Enamorarse.

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PEETA.

Resultó que nuestro primer intento de hacer una pizza salió bastante bien a pesar de varias salidas en falso y unos cuantos bloqueos. Cuando saqué la pizza del horno y me fijé en la corteza perfectamente cocida y en el queso tostado, también me di cuenta de otra cosa: Katniss y yo formábamos un buen equipo. 

No me había esperado algo así de nuestra pequeña aventura. Había planeado la tarde como una forma de pago. Tenía una deuda con la mujer que tenía delante. Puede que ella no fuera consciente o no lo entendiera así, pero yo sí, e iba a hacer todo lo que estuviera en mi mano para asegurarme de que su vida fuera mejor a partir de ese momento. 

Lo que no había planeado era disfrutar tanto del tiempo que pasé con ella. Desde que la había pillado lamiéndose los dedos cubiertos de chocolate, de verla reírse como si nadie la estuviera mirando, me había sentido intrigado. Cuando más tiempo pasaba con ella, más mi fascinación se convertía en algo genuino. 

No era simplemente una deuda o una obligación. Realmente me lo pasaba bien con ella.

Todo había sido como si yo hubiera estado bajo tierra durante años, encerrado en una celda creada por mí mismo, incapaz de liberarme. Después de conocer a Katniss, sentí que las cadenas se derretían, y por fin salí a la superficie para disfrutar de mi primer vistazo cegador de sol.

Katniss era el sol, y yo estaba cegado por su presencia pura y calmante. 

Sabía que era egoísta por mi parte desear su compañía simplemente para llenar un vacío en los restos de mi corazón, pero por primera vez en tres años, sentí un atisbo de esperanza en mi vida. Después de todo lo que había pasado con Madge y su familia, estaba seguro de que mi vida se había terminado, de que no sería mas que un cascarón vacío que recorrería aquellos pasillos para toda la eternidad. Pero si todavía quedaba algo de esperanza en mi interior, quizás la amistad con Katniss era exactamente lo que necesitaba.

Katniss parecía estar siempre un paso por delante de mí, y buscó un cortador de pizza en los cajones de la enorme cocina, hasya que lo encontró. Lo alzó con la clara intención de hacerle daño a nuestra pieza maestra casera.

  — Espera, espera, Chucky. ¿Por qué no me das el objeto afilado y yo corto la pizza? Preferiría no devolverte al doctor Haymitch con un dedo menos. 

Alzó las cejas en un gesto de desafío, pero me entregó la rueda mortífera sin problema. Cruzó los brazos y eso juntó sus pechos bajo el suéter de color azul oscuro. Me quedé en trance, y la respiración me faltó de repente. Cerré los puños a los costados, y aparté la mirada con rapidez.

¿Qué coño ha pasado?

Prefería hacer caso de la obvia confusión de mi cuerpo y me concentré en cortar la pizza. Segundos más tardes, puse un trozo en cada plato. Se volvió a sentar en la silla de ruedas al lado de la encima y yo me senté en un taburete escalera. 

  — Es perfecta— dijo después de tomar el primer bocado.

Parecía cómoda y tranquila, reclinada en la silla de ruedas y con los pies apoyados en el borde mi taburete. Era lo más relajada que la había visto nunca, al menos, conmigo cerca.

Tomé mi primer bocado, y me sentí realmente sorprendido.

— Oh... vaya. ¿Qué te parece? Sí que está buena.

  — Entones, ¿eso significa que vas a hacer pizzas por tu cuenta a partir de ahora?—  me preguntó antes de llevarse la servilleta a la comisura de los labios.

— Joder, no. Tengo que ayudar al repartidor de pizza a pagarse la universidad. Además, no tendría ayudante de chef. 

Nada más decirlo, me vino a la mente la imagen de Katniss en mi cocina riéndose con la nariz y las mejillas machadas de harina mientras yo me colocaba detrás de ella para rodearle la estrecha cintura con los brazos antes de besarla en el hombro. 

Vivir (Evellark)Where stories live. Discover now