Capítulo 8.

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Oliver.

No reaccionaba, yo ni siquiera podía contemplar su expresión por mucho que quisiera, estaba demasiado concentrado en el sabor de su boca. Eran mis cigarrillos los que se había fumado, la textura amarga pero suave de los Lucky Strike estaba impreganada en su boca. Le sujeté por la nuca, con fuerza. Me había mojado más lamiéndole el labio inferior que con el agua de la lluvia. Estaba tenso, demasiado. Me costaba disfrutar el beso, sus labios no se movían, así que me aparté, resignado. Eso no impidió que le sonriera, mirándole a los ojos con picardía.

Su expresión se había congelado en una de odio, pero estaba en un shock tan grande que no se movía. Podía jurar que aunque le pasara la mano por la cara no reaccionaría.

─Joder, qué rica boca tienes, papi.

Me di la vuelta, dejándole solo en mitad del patio. El cura me miraba igual de estático desde la puerta, los niños y las niñas cuchicheaban mientras me veían pasar.


Jeremy

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Jeremy.

La noche anterior había sido una locura, jamás pensé haber llegado tan lejos con un Daddy. Sólo en mis fantasías con un sexy empresario veinteañero y romanticón había conseguido superar esa base. Por supuesto que sabía lo que se sentía fajar intensamente con un par de chicos, pero Carter superaba mis expectativas. Sin embargo sentía que algo faltaba, la emoción era poca, éramos muy complacientes el uno con el otro, más yo no podía exigir nada. Sólo de pensar en que podría haberme cruzado con algún otro estúpido con complejos de superioridad, queriéndose aprovechar de mí, o sobrepasarse sólo porque nunca he tenido ésta clase de relación, me parecía cruel.

Carter dijo que pasaría por mí a las nueve, y ya eran las nueve y cuarto de la mañana. Le enviaba mensajes pero no contestaba. Comenzaba a frustrarme, mucho, demasiado. Pensé que podría estar con otro Baby ya que la página decía que podían ser incluso cinco babys por Daddy pero sólo un Daddy por Baby.

Me rendí después de la tercera llamada rechazada. Decidí llamar a un taxi para que me llevase al aeroclub, apagué mi teléfono. De camino iba pensando en que no me quedaría tranquilo ni me concentraría en la primera lección si no me aseguraba de tener la atención de Carter. No fue capaz de mencionarme el cambio de planes, y el pensamiento lógico me empujaba a asumir que no era por nada más que el trabajo, pero mi lado masoquista insistía en que estaba consintiendo a alguien más que a mí. Pagué el taxi, bajé del vehículo y me encaminé al salón donde dictarían las clases. No parecía que nadie fuera a llegar.

Después de diez minutos, decidí ir al baño. Y es que la idea de Carter era desayunar juntos antes de mi primer día en la academia, pero todo se había arruinado. Estaba demasiado temprano, ni los profesores habían llegado, así que me encerré en el baño.

Entrenando al Baby Boy.Where stories live. Discover now