50. Final

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Si mi corazón se para, se quedará mi alma mirando con tu mirada 🎶
("Inmortal")



Alec había salido casi corriendo del loft de Magnus. Su corazón acelerado golpeando fuerte contra su pecho, hasta el punto del dolor, pero era un buen dolor, ¿no?

Era sólo por la emoción. La euforia al estar a punto de ser honesto, de gritarle al mundo que entre una vida vacía con su vista y una vida a ciegas pero feliz con Magnus, prefería definitivamente la segunda opción.

Debía ser sólo.

"Es sólo eso" se dijo Alec mientras caminaba de prisa hacia el Instituto. Ya ni siquiera le importaba que sus padres lo vieran llegar y se preguntaran dónde había estado –o quizá, lo más probable, ni siquiera les importaría–.

No debía haber ninguna otra razón para el dolor intenso en su corazón –como si cuchillos se clavaran en él–, era sólo lo acelerado que estaba, lo fuerte que latía ante la expectativa. Sólo eso.

No supo cuánto tiempo pasó –pero se sintió como una eternidad, con una necesidad casi vital de volver hacia Magnus, de permanecer a su lado– antes de llegar al Instituto. Y supo al instante que algo había cambiado, se sentía algo diferente en el ambiente.

Y entonces...

¿Risas?

¿Alguien reía?

Aquí nunca nadie reía. Y mucho menos esta risa sincera, real, sin ningún fingimiento de por medio.

Y no, no era alguien. Su padre. ¡Robert Lightwood estaba riendo!

Alec se detuvo un momento apoyándose en una columna, para recuperar el aliento, respirando con dificultad por haber corrido tanto, y para averiguar qué estaba pasando antes de irrumpir.

Escuchó, a través del zumbido de sus oídos y sus propios jadeos al intentar volver a respirar con normalidad, el sonido inconfundible de dos cuerpos al chocar en un abrazo, las fuertes palmadas en la espalda.

—¡Hijo, qué feliz estoy por tu regreso!

Alec se paralizó un momento, sus ojos muy abiertos, podía sentir lágrimas acumularse, su corazón se saltó un par de latidos, algo cálido en su pecho, se sintió querido por su familia primera vez en su vida, sus labios temblaron casi en una sonrisa. ¿Su papá estaba feliz de verlo?

Y entonces Robert añadió algo que rompió de un sólo golpe esa ilusión: —¡Estaba empezando a pensar que nunca volverías a casa, Jace!

Oh.

No era él.

No era él el "hijo" cuyo regreso hacía tan feliz a su padre.

Alec se rió de sí mismo. Simplemente no pudo evitarlo.

—Tan tonto, Alec –murmuró para sí mismo.

La charla alegre y las risas se detuvieron.
—¿Alec? –alguien preguntó.

Alec restregó sus ojos y salió de donde había estado ocultándose. Forzó una sonrisa. Él estaba feliz, ¿cierto?, ¡su parabatai había regresado!

Tantos años después.

Tantos tiempo esperando este momento, ¿y dónde estaba la emoción que siempre esperó? ¿dónde las mariposas que de niño llenaban su estómago y su pecho cuando Jace llamaba y decía "Lo estoy intentando, Alec. Lo juro. Volveré y tu vista también, todo será como antes"? ¿dónde su sueño de volver a abrir los ojos y ver a su parabatai a su lado? ¡Simplemente volver a ver!

Caecus amor (Malec)Where stories live. Discover now