3. Magnus Bane

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Alec mordió sus labios hasta que probó su propia sangre. ¿Ahora qué decía? Él odiaba mentir, pero sabía que era totalmente imposible que Magnus aceptara si supiera las verdaderas razones. Era un brujo poderoso, el más poderoso según habían investigado, podría matarlo si quisiera, si supiera...

-¿Alexander? -la cálida mano del brujo en su brazo lo sacó de sus pensamientos.

Alec frunció sus labios. -Esto fue mala idea -repitió y se giró hacia donde la voz de Izzy se escuchaba.

-Entonces, ¿tú eres la señorita Loss? Soy Isabelle Lightwood, Izzy. Fui yo quien pidió esta reunión -ella estaba diciendo.

-Sólo Cat -una suave voz femenina le respondió-. Y sí, soy yo. Yo soy...

-¿Podrían dejarnos a Alexander y a mí solos un momento? -interrumpió Magnus.

Eso hizo que ambas mujeres lo miraran. Cat alzó sus cejas en una pregunta silenciosa e Izzy frunció el ceño, caminó hasta Alec, quedándose a su lado. -Yo puedo explicarte por qué Alec quiere ser tu aprendiz, Magnus. Él es un poco tímido.

Magnus contestó mirando a Alec. -¿Mi aprendiz sería él o tú? Porque si mi aprendiz no puede ni siquiera dirigirse a mí, esto no va a funcionar, querida.

-Pero...

-Pueden dejarnos, Izzy -dijo Alec, con un suspiro. Tenía sólo una oportunidad y no iba a dejarla ir.

-Vamos por un café a la cafetería que está en la esquina -Cat tomó a Izzy del brazo-, no tardaremos.

Magnus le sonrió. -¿Quieres sentarte, Alexander, mientras le explicas por qué un cazador...como tú quiere ser aprendiz de un brujo como yo?

Los labios de Alec se torcieron en una sonrisa. -¿Un brujo como tú? No sé cómo eres y no me importa. Necesito al mejor brujo y, según me dijeron, ese eres tú.

Magnus lo miró sorprendido. Si bien los cazadores eran todos unos arrogantes, y trataban mal a los subterráneos, también sabían apreciar la belleza física y esa la tenía de sobra y lo sabía. Más de un cazador lo había apreciado no sólo por su magia, era nuevo que a Alexander no le importara. Aunque lo entendía. Se rió por su estupidez.

-Claro. Perdón, se me olvida... Ah, disculpa -el Magnus que bromeó con Catarina sobre la ceguera del cazador ya no estaba, ella tenía razón, él no era así-. Perdón, es que nunca escuché de un cazador de sombras ciego, es decir, sí, de ti sí, pero...

-Debe ser porque no hay -dijo Alec, su ceño fruncido tras las gafas oscuras-. Generalmente no existe este tipo de daño permanente.

-¿Tus runas no ayudaron? ¿O los Hermanos Silenciosos? -preguntó Magnus, recordando cómo lo habían ayudado a él de niño.

Las comisuras de los labios de Alec cayeron, aquellos labios gruesos temblaron. Magnus no se perdió el movimiento. -No. Esto lo hizo un demonio mayor. Era una de mis primeras misiones, yo...yo me distraje por defender a Jace. Él estaba tan confiado que yo le creí. El demonio... -suspiró antes de seguir-. Él me lanzó algo, ardía, tanto, tanto, no podía tocarme si quisiera, pero fueron sus palabras las que me hicieron abrir los ojos. Era como si el tiempo se hubiera detenido, nadie hacía nada por parar el dolor o su voz, su voz... Y entonces todo se volvió negro, yo grité hasta que no supe más. Cuando desperté, estaba en la enfermería del Instituto, había pasado una semana. No volví a ver nunca más.

Alec y Magnus se quedaron en silencio. El brujo se acercó a él, tocó las gafas. -¿Puedo?

Alec dudó, todavía preguntándose por qué le había contado eso, hubiera bastado con decirle que fue un demonio. Ahora él creería que era débil. Magnus aprovechó para sacarle las gafas. -Abre.

Alec frunció sus labios y apretó los párpados antes de abrirlos. Magnus jadeó.

-¿Qué pasa? -preguntó Alec, sentándose mejor e inclinándose hacia adelante. Magnus se echó para atrás.

Tragó y miró hacia otro lado. -Nada. Me sorprendió el color de tus ojos. Siento mucho que te sucediera eso, Alexander. ¿Qué edad tenías?

-Doce, creo.

Magnus clavó sus uñas en su palma, tratando de no sentir compasión por el cazador. Todos sufrimos, se dijo Magnus, todos.

-Bien... Entonces...

Alec dio un salto cuando sintió algo cerca de su pie. Magnus se rió. -Es sólo Presidente. Mi gato.

Alec se relajo y sonrió, buscando con su mano. Magnus iba a advertirle que su gato era huraño y no le gustaban los extraños, pero el traidor ronroneo feliz ante el toque.

Magnus hizo una mueca. -Tus razones, cazador -volvió a preguntar.

Alec volvió a sentarse, no se había puesto de nuevo las gafas, aquellos ojos azules libres y fijos en Magnus, acarició a Presidente en su regazo mientras mentía: -Quiero aprender del mejor y ese eres tú. Tu magia es la más poderosa -bueno, todo eso era verdad, lo siguiente no-, me gustaría aprender de ti, Magnus, quiero volver a ser un cazador activo, quiero que dejen de verme con pena, que dejen de murmurar a mis espaldas, de considerarme inferior por ser diferente -una punzada de culpa lo hizo detenerse, estaba usando el propio sufrir de Magnus para convencerlo-. Quiero que me ayudes a usar mis sentidos restantes en una batalla, a cambio seré tu aprendiz, tu ayudante, haré por ti lo que necesites. Por favor.




CONTINUARÁ...

Caecus amor (Malec)Where stories live. Discover now