Capítulo 14

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—¿Qué he hecho? —balbuceo y escondo mi rostro entre mis manos, pero al ver la oscuridad, de inmediato me imagino a Camilo en mis piernas, con sus ojos bien abiertos y mirándome

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—¿Qué he hecho? —balbuceo y escondo mi rostro entre mis manos, pero al ver la oscuridad, de inmediato me imagino a Camilo en mis piernas, con sus ojos bien abiertos y mirándome.

Gimo y saco mis manos de mi rostro, empiezo a subir los escalones, retrocediendo de aquel cuerpo; lágrimas empiezan a correr por mis mejillas y el olor a sangre llega de inmediato a mi nariz, golpeándome con fuerza. Las manos de Khalid me agarran de las mejillas, haciendo que mis ojos tenga un único objetivo en la vista.

—Bonita reacción —murmura—, pero controla tus malditas emociones, él ya no está aquí —y una leve sonrisa aparece— lo has matado, bonita.

Sollozo cuando él menciona esas palabras y trato de alejarme de su agarre, pero él presiona con más fuerza, lastimándome.

—Schell —pronuncia sin apartar la vista en mí—, llama a Vogt, dile lo que ha ocurrido y necesito que envíe algunos de mis hombres, Tiburón masacró a unos cuantos —él me suelta y sin darme cuenta, estoy calmada, mi respiración es regular y mis lágrimas no caen como cascadas—. Ah, y coloca a un escuadrón bajo tu mando, bloqueen las vías de escape y busquen el maldito de Tiburón.

—Entendido, patrón.

El jefe de la mafia se gira y baja los escalones que había subido. Giles sale de la casa sin esperar otras palabras por él.

—Falkenrath, prepara un auto, saldremos dentro de diez minutos —un hombre de cabello rojizo sale de inmediato de la casa—. Adler, —se dirige a Levi— sabes lo que quiero.

Levi solo inclina un poco su cabeza y sale. Mi cuerpo se tensa un segundo al sentir unas manos agarrarme del hombro, al subir mi cabeza veo a la anciana Marta, con una mirada cálida y calmada.

—Le he preparado el baño —indica ella.

Mi rostro me vuelve a Khalid y ese tiene esa mirada perversa, trago con fuerza al sentir el asco asomarse por mi garganta.

—Te puedes ir, Marta —le informa—, yo me encargo.

—No —y le sostengo la mano a Marta—, no... no te quiero cerca.

—Bonita, soy tu esposo, es mi derecho.

—Dije que no —pronuncio sin titubear.

—¿Señor? —y mi corazón se detiene cuando Marta hace esa pregunta, cierro los ojos por un momento y contengo la respiración, «todos están bajo el control de este hombre» me digo al esperarme lo peor.

—Al parecer, ella no me quiere cerca, Marta —suelta con ese humor que cada vez me tiene enferma—, encárgate tú.

—Sí, señor.

La anciana me ayuda a ponerme de pies y subimos los escalones que nos quedan de la escalera; al entrar a la habitación, esta se encuentra en el mismo estado cuando entré, la puerta del baño se encuentra abierta y en ella la bañera lista para ser usada. Marta me ayuda a quitarme la ropa y me cubre la férula con algunas toallas. Mi cuerpo se hunde en agua tibia, donde mis músculos poco a poco se van relajando; Marta agarra una esponja y empieza por mi espalda, lavándola con cuidado, luego por mis brazos y dedos, hasta llegar a mis piernas.

Khalid CafieroWhere stories live. Discover now