47. No como él, ninguno como Alexander

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Pensaba que ya no ibas a ayudar más a los cazadores de sombras. No importa. Te he oído decir cosas así las veces suficientes como para saber que nunca lo dices de corazón.
(Ciudad de fuego celestial)


* * *

[Día 22]

Magnus no había podido dormir, ¿cómo dormir pensando en lo que Catarina podría haber averiguado?

Algo le decía que esto cambiaría su vida para siempre.

Dicen que hay algunos animales (como perros, gatos, abejas, vacas, elefantes y tiburones) que pueden predecir desastres naturales. Tal vez así sucede con el corazón, tal vez el suyo estaba presintiendo el desastre de su vida.

Uno siempre tiene esos malos presentimientos, no porque quiera atraer lo negativo con pensamientos así, es simplemente que sucede, incluso el corazón late diferente, hay un nudo en la garganta y algo pesado en el pecho.

El día anterior, después de la llamada de Catarina, él ya no había llamado a Alec. Aun cuando se moría por escucharlo, por asegurarse que estaba bien, preguntar si no lo necesitaba... Pero algo se sentía tan mal que ya no lo había hecho.

Estaba recostado en el sofá, sin poder estar más tiempo en la cama cuando en realidad no estaba durmiendo o descansando, pero sin la energía o ánimos suficientes para levantarse y comenzar el día.

Presidente, como si supiera que lo necesitaba, estaba en su regazo. Golpeando suavemente su cabecita contra él. Y Magnus terminó cerrando sus ojos, ya llenos de lágrimas, y cubriéndolos también con sus manos.

Así estaba cuando la puerta se abrió de golpe.

Ni siquiera descubrió sus ojos. Tal vez si no la veía, dolería menos.

—¿Una entrada dramática? –había intentado que fuera una broma, pero su voz salió rota y le fue imposible sonreír como había sido su plan, fue más una mueca que otra cosa, nada digno de el Gran Brujo de Brooklyn, aun así agregó: —Eso es más mi estilo. Ya sabes...

Hubo un silencio tan largo después de eso que fue casi ensordecedor, lastimaba tanto que Magnus tenía que romperlo y dejar de ser cobarde era el mejor comienzo. Se arrastró sobre el sofá, hasta quedar sentado, y abrió los ojos lentamente, estuvo entre las sombras todavía un momento más antes de enfocar a su amiga. Y lo que vio lo hizo querer cerrarlos de nuevo.

Catarina lo miró con tanta pena antes de lanzarse hacia él y chocar en un abrazo. Realmente no fue sólo acercarse y abrazarlo, fue una colisión de cuerpos, de corazones. Y ella estaba llorando, ¡realmente llorando!, cuando lo dijo: —Oh, Dios, llegué tarde, ¿cierto?

Magnus quería decir "No sé de qué hablas", hacerse el desentendido o buscar algún comentario de su estilo, pero no podía.

Alec realmente estaba siendo un parteaguas en su vida, era así como los mundanos solían llamarle a esa persona o acontecimiento que divide tu vida en un antes y un después, que hace una diferencia tan grande que tiene que decirse así: antes y después de Alec.

—Dime que estoy a tiempo –Catarina rogó, su cuerpo estremeciéndose por el llanto.

Magnus la apretó contra él, no importó si era incómodo o si Presidente se quejaba pero no se iba, realmente lo necesitaba. Pero no podía mentir, así que sólo preguntó en su lugar: —¿Qué averiguaste? Dime qué sabes.

Catarina lo sostuvo igual de fuerte todavía un momento más, antes de echarse para atrás. Sus ojos enrojecidos y con lágrimas que no paraban sólo hicieron a Magnus prepararse para lo peor.

Caecus amor (Malec)Onde as histórias ganham vida. Descobre agora