Capítulo 5.

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Oliver.

─ ¿Qué quieres?

─Que te largues, ya hiciste lo que tenías que hacer.

Me voltee, sacudiendo las manos para quitar el exceso de agua. Intenté no expresar mi indignación, pero mi ceño fruncido, y mi boca abierta no ayudaban mucho.

─ ¿Perdona?

─Lo que oíste, ahora lárgate.

─Mira, Slenderman. Me duele la cara de tanto soplar globos, los brazos de colgar esas pancartas horribles que hiciste...

─Tú las hiciste─ Me interrumpió.

─ ¡Ese no es el punto!─ grité indignado, recuperé la compostura de inmediato─. Cariño, ese pastel es mío también. Tu prima debe estar muy agradecida conmigo, porque tú no querías cooperar vendiéndome la puta harina. Ahora muévete, que quiero ir a memorizar los cuerpos de tus amigos, eso me da mucho material para tocarme por las noches.

Súbitamente me sostuvo por el top, estrellándome contra la pared. Intenté contener el asco de tocar esa inmundicia de muro, no podía hacer mucho.

─Deberías estar avergonzado. Hay niños aquí, ¿Sabes? Y te van a ver vestido como una puta.

Alcé la mano y la estrellé contra su mejilla, ni me soltó ni le hizo nada, apenas le enrojeció la zona, pero me tenía que sacar las ganas. Su mirada se volvió más sombría, no me perturbaba en lo absoluto su carita de perro enojado.

─Que tú me llames puta porque te provoca la manera en la que me visto, no significa que lo sea─ mascullé entredientes─. No me acostaría contigo ni aunque me pagues con todos los putos ahorros de tu vida. Aunque, bueno...─ Le miré de arriba abajo─. Considerando con qué clase de tipo hablo no debes tener nada ahorrado.

Le di un empujón, tampoco lo hubiera movido considerando la fuerza que usé, y es que no tengo mucha, él parecía haberse movido por su cuenta. Le miré sobre el hombro antes de abrir la puerta del baño y largarme.

Consideré irme, tenía razón. Mi trabajo estaba hecho y nadie querría al prostituto barato ahí, pero mi orgullo y mis ganas de contradecir a Nicholas superaban muchísimo el efecto de las miradas desaprovatorias de padres religiosos doble moral. Caminé hasta donde estaban el cura con la mujer, que aún no me aprendo su nombre, pero no es como que sea fundamental. Había una gran cantidad de niños, y se me ocurrió abrir la bocota.

─Parece que su hija es popular.

─En realidad no─ contestó con una sonrisa casi amarga─. Ningún niño falta a los cumpleaños que organizan aquí, comen sin pagar y se divierten con los juegos del padre Reynolds, pero apenas se aburren o se acaba la comida se van.

─Oh...─ mustié, avergonzado─. ¿Pero por qué? Apuesto a que Marilyn es una chica encantadora.

─Es demasiado competitiva─ Miramos a una pequeña rubiecita, supongo que esa era la cumpleañera, jugando a doblar y desdoblar una servilleta junto al equipo de música─. Las demás niñas la rechazan.

─Sí, entiendo el sentimiento.

Tomé un puñado de papasfritas, en dirección al control de las luces del lugar, bajé la intensidad de las luces principales. El lugar al ser tan cerrado quedó casi a oscuras. No iba a dejar que esa pequeña bastarda tuviera un mal cumpleaños, haría que los mocosos disfrutaran tanto la fiesta que todos querrían ser sus amigos.

─ ¡Oye perra!─ grité en dirección a la niña, que se sobresaltó. Todos me miraron─. A puesto a que no bailas mejor que yo.

Comenzó Informer y subí el volumen al punto de que casi no se oía lo demás. De reojo contemplé como los amigos de Nicholas lo sujetaban para que no me entrara a putazos por llamar perra a su prima. Subí bruscamente una pierna a la silla, con la otra en el suelo, comencé a moverme. La niñita estaba indignada por robarle el protagonismo en su propio cumpleaños y al instante respondió, imitando torpemente mis movimiemtos, pero tenía más ganas de bailar que yo ganas de vivir.

Entrenando al Baby Boy.Where stories live. Discover now