Capítulo 11

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«¿Qué? ¿Eso fue todo? ¿Qué dijo?», pregunta mi mente y siento como mis rodillas tocan el suelo, al no soportar mi peso, mi vista se queda en un solo punto, analizando lo que está ocurriendo; las palabras de Eliseo afirmando que Tiburón está aquí, ...

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«¿Qué? ¿Eso fue todo? ¿Qué dijo?», pregunta mi mente y siento como mis rodillas tocan el suelo, al no soportar mi peso, mi vista se queda en un solo punto, analizando lo que está ocurriendo; las palabras de Eliseo afirmando que Tiburón está aquí, hace que mi pecho duela.

—Necesitamos movernos —lo escucho a la lejanía.

«Tiburón está aquí» es lo que repite mi mente cada segundo. Hasta que siento que él se atraviesa y parpadeo varias veces hasta que levanto mi cabeza.

—Odette, tienes que ser fuerte, hay que movernos, nos están acorralando y si no hacemos algo nos matarán, ¿lo entiendes?

Los disparos vuelven a sonar, pero esta vez por algún lugar de la casa, lejos de nosotros; llevo mis manos a mis oídos y cierro mis ojos, pero las manos de él me sujetan las muñecas y me levanta de un solo movimiento.

—Vamos, hay que irnos. —Me hace caminar por el pasillo y al mismo tiempo Eliseo cuida de mi espalda y frente; al terminar el pasillo, dos personas caen de inmediato al recibir los disparos de Eliseo. Me hace una seña para no moverme y veo como él camina con cuidado hasta la entrada; mi vista viaja por aquellos cuerpos, noto como la sangre empieza a salir y como uno de ellos queda con los ojos abiertos.

Reprimo un gemido de asco y dolor; escucho un sonido suave y al levantar mi mirada de los cuerpos, Eliseo ha cerrado la puerta de la entrada, me hace una seña y de inmediato estoy en su espalda mientras él apunta hacia arriba subiendo con cuidado los peldaños de la escalera. Al llegar al primer piso, no noto señales de ninguno de aquellos hombres.

—Odette, necesito que te escondas en la habitación —menciona él—, bloquea la puerta si es necesario, pero no salgas de ahí.

«¿Qué?».

—¿Y tú qué harás?

—Trataré de defender el frente mientras llegan —dice al quitarse el arma que lleva en su hombro, siendo esa arma más larga que la otra, «puede ser una escopeta» habla mi cabeza al no conocerlo.

Coloco mis manos en la baranda y miro los dos cuerpos que se encuentra abajo; trago con fuerza y doy algunos pasos hacia atrás, mi respiración empieza a afectarme, ayudándome a respirar por la boca.

—Hey, hey, mírame —agarra mi barbilla con cuidado mientras mis ojos se cristalizan—. Escóndete bien ¿sí? Estarás bien, me aseguraré de eso.

Muevo mi cabeza varias veces sin estar en mis cinco sentidos. La puerta de la entrada se derrumba de un golpe, y cuatro hombres entran, con las mismas armas que Eliseo le quitó al muerto de la cocina; el mafioso se encarga de ellos en un parpadeo, sin darle mucho tiempo en prepararse.

—¡Odette, corre!

Mis pies se deslizan por el suelo hasta que me doy media vuelta y corro hasta la habitación, cierro la puerta de un golpe y de la desesperación empiezo a buscar algo para atravesarlo. Corro hasta el escritorio y lo voy empujando poco a poco, dejando que las patas de estas rallen el suelo; los disparos siguen sonando, pero las paredes amortiguan un poco el sonido, escuchándose a una distancia de donde estoy. El escritorio toca la puerta y al separarme de ella, los disparos cesan; escalofríos viajan por mi cuerpo al saber que el silencio es peor. Pero un silbido me congela por completo, el silbido se escucha tan claro y tan cerca de mí, que al girarme, veo a un hombre en la entrada del baño, su vestimenta es de una camisa hawaiana ancha con pantalones cortos que le llegan hasta la rodilla. Mi respiración falla. El hombre deja caer algunas joyas al suelo, dejando que estas se deslicen y algunas vibren hasta detenerse; él da unos pasos y de inmediato retrocedo.

Khalid CafieroDove le storie prendono vita. Scoprilo ora