43. ¿Serías mi cita?

3.1K 413 128
                                    

[Día 18]

Magnus seguía pensando en el parabatai de Alec, en Jace, aquel famoso cazador de sombras que desde niño estuvo en el punto de la mira por tantas cosas, una de ellas haber sido pensado desde entonces como un cazador de sombras prometedor. Y Magnus no podía dejar de preguntarse, ¿qué tan diferente habría sido la vida de Alec si su parabatai hubiera seguido a su lado todo este tiempo?

¿Es que Jace no se había dado cuenta de eso, que Alec lo que necesitaba era gente que estuviera a su lado, que lo quisiera, que lo aceptara, que creyera en él, y no a alguien que buscara la cura para su ceguera?

Una cura que, por cierto, lo más seguro es que un cazador de sombras no encontraría.

Una cura que le estaba tomando años durante los cuales Alec estuvo sólo, sintiéndose inútil y rechazado, entre las sombras, literalmente, pero escuchando los murmullos de otros shadowhunters –su propia familia incluso– que hablaban de él como algo roto, como alguien defectuoso, sin darse cuenta que podía escucharlos perfectamente.

Magnus, mirando al techo de su habitación, como había hecho las últimas horas, escuchó el rechinar de sus dientes.

Jace seguía siendo visto por todos y estaba en boca de todos, entre los cazadores de sombras y entre los subterráneos, porque resultó ser un Herondale, porque era aparentemente un guerrero innato, porque era el mejor shadowhunter de su generación... Mientras su parabatai vivía entre las sombras, oculto, como un tabú; todos sabían que Jace tenía un parabatai, por supuesto, simplemente decidían no mencionarlo, no arruinar la imagen de Jace Herondale con un parabatai ciego.





Y Magnus sentía su sangre hervir de coraje por todos estos años de Alec sufriendo solo, por su expresión triste cuando el día anterior le preguntó si veía en ocasiones a su parabatai, había intentado arreglarlo al instante: —Agh, no, lo que quise decir fue...

Alec había sonreído, triste, roto, no por las palabras de Magnus, por su pequeña equivocación, sino por su respuesta. Él había seguido con sus manos sobre el rostro de Magnus, sus dedos recorriendo su piel, sintiendo cada detalle, memorizando: —Sé lo que querías decir, no tienes que preocuparte por elegir correctamente tus palabras para mí, no quiero que siempre pienses antes de hablar, me gusta cómo eres –había enmarcado con más fuerza su rostro en ese momento–, me gusta cómo me tratas, cómo hablas, me gustas, Magnus, no quiero que cambies nada. No lo hagas, por favor...

Pero Magnus ni podía evitar sentirse idiota. —Lo siento –sus propias manos se habían deslizado a la nuca de Alec para atraerlo a un beso que Alec aceptó gustoso–. Lo que quería decir era...

—Entendí –Alec repitió, sin aliento, con las mejillas ruborizadas, y unos ojos azules brillantes y un poco oscurecidos cuando sus párpados se deslizaron–. ¿Que si él viene regularmente? No, no lo hace –y ahí estaba la verdadera razón de su tristeza–. Como te dije, incluso de niño, él prometió, me prometió encontrar la cura y no volver hasta entonces. Se fue cuando yo todavía estaba en la enfermería, se fue antes de que yo tuviera fuerzas para decirle que no, se fue porque no podía seguirlo. Y ha cumplido. Él llama, a veces, de vez en cuando, pero no ha regresado. A veces creo que nunca lo hará. Es por eso que Izzy me convenció de... –él se había detenido ese momento, negando.

Y Magnus no preguntó porque Alec ya se veía tan roto y, además, se lo diría cuando quisiera, si quería.

Magnus sólo lo había apretado entre sus brazos, pecho con pecho, corazón con corazón, Alec encajando perfectamente ahí, sus cuerpos como hechos para el otro.

—Siento que te rompiera el corazón –Magnus había dicho. Porque era obvio que no había sido sólo la ceguera lo que derrumbó a Alec, fue el conjunto de su accidente, su parabatai abandonándolo, su familia haciéndolo a un lado, su gente creyéndolo incapaz desde ese momento.

Alec no lo negó, pero Magnus lo había sentido sonreír contra su cuello antes de que dejara un suave beso ahí, moviéndose más cerca, su corazón latiendo tan lento, tan tranquilo, mientras Magnus sentía el suyo acelerarse bajo la mano de Alec sobre su pecho. —Pero ahora estás tú y lo reparaste, me reparaste, más de lo que crees.

Magnus había tomado entonces su rostro entre sus manos, alejándolo un poco, deseando tanto que pudiera verlo, ver la verdad en sus ojos cuando lo decía: —Tú no necesitabas reparación, porque nunca has sido algo roto, Alexander Lightwood. Tú eres ciego, sí, un cazador de sombras especial que necesitaba un entrenamiento diferente por eso, pero nunca roto, cariño, nunca incapaz o defectuoso, amor.

Y es que con Alec las palabras llenas de cariño y sinceridad simplemente salían, afloraban de su pecho, de su alma.

Los de Alec habían estado muy abiertos, obviamente estaba sorprendido; aunque no lo había visto, le creía, porque lo sentía. Entonces había sonreído antes de abrazarlo de nuevo. —Justamente a eso me refiero, Magnus. Gracias.




Ese bello cazador de sombras especial que ahora se removía, todavía medio dormido, pegándose más a Magnus, buscándolo, necesitándolo un poco más cerca. Provocando que toda la furia y la tensión se esfumaran de su cuerpo.

—Mnm –Alec murmuró contra él, nada incómodo entre ellos, era como si llevaran durmiendo juntos toda la vida y no sólo unos días, era como si no fuera algo nuevo–. ¿Magnus?

Magnus lo había mirado. El cabello revuelto, las mejillas un poco enrojecidas, el parpadeo pesado por el sueño, y los labios hinchados formando un puchero mientras su ceño se fruncía al no recibir respuesta.

Sus manos buscaron a Magnus, haciéndolo retorcerse lejos cuando encontraron un punto débil ante las cosquillas.

Magnus se rió, regresando a él, su índice entre las cejas de Alec, quitando el fruncimiento, bajando por la línea de su nariz hasta delinear sus labios que terminaron curvandose en una sonrisa perezosa.

—Hola, mi bello cazador.

Alec había sonreído un poco más ante el apodo cariñoso, no quejándose por ese "mi"... Él quería ser suyo, quería que fuera posible, que nada se interpusiera entre ellos, él hablaría con Izzy este fin de semana.

—Hola –fue su tímida respuesta–. ¿Qué haremos hoy?

Magnus no lo había pensado, pero se le ocurrió de repente: —Hemos entrenado y tenido buenos resultados, podemos continuar mañana y la siguiente semana.

—Oh –la desilusión en Alec era tan evidente mientras se alejaba y perdía su sonrisa–, claro, si no puedes hoy...

Las manos de Magnus lo retuvieron. —No puedo, de hecho. Tengo una cita importante con un chico muy guapo...

Alec hizo una mueca. —Bueno. Yo estaré aquí, a menos que necesites que me vaya...

—En realidad sí necesito que salgas –Magnus lo atrajo hacia sí con más fuerza, cuando Alec se resistió a su agarre. Lo susurró a su oído: —Porque tú serías esa cita. ¿Quieres salir conmigo, Alexander Lightwood, como en...una cita?






CONTINUARÁ...

¿Cita malec 😻?

¿Cómo imaginan una cita malec en esta historia?

¿Qué les ha parecido el capítulo?

¿Creen que Alec por fin le dirá a Izzy? 🙈

Tengan en cuenta que la historia, en cuanto a tiempo, está organizada así 👇 (considerando el día 1 como si hubiera sido lunes), este capítulo es el jueves de la tercera semana, la cuarta es la última y será la más intensa porque Magnus descubrirá todo 💔😭

L1  M2  M3  J4  V5  S6  D7
L8  M9  M10  J11  V12  S13  D14
L15  M16  M17  *J18*  V19  S20  D21
L22  M23  M24  J25  V26  S27  D28

¿Ya listos para los capítulos más reveladores? 🙈 ya están por descubrir el plan de Alec 💔💔

Caecus amor (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora