: Dilema.

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A veces la decisión correcta no es la mejor opción

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A veces la decisión correcta no es la mejor opción.

Perdí a mis padres en un incendio cuando tenía 5 años, no me acuerdo mucho de ellos pero lo que sí estoy segura es que se amaban muchísimo.

Cuando ellos murieron me quedé sola con mi abuela. Me mudé con ella a un pueblo lejano y viví ahí hasta ahora. Aunque eramos muy pobres, ella me dio todo lo que podía, en ningún momento pensé en quejarme.

Pero siempre anhelé más, quería que las personas no se lamentaran cuando me vieran o me llamaran huérfana. Por eso estudié muy duro, desde que tengo uso de razón me esforcé por sobresalir entre las supuestas personas normales, así nadie sospecharía sobre mi pasado o mis pobrezas. Fue difícil al principio, pero poco a poco me fui acostumbrando a engañarlos.

El momento más difícil fue cuando terminé la preparatoria, todos esperaban ansiosos saber a cuál prestigiosa universidad iría, pero yo había estado tan absorta en ganar que nunca pensé en lo que realmente me gustaba. Hice algunos cálculos, trabajando en mis horarios libres y gastando lo mínimo me alcanzaría para ir a la mejor universidad de la ciudad. Y al final, decidí estudiar medicina porque eso era lo que los demás esperaban que haga.

Todo marchaba de acuerdo al plan, hasta que recibí la noticia. Cuando estaba en la camilla del hospital me llamó el doctor de mi abuela, los resultados habían salido, lo que temíamos se hizo realidad, ella tenía alzheimer. Sabía que no tenía cura pero si quería prolongar lo máximo su vida, tenía que internarla y pagar un caro tratamiento. Estaba dispuesta a dejarlo todo con tal de salvar a mi abuela pero pensar en ello simplemente era doloroso.

Es por eso que cuando recibí su oferta, aunque sabía que estaba mal, no dudé.

Estaba saliendo del hospital, me dolía todo el cuerpo por el accidente pero mi abuela era más importante que cualquier otra cosa.

Desesperada por estar con ella caminé casi arrastrándome hacia la puerta, cuando un hombre de unos sesenta años se acercó a mí lentamente, no lo conocía pero extrañamente me atemorizaba.

-¿Es usted la señorita Eleonor Warmer?- Pregunta analizándome con la mirada.

Lo pienso un poco antes de contestar pero al final respondo: -Sí, esa soy yo. ¿Qué desea?

Trata de forzar una sonrisa pero el resultado es una mueca extraña y terrorífica.

-Mucho gusto, soy Theodorus Caulfield, mi hijo es Miles, ¿Es cierto que usted lo salvó?

Me relajo un poco, su visita era solo para agradecerme.

-Hice lo que cualquiera en mi situación hubiera hecho, no me tiene que agradecer.

-En realidad, señorita Eleonor, mi intención es proponerle un negocio donde los dos ganamos.

Lo miro escéptica. No me esperaba nada de esto.

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