022

254K 18.5K 7.9K
                                    

[Actualmente]






—¿No crees que ya es mucha ropa?

     Ante aquella súbita cuestión, Hanna lo observó y frunció el ceño.

     —Hay dinero, no quiero tus lloriqueos —Siguió escogiendo ropa.

    Carlos hizo una mueca.

     —Pero ya estoy aburrido.

     Ella resopló, mientras trataba de decidir entre el vestido gris y el de color índigo. Se decidió rápidamente por... los dos. Contestó pronto:

     —Te di la vida, ¿crees que no me aburrí todo ese tiempo con dolores?

     —Ya.

     —¡Lo captaste! —Sonrió—. Para que veas que soy buena, acabaré con tu martirio —Rodó los ojos—. Ten, paga —Le entregó la tarjeta y éste obedeció.

     Volvió pronto con la cabeza gacha, observando con atención la tarjeta.

     —Madre...

     —¿Ya podemos irnos? Tengo ganas de ponerme este ves-

     Carlos fijó sus ojos azules en la prenda que había alcanzado a señalar.

     —No nos llevaremos nada.

     Hanna lo observó con horror.

     —¿Qué? —Rio—. Hijo, no quiero bromas.

     —¡No bromeo!

     —No me levantes la voz —dijo entre dientes. Luego se cruzó de brazos y lo miró—. Explícate.

     —Tu tarjeta, la mía... no funcionan.

    Parpadeó.

     —Eso es absurdo.

     —Es cierto.

    Frunció el ceño; su hijo estaba indudablemente serio.

     —Carlos... dime que es mentira.

     —Ya te lo dije, intenté varias veces; pero las tarjetas no sirven.

     La mayor suspiró.

     —Después lo arreglamos —Estiró su mano y movió sus dedos—. Dame lo que tengas.

     —¿¡Qué!?

     —Carlos, no seas llorón. Dame tu dinero.

     —Pero no tengo nada.

     —No acabes con mi paciencia —advirtió—. Dame el dinero.

     —¿Por qué no me crees? De verdad no tengo nada.

Vendida A Un Playboy © | Libro 1&2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora