Capítulo 9

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«Han pasado tres días desde que me encerró en la habitación», comento mientras mi vista se encuentra viendo la ventana y como poco a poco se va aclarando ese cielo

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«Han pasado tres días desde que me encerró en la habitación», comento mientras mi vista se encuentra viendo la ventana y como poco a poco se va aclarando ese cielo. Mi cuerpo está tumbado en aquella enorme cama y fría. El malestar de mi muñeca ya no se siente como el primer día, de cierto modo, estos días encerrada he podido descansar mientras que mi cabeza iba a todo motor para planear un posible escape, pero esta vez, no sería por la ventana.

Me levanto de la cama y camino hasta las cortinas haciéndola a un lado y abro una de ellas, de inmediato la brisa de la mañana me recibe como una amiga agradable, mi cuerpo se sienta en la ranura de la ventana, mirando más allá del terreno. Para mi sorpresa, a una distancia prudente pude ver las tranquilas aguas de alguna playa, veo un camino se arena y de cómo las olas se van rompiendo al tocar la orilla; saboreo la tranquilidad que me da aquella imagen y mis ganas de ir hasta allá y sumergirme en ella. Bajo la vista, al escuchar los motores de los autos encenderse.

Los modelos de las camionetas no se me hacen reconocidas, son completamente negras y las puertas de atrás se encuentran abiertas, introduciendo varias cajas en ellas; visualizo a Levi montándose y acomoda cada una de las cajas, colocando algunas encimas y otras a distancia. Escucho la puerta abrirse y Marta entra con la comida de la mañana.

—Buenos días, señora Cafiero —anuncia cada día y tengo que tragar con fuerza el nudo que se me forma en la garganta y luego calmar mis nervios que se aferran en mi estómago.

—Buenos días, Marta —murmuro sin moverme de la ventana y siguiendo con mi vista a los hombres.

Escucho como la señora deja la bandeja en la misma mesa de noche.

—Hace un hermoso día, ¿desea que le escoja la ropa?

Suspiro al saber cuál será mi respuesta, es un diálogo que se repite cada mañana.

—Si gusta, sé que tiene mejores gustos que yo —respondo al darme igual la ropa.

Escucho su leve risa y camina hasta el armario, desvío mi vista en ella y evalúo todos sus pasos; abre las puertas del armario, se queda pensativa, se cruza de brazos y luego los baja y escoge la ropa, la mira por un breve momento y lo lleva hasta la cama; lo coloca en el único lado que no se encuentra desordenado y acomoda la otra parte de la cama. «Es el quinto día» me digo de repente, «han pasado cinco días desde que me secuestraron». Llevo mi mano a mi garganta y la aprieto por un momento al recordándome lo que me sucedió hace tres días. Marta me saca de mis pensamientos al verla entrar al baño y preparar mi bañera.

Al mover mi rostro a los camiones, estos se encuentran en marcha, alejándose de la casa. Marta me regala unas y dos palabras antes de salir de la habitación y pasar la estúpida llave en ella; arrastro los pies hasta llegar a la cama y lograr comer lo que puedo de aquella bandeja, luego agarro la ropa y me dirijo al baño. Cuando salgo del baño, detengo mis pasos al ver a Eliseo en la habitación, miro la puerta y esta se encuentra abierta en par, vuelvo mi vista a él, que me regala una leve sonrisa y a un lado de su labio inferior se encuentra hinchado y con una herida ya cicatrizando.

Khalid CafieroWhere stories live. Discover now