Sustitutos.

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PEETA.

Odiaba separarme de ella, pero tenía que hacer algunos recados. Tenía planes, que incluían favores y provisiones. Oí su respiración incluso cuando movió con pereza la cabeza hacia un lado. Cogí el cuaderno y lo puse en la mesa a su lado. No me molesté en echar un vistazo a la misteriosa lista que escondía en su interior. 

Ya lo había hecho. Puede que fuera un idiota por no respetar sus deseos, pero tenía buenas intenciones. Quería hacer realidad todos y cada uno de sus deseos — menos el que le había prometido que nunca sucedería. No podía evitar querer sorprenderla un poco por el camino. 

Acostado aquí en la cama mientras ella creaba una visión de los dos caminando por los prados de Irlanda, había tenido una idea. 

Un sustituto. 

¿Y si pudiera hacer lo mismo con más de sus sueños? 

Estaba allí encerrada entre los muros de este hospital, pero eso no significaba que tuviera que estar encarcelada. 

Así que, mientras tenía los ojos cerrados, le eché un vistazo a su lista. 

La respetaba lo suficiente como para no mirar la parte superior de la lista. Sabía que el número uno estaba fuera de mi alcance y, para ser sincero, quería que lo compartiera conmigo cuando estuviese preparada. Obviamente, era muy importante para ella. Por tanto, en el vistazo de cinco segundo que le di mientras tenía los ojos cerrados y su mente cruzaba el Atlántico, encontré mi primera sustitución. 

Y ahora, tenía una misión. 

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  — Estás loco. 

Annie se echó a reír después de que yo le contara mi plan para la noche. Estaba detrás del puesto de enfermeras, revisando historiales y haciendo anotaciones en el ordenador.  

Me incliné hacia delante y sacudí la cabeza al ver su ridículo atuendo. Ese día llevaba una bata de Minnie Mouse. Cada Minnie repartida por toda la bata llevaba a su vez puesta una pequeña bata de color rosa. Era nauseabundo, pero a ella le sentaba bien. 

  — No eres la primera persona que me lo dice hoy. ¿Me ayudarás?— le pregunté. 

— Haría cualquier cosa por Katniss. ¿Qué necesitas?

Repasé mi plan y vi cómo sus ojos se iluminaban y se suavizaban. Asintió y me ofreció su ayuda en lo que podía. Me fui unos minutos después, listo para abordar mi próxima tarea. Estaba agradecido de que Katniss tuviera una amiga tan increíble como Annie. 

Apenas había avanzado por el pasillo cuando oí que alguien me llamaba por mi nombre detrás de mí. Me giré y vi a Portia y su traje de lana siguiéndome de cerca. 

— Peeta, eres justo la persona que estaba buscando. ¿Quieres dar un paseo conmigo hasta mi oficina?— me preguntó mientras se tiraba de el dobladillo de la chaqueta. 

— Por supuesto, pero sabe que ahora mismo no estoy de servicio, ¿verdad? 

Se fijó en mi atuendo y asintió con vacilación. 

— Sí, lo sé, pero me temo que no puede esperar. 

Mierda. 

La seguí hasta el ascensor desde donde iniciamos un silencioso y torpe paseo hasta la planta donde estaba ubicado el departamento de Recursos Humanos. Cuando la puerta se abrió, le hice un gesto para que saliera primero, y yo la seguí detrás. Mi mente volaba desenfrenada mientras pensaba en mi comportamiento nada ejemplar de los últimos días. 

Vivir (Evellark)Where stories live. Discover now