Liliana interrumpió lo que iba a decir. Una sonrisa pintada en sus labios.

     —¿Todo está bien, dices? Yo no estaría tan segura.

    Él frunció el ceño y la miró.

     —¿Qué?

     —¿Viste al hombre que está con Lucía? Hablé con él, y, ow, ¡es tan lindo!

     Los ojos de Nicolás se oscurecieron, y ella sólo decidió no detenerse.

     —Es lo que no eres; un amor de persona.

     —Amor... —intervino una vez más Leo, sujetándola del brazo.

     —No la perderé —dijo Nicolás con voz decidida, fría.

      Liliana lo conocía, conocía esa mirada... Eso no significaba que pararía.

    —Me da tanta ternura tu seguridad, pero Jorge da más ternura. Él, tan lindo como es, en un cerrar y abrir de ojos ya tendrá a Lucía más pegada a él de lo que un día tú la tuviste.

    Y pronto, Nicolás se fue.

    A pesar de sus palabras, Liliana sabía que él cumpliría con lo que dijo.

     Nicolás Cavalier la amaba, y haría lo que fuera para no perderla.

    No se le tenía miedo por nada.

🔸🔸🔸

     Hanna estaba esperando que llegara la visita que le habían mencionado anteriormente. Estaba impaciente, ansiosa, mientras contaba en su mente los segundos, los minutos, desde que fue llamada.

     Necesitaba ver a su sobrino y pedirle disculpas, hacerle saber que aprendió en ese infierno lo mal que estuvo lo que hizo; lo arrepentida que se sentía.

     La puerta se abrió y sus ojos se posaron en quien acababa de entrar; sentimientos de felicidad y miedo la inundaron al instante.

      —Carlos —dijo, con los puños apretándose en sus rodillas.

     —Madre...

     La mujer lo siguió con la mirada hasta que se sentó frente a ella. Lucía diferente, algo estaba mal con él.

     —Hijo...

     —Los maté, madre —soltó. Una sonrisa apareciendo en sus labios de manera tétrica—. También maté a un perro.

      Las palabras, su expresión, sus movimientos; todo ello le aterró más de lo que debería.

     —Carlos, hijo...

     —Ya no habrá más temor —Asintió repetidas veces—. Ya no hay nada que arruine lo que planeamos.

      Iba a decir algo, pero él no se lo permitía.

     —Con el dinero de mi primo, te sacaré de aquí, y-y seremos otra vez las personas intocables que siempre hemos sido. Nosotros seremos...

      La mujer lloraba, y Carlos no entendía.

     —¡No llores! —exclamó—. Madre, hice lo que me pediste. Ya no hay que tener miedo, ya...

Vendida A Un Playboy © | Libro 1&2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora