Acto 11: Relaciones Impropias en Aleabid -Escena 10-

46 19 0
                                    

***

Tavin había visto como su madre puso su mano sobre la suya, con un rostro feliz. Pero no era para nada feliz para el niño, estaba enojado, frustrado por lo sucedido. Su madre quien tenía un rectángulo y pequeño objeto inyectado en su estómago, dijo:

—Oh, mi pequeño. No encuentro la menor diferencia entre tú y tu padre—sonrió difícilmente—. Aho...—interrumpida por un largo suspiro que marcaba unas venas amarillas sobre su azulado rostro. Luego continuó –. Ahora yo estoy segura que Tavin estará mas guapo que tu—miró a su amado, tendido en la misma cama, junto a ella.

—Vamos madre, deja eso para cuando te recuperes—dijo Tavin.

El niño comenzaba a sentir algo, una intuición, un mal presagio. Lo negaba rotundamente.

Su madre giró ahora con Lautaro, lo miró de cercas, enamorada de él todavía como cuando habían comenzado su relación.

— ¿Recuerdas cuando recién había nacido Tavin y ambos estábamos algo preocupados por no saber si seriamos los padres adecuados, tan jóvenes?—se rio con un tono bajo—. Creo que hicimos un excelente trabajo.

Lautaro se limitó asentir con su mirada en conjunto con una apagada sonrisa.

La mujer besó la frente del actor. Feliz. Acarició a su hijo, le dio un largo abrazo y después emitió un último suspiro apagando las venas amarillas y apagando su vida.

Lautaro le respondió con un silencioso beso en su mejilla, dejándole adheridas un par de lágrimas. Una parte de él pareció irse y jamás regresar. Deseaba seguir compartiendo toda la felicidad de su vida con ella, por mucho más tiempo. Estaba seguro que ella vivio feliz a su lado, sin remordimientos, sin decepciones. Al final había dejado a Tavin, a su hijo, la composición de ambos. El lo sabía, pero creer que su amada había partido para reencontrarse en un futuro, en uno incierto, le hacía pensar en ese momento que Tavin jamás llenaría el enorme hueco.

Por otro lado, Tavin quien acostumbraba a compartir mucho más con su madre sentía ese vacío. Para su corta edad sabía que jamás la veria, pero tenía su cariño aún vivo sobre su ser, su amor que recorría cada experiencia en sus pensamientos. Por supuesto que esperaba que en alguna parte de su mente, imaginaria que para el día siguiente todo seria normal, ella estaría junto a el, inyectándole el denso y maravilloso amor de su madre... En otro lado se su mente, estaba algo enojado, su padre, lo amaba, pero jamas, jamas seria igual que su madre.

Más tarde, cuando el cuerpo de Tania había sido llevao a las colinas sagradas, en las antiguas. Ambos, padre e hijo. En el último momento de despedida de su mujer favorita, antes de ser arrastrada por el mar de Yuve, llevada hacia el horizonte de comenzar una vida nueva en algún lugar, junto al constructor, en una vida con mas plenitud. Revelaron los sentimientos, los verdaderos, querían que ella supiera todo. Estaban arrepentidos por pensar que Tavin o Lautaro no eran lo suficiente mejor.

—Amada, en verdad que había pensado por un momento que nuestro hijo no ocuparía tu lugar en mi mente, jamás llenaría el hueco—se hinco sobre sus rodillas, agachó su cabeza mientras con una mano tocaba la manta que cubria a su esposa.

—Madre...Yo...Yo igual—Tavin puso sus dos manos—. Aaa, lo siento mucho. Gracias por dejarme con alguien tan bueno como papa.

Lautaro con un dolor grande, no solo por su esposa ahora por imaginarse que su hijo lo consideraba como algo que quizás no quería. Le dolía discurrir que su hijo hubiese pensado que el mejor en vez de ella.

Pidió una disculpa una y otra vez. Abrazó a su hijo, lo besó tantas veses hasta que sus labios parecían quemarse.

Tavin abrazó a su padre tan fuerte como le alcanzaban sus fuerzas. Le pidió tantas disculpas, tantas que entre Lautaro y él, había palabras inentendibles.

ODISEA ÁNIMAWhere stories live. Discover now