Capítulo 7

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Eliseo sale de inmediato al devolverle el celular, dejándome sola en la cocina con mis pensamientos a flote; me apoyo en la encimera, dejando que mi cabeza explote consigo misma a tal punto de empezar a dolerme. Una sombra hace que desvíe la vista y vea de nuevo a Levi y en sus manos tiene una pequeña caja, él sin decir nada, lo coloco a un lado de la encimera y se va con el mismo silencio, espero que pasen unos segundos y agarro la caja donde leo té verde, mi estómago ruge al leer aquello y de inmediato me pongo hacerlo.

Al terminarme el té salgo de la cocina y observo a cinco hombres sentados en los escalones de la escalera, hablando entre ellos en su idioma —que aún no logro en descubrir cuál es—, al verme, se hace un rápido silencio, ellos me siguen con la mirada y trato de no quitarle la vista al sentirme cohibida e incómoda; muerdo un poco mi labio y camino hasta que entre ellos puedo notar a Giles.

—¿Cómo sigue? —siento como mi garganta se atora al soltar aquellas palabras.

—Mal, lady —me responde cabizbajo—, la fiebre no baja y cada vez bota más sangre.

Escucho un ruido fuerte proveniente de arriba y al subir la vista veo como dos hombres se acercan con movimientos veloces a la escalera. Miro a Giles para esperar una respuesta, pero solo recibo una encogida de hombros; el ruido vuelve a sonar con más fuerza que nunca, haciendo que dé algunos pasos hacia atrás.

—Se vuelve loco cuando sale herido —murmura uno de ellos.

«Ni loca voy a entrar sola con él» envía mi mente, «deberías de aprovechar la oportunidad de irte de acá» y por un segundo aquel pensar no es del todo ignorado. Sin que ellos se den cuenta de mi presencia, poco a poco me voy alejando hasta salir de la casa, siendo abrazada por el frío asqueroso de la noche, me detengo por un momento al sentir mis ganas de estornudar, pero me contengo. Bajo los peldaños y hago como si estuviera viendo el cielo, visualizo a cada hombre y cada estúpido perro, que no me quita la mirada desde que salí; de repente, un auto se estaciona con violencia a unos pies de mí, veo como abren la puerta del piloto mientras deja el motor y las luces encendidas, noto como Eliseo se acerca con una bolsa blanca en su mano y en su mirada puedo ver algo de sorpresa.

—Por favor, sálvale la vida —me susurra, casi a una súplica. Cierro mis ojos por un breve momento, «estoy tan jodida».

La habitación es un desorden de pies a cabeza, lo único y casi estable es la cama, que al parecer Khalid se encuentra tan débil como para destruirla; el escritorio está hecho añicos, las cortinas están rasgadas como si un gato salvaje estuviera en él, algunos trozos de procelas y vidrios están en el suelo, y ciertas partes de una laptop; la puerta del baño está destruida por completo y puedo ver el lavamanos en el suelo roto, junto con alguna parte del inodoro. El ambiente es caluroso y el olor no es para nada agradable, me quedo tan tiesa en la entrada al no creer lo que Khalid hizo en su habitación, mis ganas de salir corriendo se hacen más grande y me maldigo por ser tan idiota en querer ayudar. «Soy tan idiota».

Khalid CafieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora