31. Herido

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Alec estaba tan emocionado. ¡Podría volver a usar el arco de nuevo!

Magnus iba a ayudarle.

Magnus era lo mejor que pudo haberle pasado.

Magnus era tan bueno. No sólo como brujo, con su magia tan poderosa. Sino como persona, en su gran corazón, ayudando a Alec sin conocerlo. Y no sólo en un entrenamiento general que le permitiera volver a ser un cazador de sombras capaz, también en detalles tan importantes y personales.

<<Alec lo había comentado, de pasada, mientras descansaban después del entrenamiento cuerpo y cuerpo. Que él, de niño, antes del accidente, había amado la arquería, y era muy bueno en ello. -Pero nunca más podré volver a usar un arco. No sin ser un desastre y la burla de todos y una decepción aun mayor para mis padres.

-¿Por qué no? -la voz de Magnus sonaba realmente confundida.

Alec podía imaginárselo con el ceño fruncido. Casi deseó romper la distancia que los separaba y llevar sus dedos a la frente de Magnus, sentir su piel, confirmar con el tacto que había una arruga ahí, borrarla con suaves caricias...

-Podrías -había dicho Magnus, sacándolo de sus pensamientos-, y podrás. Vamos a hacerlo, Alexander...>>

-¿Listo? -la voz y la mano de Magnus sobre las suyas lo sacó de sus recuerdos.

Manos acarició sus manos -o tal vez fue imaginación de Alec- antes de poner en ellas el arco y el carcaj de flechas.

Los dedos de Alec acariciaron los objetos, con ternura, casi con cariño, como a un amor perdido hace tiempo y recuperado por fin.

Y la sonrisa de Alec hizo saltar el corazón de Magnus. El brillo en esos ojos azules ahora sin gafas que los ocultaran.

"Es él -pensó Magnus-. Tiene que ser él. No hay otros ojos iguales a esos". Por alguna razón, hace unos meses había empezado a soñar con Alexander Lightwood, incluso antes de conocerlo.

Tal vez podría pedirle a Cat que lo ayudara a averiguar la razón.

-¿Magnus? -aquellos ojos estaban fijos en él ahora, como si realmente lo vieran, hubo una tímida sonrisa-. Incluso si no funciona, quiero que sepas que te agradez...

-Va a funcionar -Magnus lo cortó, despejando con su magia lo más posible el espacio y cubriendo objetos importantes.

Él le había preguntado a Alec si podían usar la sala de entrenamientos del Instituto de su familia y, por alguna razón, Alec dijo que no.

Así que Magnus no insistió, tal vez quería que fuera una sorpresa para sus padres y su hermana.

-Esta bien. ¿Puedes tirar una flecha, cariño? Sólo quiero ver tu técnica.

Alec asintió. Acomodó el arco, dudó sólo un instante. Estaba en la posición correcta. Colocó la flecha sin fallar. Como si supiera cada movimiento de memoria, como si los años no lo hubieran hecho olvidar. La tensó y preguntó: -¿Hacia dónde?

-A donde quieras, Alexander. Tú sólo tira.

Alec lo hizo. La flecha se topó con una pared de magia y cayó.

-Muy bien, Alexander. No necesito ayudarte con eso. Sabes cómo hacerlo. Entonces... Voy a hablarte, mientras me muevo por el lugar, y tú vas a intentar darme. No te preocupes por herirme, voy a protegerme con magia, sin atacarte, sólo voy a crear escudos para que las flechas no me den. Así que hazlo con confianza. ¿Entendiste?

Alec asintió. Comenzaron. Alec falló las primeras veces. Tiraba a unos pasos de Magnus. O Magnus se movía... Pero, poco a poco, fue acertando, acercándose más al brujo, hasta que una de las flechas se detuvo justo en su pecho.

-Wow -Magnus se quedó sin aliento cuando la flecha cayó-. ¡Perfecto, Alexander!

Alexander sonrió, tan feliz y orgulloso. Después dudó: -¿No mientes para hacerme sentir bien?

-No sería capaz. Me habría dado en el pecho, Alexander. Tal vez directo al corazón. Ahora vamos a intentar sin que yo te hable, ¿está bien? Intenta escuchar mis movimientos y sentirme...

Fue un poco más difícil, pero, después de un rato, Alec lo logró.

¡Y estaba tan feliz! Él no era un inútil como su papá pensaba.

-¿Quieres que intentemos algo un poco más difícil o descansas y seguimos mañana?

Alec bebió de su agua. Se estiró. Frotó sus manos, sus hombros, y sonrió. -¡Lo intentamos! Dime qué.

-Tú ya reconoces mi magia. Voy a crear esferas de ella, tú debes sentirlas. De nuevo, no voy a atacarte. Sólo siéntelas e intenta darles.

Alec dudó. Eso sonaba más difícil.

-Si no quieres, no. Podemos intentarlo mañana o después. Ya hoy has logrado mucho, Alexander. Estoy muy orgulloso.

Pero Alec no quería decepcionar a Magnus. -Quiero intentarlo, al menos.

-Ok -Magnus lanzó la primera esfera.

Alec no le dio. Esta vez tardó más en acercarse. Podía sentir la magia, pero dudaba.

Pasaron minutos. Tal vez más de una hora. Sus brazos ya dolían. Magnus lanzó una esfera. Alec le dio.

¡Era la primera!

El "¡Sí!" feliz de Magnus hizo que la sonrisa de Alec fuera más grande.

Magnus se perdió en esos labios, en las mejillas ruborizadas por el esfuerzo, en el cabello húmedo, las gotas de sudor bajando por sus mejillas, el cuello, en aquellos brillantes ojos azules...

La esfera de magia flotó a centímetros de sus manos, pero no la lanzó. Y Alec orgulloso, feliz, lleno de adrenalina, disparó.

El quejido de Magnus cuando la flecha entró en su carne los sorprendió a ambos.

Magnus miró la sangre acumularse y fluir cuando arrancó la flecha.

Alec sintió su corazón y el tiempo detenerse cuando soltó el arco y corrió hacia Magnus. Donde sabía que estaba. No podía encontrar su voz para disculparse. No sabía dónde le había dado, pero se dio cuenta en ese momento de algo importante: no podía herir a Magnus sin herirse el mismo.

Su corazón dolía de pensar en Magnus sufriendo.

No podía seguir con su plan. No podía traicionar a Magnus.

CONTINUARÁ...

¿Qué les ha parecido este capítulo? ¿Se lo esperaban?

Caecus amor (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora