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- vamos, pasa -dijo la rubia, cortando el teléfono a su hijo, quien le gritaba desaforado a su madre. Ella dejó su celular en su bolsillo del pantalón y puso su mano en el hombro del chico y lo hizo pasar.- ¿cómo llegaste aquí? -le dijo con una sonrisa, sacando la mochila que llevaba en su espalda dejando esa a un lado.

- me fui acordando de las calles -dijo él, tomando su mochila y abrió esa, sacando la última botella con agua que tenía con algo de líquido, destapó esa y tomó lo poco que le quedaba, agitándola para tratar de sacar las pocas gotas que tenía, volvió a taparla luego de eso y la dejó en su bolso, suspirando un poco.

- Eijirou vive bastante lejos de acá, ¿por qué llegaste aquí? Está preocupado -dijo ella, caminando con él a la cocina donde la señora terminaba de preparar Katsudon- siéntate ahí, tienes quemaduras feas, el sol estuvo fuerte hoy -dijo ella con dulzura, escuchando como su marido bajaba la escalera y luego iba donde ellos, riendo un poco al ver al pecoso todo rojo y sentado.

- ah, ya llegó, volveré a ponerle la pijama -dijo con tono cómico, caminando a acariciar los rizos del menor- bienvenido a casa, Midoriya -le dijo de forma amable y luego volvió a subir, ya más calmado.

- ¿podrías traerme la crema de aloe vera que tengo arriba y mi cintillo? -dijo la señora sonriente a su marido, este le asintió y subió por las escaleras, ella revisó la comida y al verla lista, preparó un plato y lo dejó junto a los palillos en frente del pecoso, quien ladeaba la cabeza.

- ¿qué es? -dijo con poco confundido, ladeando su cabeza y tomando los palillos. Inhaló rápidamente y su estómago hizo presencia al aparentemente recordar que no había comido nada desde antes de haber ido a ver a Kacchan, se lamió los labios al ver la cantidad de cosas que estaban en el tazón y se veían deliciosas, pero su nariz no era capaz de poder reconocer los olores que el rodeaban, siguió olfateando con decisión por unos segundos antes de alzar la cabeza y ver como la mujer le miraba enternecida.

- es katsudon con la receta de mi abuela, así que disfrútalo -dijo, recibiendo la crema y el elástico que le había traído su marido, mientras el chico miraba con indecisión el plato, la mujer colocó el cintillo en el cabello del menor para mantenerlo lejos de su rostro y luego abrió la crema, sacando un poco y luego la dejó en el rostro del niño a suaves toques, comenzando a esparcirla sobre las zonas rojas.

Kirishima manejaba con nerviosismo mientras pasaba por su cabeza mil y un imágenes de lo que pudo haberle pasado a su niño, no queriendo pensar en nada malo. En cuanto llegó a la vivienda, se bajó del auto luego de apagarlo y caminó a la casa, tocando la puerta con insistencia, a los segundos le abrió su padre, quien se estiró a besar la frente de su hijo.

- están en la cocina, ve con calma -dijo mientras veía a su hijo sacarse los zapatos y colocarse zapatillas aptas para andar en la casa. El pelirrojo casi corrió a la cocina y suspiró al ver al pecoso sentado, comiendo con mucho ánimo un plato de comida mientras que tenía su rostro y brazos cubiertos con una crema.

- Midoriya! -gritó con molestia, frunciendo su entrecejo frente al joven y este saltó, haciendo volar los palillos por los aires y vio como los ojos esmeralda se clavaron en el carmín y antes que se diera cuenta, tenía al pequeño abrazado a su pecho, primero nervioso y luego llorando a mares, apoyando su insolado rostro en la camisa del peliteñido.

- l-lo lamento! -gritó entre llantos el pequeño, apretando sus brazos alrededor del pecho de Eijirou, haciendo que este se quejara un poco ante la fuerza que ejercía- Kirishima, perdón -le gimoteó un poco, sollozando suavemente en lo que apretaba sus brazos y hundía su rostro en el mayor. Inhaló hondo en su ropa y pudo sentir como su cuerpo se relajaba ante el olor, sintiéndose protegido casi al instante.

- Mi-Midoriya -dijo en un quejido, haciendo que el pecoso que ahora tenía su rostro tan rojo como un tomate le soltara y trastabillara un poco, jadeando de manera suave- ¿estás bien? -le susurró, apoyándose en una silla para poder recuperar el aire, el rizado le asintió con su cabeza, haciendo que el adulto sonriera y le mostrara sus afilados dientes- entonces te perdono, todo está bien -dijo y estiró sus brazos, haciendo que el menor caminara donde él y apoyara su rostro en el pecho nuevamente, dejándose abrazar por el ojicarmín.

Se quedaron unos minutos abrazados, minutos que les parecieron una eternidad y a la vez muy poco tiempo. Deku tenía su oreja en el pecho del peliteñido, sintiendo el corazón palpitar con suavidad y dulzura, Midoriya lamió sus labios un poco y cerró sus ojos, permitiendo así que su cuerpo se calmara ante los suaves latidos. De forma repentina, vino a su cabeza como un relámpago esa primera vez que se acostó con Bakugou y como este lo acunaba contra su pecho esa misma noche, permitiendo así que la oreja del peliverde escuchara los latidos; pero Izuku sentía que había algo distinto.

Tal vez era la costumbre, tal vez era su corazón roto, tal vez era la necesidad de cariño, pero por primera vez Deku no quiso separarse de Kirishima, quería seguir ahí, escuchando el palpitar de su corazón, sintiendo el olor fuerte de su perfume y la loción que ocupaba, quería seguir teniendo su mejilla contra la tela de la camisa.

- Eijirou, hice katsudon -dijo la voz de la madre de Kirishima, irrumpiendo en la cocina con dulzura y forzando a Deku a abrir sus ojos, separándose suavemente del pecho del mayor, bajó su joven mirada al piso y sin quererlo, se sonrojó al darse cuenta de que no quería separarse y si hubiera tenido la oportunidad de faltarle el respeto a la señora, se abría quedado ahí.

- ¿tienes hambre? -le preguntó con dulzura, poniendo su mano en la mejilla de Midoriya y acariciando esta con dulzura, Deku subió su mirada a la del contrario, dejando que ambos colores se mezclaran con fiereza en el extraño ambiente que creaban cada vez que se miraban a los ojos de forma fija. El menor le asintió con la cabeza mientras se sonrojaba y se daba vuelta, tomando los palillos que habían caídos y volviendo a sentarse.- yo creo que también comeré -dijo el mayor sonriendo de manera traviesa a su madre, quien se rió gustosa antes de tomar el plato ya sucio y buscar otro limpio para su hijo, omitiendo que ese sería el cuarto plato de sopa que se comía el menor.

Hijos de la calle (2.0)Where stories live. Discover now