Capítulo 44

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Parpadeo unas cuantas veces hasta recuperar la vista, una preción extraña se encuentra en el puente de mi nariz, al subir mi mano siento una pequeña venda en ella. Giro mi rostro por ambos lados y me doy cuenta que me encuentro en una habitación calida y tranquila, con un silencio que al principio me agrada pero poco a poco me asusta, me desespera.

Me siento en la cama con cuidado y a un lado se encuentra una jarra de agua con su respectivo vaso, subo mi rostro al escuchar un ruidito constante y es de un ventilador de techo, haciendo que sus aspas hagan ese ruidito tan comun en ellos. La puerta de la habitación se abre.

—Oye, despierta —comenta Teresa en la puerta, pero sin ver en el interior de la habitación—, sí, ya lo sé, Joyce —contesta antes de girar su rostro y verme sentada en la cama—. Al fin.

—¿Teresa?

—La misma de siempre —responde al dejar la puerta abierta y acercarse—. ¿Ya has tomado agua?

Niego y veo como ella sirve un poco en el vaso, me extiende el vaso y lo acepto con un poco de desconfianza.

—¿Qué haces aquí?

—Bueno, esa pregunta es muy compleja para responder —se sienta a una esquina de la cama.

—Creo que tenemos mucho tiempo.

Ella suelta una risa—. Tiempo es lo último que tenemos.

Aquello me agarra de malas.

—¿En dónde estamos? ¿En Honolulu?

Teresa de mira.

—¿No recuerdas lo que pasó?

—Solo recuerdo que tú me sacaste del auto.

—Sí, después llegaron más de ellos —aclara—, pero logramos salir de Honolulu.

Cierro mis ojos y puedo sentir esa esperanza y parte de la tranquilidad, vuelvo a respirar con profundidad y abro los ojos. Teresa se levanta de la cama.

—Vamos, ponte de pies, Joyce necesita... necesitamos hablar contigo.

Antes de hacer a un lado las sabanas, veo debajo de ellas y me encuentro llevando el mismo pantalón deportivo; me levanto de la cama con un poco de dificultad en mis piernas pero ella me sostiene al ver que caigo a la cama.

—Con calma.

—¿Qué hora es? —Pregunto al sentir como los dolores aparecen en mi cuerpo.

—Las ocho —menciona, la miro y por un momento todo aquello me es un déjà vu—. Dormiste casi cuatro días, ¿y sabes que hablas dormida?

No respondo y salimos de la habitación, bajamos por unas escaleras que muestra de inmediato la cocina y luego una sala; en la cocina se encuentra una mujer picando algunos vegetales, dándonos la espalda mientras que una olla empieza a hervir por el humo que sale por un lado.

Teresa me sostiene del brazo y me jala con cuidado a la salida. Al salir puedo ver el lugar un tanto diferente, muestra una amplia vegetación por todas partes y en ellas resalta ese color ladrillo en los techo de cada casa que se logra visualizar, la brisa es cálida mientras que el aire tiene un olor particular, como si estuviera en casa.

—¿En dónde estamos?

—Un bonito lugar, ¿no? —aquella voz viene de mi lado izquierdo, donde puedo ver a Joyce sentado en una silla de madera, leyendo un periódico mientras tiene su taza a un lado de la mesa, los otros franceses se encuentra en otra mesa, comiendo en silencio—. Bienvenida a la Colonia Tovar.

Khalid CafieroWhere stories live. Discover now