Capítulo 36

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Narrado por Metzaly

Veo como los ojos de Gideon están sobre mí, veo su impotencia de la misma forma me sentía hace unos minutos. Mi cuerpo arde, es como si mucha adrenalina corriera a través de mí. Recuerdo el día del "entrenamiento" que tuve, quizás aquello haya servido para algo.
Justo ahora tengo a dos tipos colgados en el aire, decido tirarlos contra la pared. Los hombres sentados en lo más alto y elegante de este lugar, pareciera que disfrutan de un espectáculo. Volteo hacia atrás y me doy cuenta que Santiago a punta con un arma, y justo a Adam que se encuentra ahora ahí entre medio de mi y aquel hombre.

—Se acabó —espeta el hombre llamado Bernardo —Tú representas inestabilidad en nuestra sociedad, por ello debes morir. Ahora —asiente y ve fijamente a Santiago quien empuja a Adam para apuntarme con el arma y veo giñar el gatillo pero en un pestañear antes de que la bala llegue a mí, Adam se interpone y ésta pega justo en su pecho.  Mi corazón es estrujado con fuerza. Veo como Adam cae al piso, al mismo tiempo que Steve se abalanza sobre Santiago.

Me arrodillo al lado de Adam, éste toma mi mano y la besa con dificultad, unas gotas de cristal escosen la ventanas de mi alma, privando  con fuerzas provenientes de lugares desconocidos, de que haya un desborde de las aludidas.
Él me ve fijamente a los ojos. Podría jurar que me duele el alma, sus ojos muestran dolor y tristeza.
—Te amo Metzaly, siempre lo haré esté donde esté siempre te llevaré aquí  —dice señalando su pecho —y siempre serás mi "Luz de Luna". Nunca existió nadie que me llenara de tantos sentimientos, que me hiciera vivir, y no solo vivir por vivir, sino por varias razones —sus ojos azul intenso están apagados aunque al ver a través de él puedo ver una chispa encenderse dentro de él, al hablarme — las cuales son; cuidarte, protegerte. Estar contigo siempre y sobre todo amarte. Valió la pena haberte encontrado otra vez, y aunque no te tuve de la manera que quise, pude tenerte a mi lado, pude ver tus sonrojos —dice hablando con dificultad, y a la vez secando una de mis lágrimas con su otra mano —tus enojos, cada risa que llenaba mi vida de alegría aunque solo te viera de lejos algunas veces. Pude protegerte y abrazarte, ¡tenerte en mis brazos! —yo intento hablar pero pone uno de sus dedos en la comisura de mis labios, acariciándolos —lo sé, se que no me amas tanto como yo quisiera, sé que él es dueño de tu corazón, pero también sé que también habito ahí dentro —dice señalando mi pecho —sé que llegaste a sentir algo por mí. Gracias por dejarme estar contigo y cuidar de ti, Te amo, siempre lo haré, en está vida y en la que siguen Mi Luna. "Mi Luz de Luna" —su voz se hace más apagada, sus ojos se cierran lentamente.

—Adam, ¡NO, POR FAVOR! NO ME HAGAS ESTO. Yo... yo te quiero, por favor, te necesito conmigo. ¡No cierres tus ojos! ¡maldita sea! —no me doy cuenta de lo que pasa a mi alrededor, sólo siento el inmenso dolor dentro de mí. Siento como si esto acabase conmigo. Pareciera irreal lo que siento, pero, ¡¿qué no parece irreal ya en mi vida?!.
¡Maldito Santiago!
La mano de Adam aún sostiene la mía, la fuerza en su agarré se va perdiendo, mis ojos se nublan por las lágrimas.

En un desesperado impulso, me acerco al oído de Adam para susurrarle —Te quiero, siempre vivirás en mi corazón, siempre, pero por lo que más quieras no me dejes, por favor. — me acerco a sus labios y le doy un beso. Un beso cargado de sentimiento y de desespero. Tomo su mano y depósito un corto beso.

Alguien me jala hacia tras y me inmoviliza la manos, alejándome de Adam.
—Suéltame —trato de forcejear logrando soltarme, pero mis pies fallan y caigo de rodillas, sin poder mover nada de mí.
Logro escuchar una voz de la cuál ya he escuchado bastante, <es hora, deshaganse  de ella>, logro percibir que es Bernardo, y que obviamente se refiere a mí.
De soslayo llego a ver que de un tajo abren aquella puerta enorme es Keley junto a Kiara y los demás chicos.

—¿Qué es ésta osadía? Entrar acá como si esto fuera propiedad pública. —refuta Bernardo

—Hemos traído a la consejera espiritual —habla Kiara, mientras aquel hombre queda en silencio.
Escucho unos pasos hacia a mí, y la movilidad vuelve a mi cuerpo. Alcanzo a elevar mi rostro hacia arriba y veo una mano un poco extendida hacía mí, dudo un poco en aceptarla pero al fin la tomo, me ayuda a reincorporarme. Es una señora de unos 65  años aproximadamente, un cabello completamente blanco, pero muy bello y pulcro.

—¿Cómo es posible que decidan acabar con ella sin antes decírmelo? —habla con un poco de reproche la señora que me tendió la mano, y que sigue a mi lado —Ésta joven —fija sus ojos café dorado, hacia mí —es el futuro de nuestra especie

—¡¿Qué?! —grita Bernardo, mientras el resto de miembros del Consejo queda en silencio y con un atisbo de susto en sus ojos —Eso no puede ser posible Rosbell —dice con enojo

—Baja tu tono de voz Bernardo,  Y escúchame —habla con ímpetu —si bien es cierto que con Elizabetn cometí el error de pensar que era una amenaza, ahora lo veo tal cual como son las cosas en realidad. Ella es claramente su reencarnación, sus poderes, y físicamente son los mismo, pero lo que ella es por dentro, es diferente, sus pensares y toda ella es única. Y aunque aún no controla sus poderes en un futuro lo hará, ella es nuestro futuro, nuestra especie con su descendencia será más fuerte, es a nuestro favor y no en contra como pensábamos.

Aquellos hombres quedan sin habla, y en mí cabe la duda de que todo eso no pueda ser verdad, pero luego hago una hojeada a mis pasados días, y pueda que lo que dice esta señora  sea cierto.

—Pueda que de ésta se salve —dice con desdén refiriéndose a mí, uno de los ahí sentados —Pero Gideon, él no, porque nos traicionó al igual que todos sus compinches.

—A él ni a ninguno de ellos —habla Rosbell, señalándonos a mí y a mis demás acompañantes, por decir así —Gideon fue quien la encontró y al igual que ellos la protegió contra ustedes. Y desde ya les digo, que cada uno de los que se interpusieron en su camino pagará  como debe.

Uno de los hombres, miembro del maldito Consejo, se levanta, es bastante alto y de tés clara —Él —dice señalando a Steve — ha matado a mi hijo y eso, no lo puedo perdonar. —espeta con enojo en sus ojos.

—Si tú lo haces Francisco o tú James —dice mirando al hombre sentado al lado izquierdo —lo pagarán muy caro. Yo se los juro. —el hombre la ve fijamente con rabia clara en sus ojos. Al parecer todo ese poderío que aparentan tener, se desvanece ante esta Señora.

Gideon aún con cuerdas en sus manos. Yace en el suelo, completamente inconsciente.
Al igual que Adam. Nunca me perdonaré esto, por mi culpa Adam ha muerto.

Lazos del destino ©  [TERMINADA]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora