CAPÍTULO SESENTA Y DOS.

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Narra Alice.

Jake llevaba dos días en casa y era un auténtico tormento. Después de pasar casi dos meses encerrado en una habitación de  hospital ahora prefería pasear con sus costillas magulladas por toda mi casa. A parte de que se había adueñado de mi habitación y de mi cama al ser la única habitación en la planta baja, era un martirio tener que convivir con él cuando se juntaba con Lucas. Si Lucas es un plasta cuando estaba solo con Jake a su lado ya son insoportables. Los dos se llevan genial y no entiendo por qué. Con Tommy también se lleva bien pero como Lucas se está el día entero en casa pasan más tiempo juntos.

El megáfono del instituto sonó en medio de la clase de Matemáticas avanzadas.

Y no es como si fuera la primera vez que escuchase mi nombre desde el despacho del director pero me sorprendió que fuese de secretaría y que dijese que me llamaban desde mi casa.

Salí de la clase de matemáticas algo preocupada. No solían llamarme de casa en mitad de clases. La última vez fue cuando mi madre estuvo en el hospital cuando se pillo el brazo con la puerta del garaje. Fui corriendo por el pasillo hasta llegar a secretaría. Cogí el teléfono esperando que no fuese nada malo.

-¿Si? -pregunté impaciente esperando a que respondieran.

-¿Dónde guardas la fregona en tu casa? -me preguntó Jake al otro lado de la línea.

-Esto tiene que ser una broma -susurré pensando en voz alta- ¿Me has sacado de clase para preguntarme donde está la fregona? ¡Qué te lo diga Lucas idiota!

-Se ha ido a comprar algo y se ha dejado el móvil aquí. ¿Dónde está? Necesito limpiar esto antes de que tu madre lo vea.

-¿Pero que tienes limpiar? ¿Qué has liado Jake? -pregunté asustada. Jake solo en casa podía ser una bomba.

-Mira esta mañana tú madre me ha traído el desayuno a la cama y no decirle que las tortitas me producen vómito, ¿vale? Así que dime dónde está la fregona y hacemos como que esto no ha pasado.

-¡Realmente eres idiota! ¿Cuando te dé una tostada con mantequilla de cacahuete también te la vas a comer? No estás como para que te den reacciones alérgicas imbécil. Está en un armario que hay en la habitación de la lavadora, una puerta que hay debajo de la escalera.

-Gracias. Siento haberte sacado de mates-me dijo despidiéndose.

-¿Pero estás bien? ¿Quieres que vaya? -pregunté sin poder evitar preocuparme.

-Estoy bien, vuelve a clase tonta -contestó y juraría que tenía una sonrisa en su cara.

Realmente este niño era completamente estúpido. Me parecía un buen gesto por su parte que se comiese la sopa con azúcar del primer día, ¿pero que coma cosas que le producen vómitos? Como yo digo, simplemente idiota.

-Eh tú, la rubia -gritó detrás de mí una voz femenina.

Sorprendida me giré para ver de quien se trataba. Una chica un poco más alta que yo que estaba a unos metros de mí en aquel pasillo desierto.

-¿Me hablas a mí? -pregunté alzando una ceja divertida mientras me señalaba y miraba a mi alrededor dándome cuenta de que no había nadie más en todo el pasillo.

-¿Ves alguna rubia más en este pasillo? -me preguntó cruzándose de brazos burlona.

-Te veo a ti -la señalé riendo fijándome en que ella también era rubia.

-¿Crees que hablo sola? -preguntó de nuevo en el mismo tono de superioridad fingida.

-Tal vez, no me suena tu cara. ¿Quién me asegura que no seas una psicópata recién salida del manicomio?

Tal para cual.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora