Capítulo 37

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—¿Podemos tomar un descanso? —pregunto al detenerme y apoyar mis manos en mis rodillas, a unos pasos más están ellos, se giran y me ven—. Hemos caminamos, y estoy muy segura, por cuatro horas y medias, mi cuerpo necesita agua.

—Nosotros también queremos agua, Odette.

—Sí, pero estoy también muy segura que ustedes pueden aguantar un poco más, yo no estoy acostumbrada a esto.

Giles suelta una risita.

—¿Piensas que nos hemos aventurado varias veces por el bosque, lady?

—No lo dudo —comento y dejo que mi espalda se apoye en el tronco del árbol más cercano. Llevo mi brazo a mi frente y me seco el poco sudor que tengo.

—Iré a investigar un poco la zona, quédate con ella —dice Sebastián y antes de que Giles dijera algo, él empieza a colocar sus pies en movimientos.

—Lo siento —suelto a tener a Giles cerca—, es que en serio, desde que salí de aquel edificio me siento más cansada.

—Tranquila, es normal, has estado llena de adrenalina. ¿Te puedo preguntar algo?

—Claro.

—¿Qué hiciste para enfurecer a Addyn?

—¿Qué te hace pensar que fui yo?

Giles se encoje de hombros—. Sebastián y yo logramos entrar sin encender ninguna alarma, y la mayoría de las personas —se lo piensa mejor— robots, lo matamos antes de que alguna alarma sonara.

Hubo silencio.

—A demás...

—Le dañé uno de sus juguetes.

—Oh, le diste donde más le duele.

—Me lo imaginé —susurro y estiro cada una de las letras—. ¿Sabías de Julius trabaja para Addyn?

—¿Julius, tu pareja? —Asiento— sí.

—¿Y todo este tiempo era él? No mi padre, sino él.

—Sí.

—He vivido un infierno por su culpa, casi salgo muerta en varias ocasiones y aquella explosión...

—Sobreviviste. —Giles me interrumpe de golpe— sobreviviste a una explosión.

—Sí.

—Algo que no es normal en un civil común.

Mi estómago se afinca. Trago al escuchar aquello «algo que no es normal en un civil común».

—¿Qué tratas de decir, Giles? —lo miro a los ojos.

—Tú...

Se detiene de golpe y gira su rostro, hago lo mismo y solo puedo ver un camino solitario por donde habíamos pasado no hace mucho; vuelvo mi vista en Giles y este ha arrugado su frente.

—¿Qué pasa? —Pero mi pregunta tuvo su respuesta al escuchar el motor de una moto, luego el sonido se incrementa—. ¿Son ellos? —y tuve esperanza de sentirme a salvo.

—No.

Mi cuerpo se separa del tronco, y a una distancia está una moto detenida con una persona encima de ella, tiene traje militar y con un casco negro ocultando su rostro. Hace rugir la moto y se pone en movimiento; Giles me agarra pero no corremos.

—¿Qué haces? —el motociclista ya está alcanzándonos.

—Espera.

Al tenerlo casi cerca, Giles me empuja hacia adelante y de nuevo pude ver como todo sucede en cámara lenta; el motociclista sigue hacia adelante mientras nosotros le pasamos por un lado, al sentido contrario. Seguimos corriendo cuando dejamos al hombre detrás de nosotros y tomamos el este, introduciéndonos más a la arboleda, dejando poco espacio para maniobrar. Logro escuchar las motos acercarse, pero esta vez están distribuidas por todo el bosque; hago lo posible por mirar a todos lados, pero los troncos de los árboles hacen bien su trabajo en ocultar.

Khalid CafieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora