Capítulo 7.

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Oliver.

─Lárgate de mi casa.

Todo era un desastre. Mi nariz sangraba y el suelo estaba lleno de vidrios rotos. Nicholas se había encargado de dejarme mucho que hacer cuando se fue. Así que el día que pretendía fuera para mí, acabó conmigo limpiando el piso para no cortarme con los vidrios que la bestia rompió. Tuve que ponerme algo de algodón en la nariz para que dejase de sangrar, mientras lloraba pues el desgraciado había arruinado mi hermoso rostro, más mi llanto se intensificó como nunca cuando descubrí la botella de vodka destruida en el medio del pasillo. Fue entonces cuando comencé a buscar mis cigarrillos, que estaban sobre la mesa, y no los encontré. La desesperación fue tal que básicamente abrí cada cajón, cada puerta y miré en cada rincón.

Fue una estupidez de mi parte haberle dejado que rompa mis cosas, sólo por quedarme en el piso a recuperarme del dolor de la paliza que me dio. Ese imbécil y sus malditas manos gigantes. Todo tiene que romperlo, ¡Siempre hay algo que romper! Si yo fuera un poco más fuerte lo golpearía hasta matarlo. Es un matón, apuesto a que no se mete con alguien de su tamaño porque disfruta molestar a los más débiles. Me compadezco de todos aquellos que tienen que convivir diariamente con ese imbécil.

Así que sí, me compadezco de mí mismo, y no le veo el problema porque me quiero y me tengo mucha consideración.

Pasé el resto del fin de semana en la cama, después de dejar todo impecable. El lunes fue un tanto deprimente, pues esa noche soñé con mis padres. Hubiera deseado llamarlos, decirles que estaba bien, luego recordé la realidad y me concentré en olvidar ese detalle. Doloroso, por cierto.

Salí de la cama dispuesto a atacar a Nicholas con todo, le haría pagar haberse metido conmigo, lamentaría el día en que decidió convertirme en su juguete. Apenas me había dejado un par de vasos y platos sin romper, lloré de nuevo cuando recordé que el fumador compulsivo ese se había robado mis cigarrillos.

Y es que podía repetirlo y a medida que lo hiciera mi odio se intensificaría porque mis cigarrillos son intocables. Voy a joderle la vida al maricón reprimido ese hasta que entienda que conmigo no se jode.

Entonces me maquillé, lo más sutil posible. Me deliné los ojos, ericé mis pestañas, dejando de lado el rímel por ese día. Apliqué un poco de gloss, y llamé a un uber. El día estaba helado, el abrigo que había decidido usar no me calentaba demasiado, pero era hermoso, así que no me lo cambiaría. Cuando el vehículo que me llevaría a los bajos suburbios llegó yo estaba listo. Bajé las escaleras y nos pusimos en marcha. En el lugar no había nadie, ni siquiera el cura, así que tuve que sentarme en el escalón de la entrada, esperando que alguien llegara. Compré cigarrillos pues soy un adicto, y los fumé a la espera de alguien. Cuando el vejete llegó, se sorprendió gratamente de verme allí. Me invitó a pasar, muy amablemente. Como nadie había llegado aún me invitó a la cocina, y sirvió un par de tazas de té. Acepté, pues no había desayunado.

─ ¿Sabes muchacho? Vi como te desenvolviste con Marilyn, y creo que sería más apropiado que te encargues de las actividades con las niñas aquí dentro a que juegues con los niños.

─ ¿Es porque soy marica?

─Tu homosexualidad no lo justifica todo, Oliver.

─Respóndame la pregunta.

─Bueno sí.

Y le faltaba añadir que no quería que pervierta a los niños, que los vuelva homosexuales o me sobrepase con ellos. Me encogí de hombros.

Entrenando al Baby Boy.Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon