Capítulo 40

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Poco a poco la noche va arrasando con el lugar, y mi mirada se encuentra aún en aquella almohada del centro, no había tenido la voluntad ni las ganas de sacarlo de su escondite y seguir viendo aquel contenido. Las pequeñas amenazas enfermizas de Khalid aún resuenan en mi cabeza y cada vez que doy un leve paso hacia la almohada me imagino horribles escenarios.

—Respira, Odette —balbuceo.

Doy tres pasos largos y al estar cerca de la almohada, dan dos golpes en la puerta, salto del susto y me giro al mismo tiempo en el que abren la puerta; se asoma el rostro de unas de las sirvientas.

—Entre poco la cena estará lista, señorita.

—Oh, gracias, ahorita bajo.

—El señor Cafiero desea verla en el pequeño vestíbulo.

Aquello hizo que mis pulmones dejaran de entrar aire y puede ver como mi alma sale de mi cuerpo, uno mis dedos y empiezo a jugar con ellos, para distraerme de las señales de alerta que indica mi cabeza.

—Bien —salgo de la habitación; la chica se aleja primero y de una manera rápida baja los escalones dejándome muy atrás de ella.

Al pisar el último escalón, a mi mano izquierda veo a la chica esperando a un lado de una puerta abierta y haciendo aquella misma reverencia. El resto de la cabaña se encuentra en silencio y todas las puertas que veo se encuentran cerradas, miro hacia arriba donde se encuentra una lámpara de araña iluminando lo suficiente en aquel lugar.

Camino hasta la puerta y al dar un vistazo a la habitación esta es pequeña, con algunas bibliotecas llenas de libros, dos sofás y una gran ventana donde se ven las luces que alumbran el camino de las otras cabañas. Khalid se encuentra sentado en una mesa de ajedrez, siendo él las piezas negras. Entro al vestíbulo y al estar a una distancia prudente de la entrada, escucho que cierran la puerta con delicadeza.

—Siéntate —indica él con un aspecto tranquilizante que me dio miedo.

Trago con fuerza y me acerco a la silla desocupada, me siento quedando al frente de él y siendo las piezas blancas de aquel ajedrez.

—Por ley del ajedrez, las blancas sacan primero.

Lo miro, miro las piezas y vuelvo a mirarlo.

—¿Sabes jugarlo, no?

Presiono con fuerza mis dientes y al no tener la suficiente noción de como jugar el ajedrez, muevo uno de los peones; él hace lo mismo. Muevo otro peón diferente.

—Vamos a tener una conversación civilizada ¿te parece? —habla mientras mueve su mismo peón.

Muevo el primer peón que moví al principio. No le respondo.

—Estoy de un buen humo ¿sabes? Y me entraron ganas de ser una persona civilizada...

—No sabía que los animales podrían ser civilizados —murmuro con mi voz fina.

—¿Qué dijiste?

—Nada —respondo rápido al pensarlo mejor. Levanto la vista y él me muestras sus dientes.

—Bien, como decía, quiero ser civilizado, así que vamos al grano —hace su movimiento— ¿qué estabas haciendo con la laptop antes que nosotros llegáramos a tu habitación?

Respiro por la boca y tardo un poco en responder, dejo que mi mente se ocupe en que otra pieza mover y al parecer, él también está muy pendiente del juego; hago mí movida con una de las torres.

—Quería ver si había internet.

—¿Y lo hubo? —hace su movimiento rápido con su alfil.

—No.

Khalid CafieroWhere stories live. Discover now