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[Escribo también sobre los personajes secundarios, porque también son importantes, y necesitan saber qué pasa con ellos]
-Ally.

🔸🔸🔸

Hanna corrió desesperada, hasta que fue atrapada por uno de ellos.

     —¡Carlos!

     Él, en su lugar, resopló.

     —¿¡Qué parte de 'no he terminado' no entiend-

     —¡Acábala! —La voz se escuchaba cada vez más lejana.

     Y después de eso, no se escuchó más. Algo no estaba bien. Con velocidad se acomodó y, sin ni siquiera lavar, salió del baño, de la casa. Observó a su madre, la cual era adentrada a una patrulla...

     —¡Madre! —Ésta lo miró, y comenzó a forcejear hasta que se zafó del agarre. Pronto, corrió hacia su hijo, su respiración irregular, su corazón retumbante. Se posicionó frente a él y le susurró algo.

     —¡Captúrenla! —ordenó un uniformado. Y lo hicieron.

    Se la estaban llevando, pero Carlos Cavalier no hizo nada para detenerlos. Su expresión preocupada se había transformado en... nada, dada su cara pétrea. Los ojos azules pasaron de aturdidos a fríos mientras observaba, sin moverse un poco, al auto de la patrulla alejarse. El viento de la mañana helada movió su cabello castaño oscuro, y una hoja llegó hasta allí, se quedó allí, hasta que un nuevo soplo de aire causó que buscara otro destino.

     Pasado un largo lapso donde imitó a una estatua, apretó los puños y finalmente accionó. Tenía una misión; Hanna había sido muy clara en el poco tiempo que se acercó a él:

     —Acaba a Lucía, hijo.

     Y no buscaría a su madre, hasta que lo hubiese cumplido.

🔸🔸🔸

     —Ay, Lucy, no seas aburrida —se quejó Natalia haciendo un puchero, pero Lucía sólo negó con la cabeza.

     —Hazlo por mí, por Sandra; tu amiga favorita —La miró por unos segundos y volvió negar. Sandra la miró mal—. Me dueles.

    Natalia resopló.

    —¿Por qué no nos quieres acompañar a la discoteca?

     Relamió sus labios y siguió con su trabajo... evitando ver a Natalia y a Sandra.

     —No quiero. No pueden obligarme.

     —Lucy, no seas así.

      La mencionada suspiró y giró a verlas. Ambas, estaban con sus mejores ojitos de cachorrito.

     —No voy-

     —¡Hola! —Las tres pegaron un respingo en su lugar.

     —¡Nos asustaste! —exclamó Sandra irritada, manteniendo una mano en su corazón.

     —Perdónenme —murmuró avergonzado, viendo fijamente a una de ellas.

     Natalia rodó los ojos y lo miró.

     —Está bien —Sonrió con malicia—, Jorgito.

Vendida A Un Playboy © | Libro 1&2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora