Epílogo

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4 de Julio 2018

Admiramos el atardecer que cubría la bella ciudad.

Estaba acurrucada en su regazo mientras la sombra del gran árbol en que nos apoyábamos nos cubría.

Deseaba sorprender a Steve hoy, pero él fue quien me sorprendió a mí sugiriendo escapar todo el día.

Lo hicimos, sin avisarle a nadie, sin llevar nada con nosotros más que la motocicleta de Steve y un par de cosas.

Solo los dos.

Era un momento perfecto y esperaba que lo fuese para Steve, hoy que era su cumpleaños.

Sí, hoy este hombre cumplía un centenario. ¿Debía sentirme rara? Tal vez un poco, pero la verdad no me importaba en absoluto puesto que mi amor por él no conocía de razones, era completamente infinito.

Nuevamente cometimos locuras, pasamos el día juntos nadando en el lago ¿Adivinen cómo? En ropa interior.

Creo que yo era una mala influencia para él...

No podía creer que ya hubiese pasado un año.

Un año realmente juntos como pareja, un año lleno de altos y bajos. Hemos sabido enfrentar todo lo que nos impide estar juntos, inclusive al creer que todo está perdido. Nuestro amor era mucho más grande y cada día crecía aún más.

—Esto es bellísimo—dije.

—Tú eres bellísima—dijo Steve besando mi coronilla.

Sonreí y me coloqué frente a él poniendo cada una de mis piernas en sus laterales.

Abracé su cuello mientras él hacía lo mismo con mi cintura.

Comencé a repartirle besos en los labios, la frente, las mejillas y las orejas.

— ¿Listo para tu regalo de cumpleaños, hombre de 100 años de antigüedad? —le murmuré seductoramente.

Él rió más que nada por mis últimas palabras.

—Creí que tú eras mi regalo de cumpleaños.

Moví mis manos hacia el cuello de su playera.

—Hmm... ¿Entonces por qué no me quitas la envoltura?

Steve sonrió de manera juguetona.

—Si usted me permite, señorita...

Me mordí el labio inferior y volví a besarlo esta vez con más intensidad. No importaba donde estábamos. Nos deseábamos aquí, ahora.

Pasé mis manos por debajo de su playera y sentí sus abdominales. Lo disfruté como si tuviésemos todo el tiempo del mundo.

Entonces le quité la playera y dejé que él tomara mis brazos sin dejar de besarme para que me quitase la blusa.

Seguimos con el proceso de hacer lo que mejor sabíamos. Nos acariciamos y tocamos detenidamente, sin prisa.

Siempre que pasaba el deseo me carcomía y a pesar de comenzar de manera lenta terminábamos controlados por la ansiedad y urgencia de unirnos otra vez.

Esta vez no fue la excepción.

No dejábamos de besarnos mientras yo bajaba hasta su pantalón para ayudarle a quitárselo sintiendo de nuevo como su miembro llamaba por mí. Reí entre besos y dejé que él me quitara el short negro que estaba usando.

Ahora solo quedaba algo que estorbaba.

Steve dirigió sus manos hasta los seguros de mi sujetador y me despojó de él.

De nuevo se tomó su tiempo para tocarme y besar cada rincón de mi cuerpo haciéndome sentir de nuevo desesperada por quererlo dentro de mí.

Me recostó sobre el pasto y bajó sus manos hacia mis bragas deshaciéndose de ellas.

Fue entonces mi turno.

Mi respiración se acortó entre suspiros al sentirlo presionando cada vez más contra mí.

Steve me miró a los ojos sonriendo y plantando un beso en medio de mis pechos. Volvió a mirarme dándome aviso previo. Sonreí y llevé mi mano hacia su pecho.

— ¡Espera! —dije riendo.

—Mi amor... no me hagas esto ahora... necesito de ti... —murmuró ansioso, y es que muchas veces lo había hecho dejar de besarme cuando la situación se ponía intensa porque surgían otras cosas.

—Lo sé amor, pero nos olvidamos de algo...—levanté una ceja esperando que me entendiera, pero al principio no lo hizo, sino que frunció el ceño.

— ¿Qu...? Ah sí... claro...—plantó un tierno beso sobre mis labios y después de algunos segundos regresó ya con un preservativo puesto.

¿Qué? Soy calenturienta... no tonta...

—Eres muy lista.

—Lo sé—alardeé.

Mientras él nos cubría con una manta, volví a acercarlo a mí haciendo que me besara.

Entonces se introdujo en mí dándome de nuevo aquel placer del cual nunca tendría suficiente. Siempre querría muchísimo más de él.

Gemí rogándole más, concentrándome en la manera en que él encajaba en mí y cómo éramos uno solo.

—Te amo—gimió embistiéndome.

—Yo te amo a ti—le respondí acariciándole la mejilla y quedando encima de él moviendo mis caderas mientras él estaba dentro de mí.

Lo único que podía escuchar eran nuestros jadeos, nuestros gemidos, la adoración de ser el uno del otro.

Me llevó hacia el cielo y me dio las estrellas y el universo entero.

Llegamos hasta el límite y volvimos a ceder el uno ante el otro con gemidos mucho más intensos y gritando el nombre del otro.

Me recosté en su pecho y él abrazó mi espalda acariciándola.

De repente sonrió, como si se sintiese elocuente por un segundo.

— ¿Qué? —pregunté.

—Amelia... cásate conmigo—soltó de repente.

Al principio me pareció una broma, pero al ver su mirada supe que no lo era para nada y me desconcertó oírlo.

El matrimonio no era una cuestión por la que me desviviera todos los días, pero Steve era el amor de mi vida y yo era feliz cada instante que compartía a su lado.

Por él era capaz de todo, inclusive de dejar atrás ciertas ideas que en realidad me aterraban.

Sabía que era una decisión elemental en mi vida y también que no necesitaba de un papel para demostrar el amor que le tenía a Steve, pero sí él deseaba esto...

—Sí—respondí devota.

— ¿Qué? —preguntó Steve algo incrédulo.

— ¡Sí! ¡Me caso contigo! —exclamé yendo directo a sus labios para besarlos y sentirlo corresponderme con la misma pasión.

Esta decisión era de nuevo la promesa de estar juntos para toda la vida. 

My Infinity [•Steve Rogers•] ●Resubida●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora