Acto 11: Relaciones Impropias en Aleabid -Escena 03-

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El piloto corrió difícilmente hacia la orilla. El pequeño hombre regresó en una enorme cola de fuego, una serpeante columna que parecía estar ardiendo. Subió hasta las cabezas de los presentes y se mostró el objeto muy ancho y con una punta perfectamente letal. Se detuvo y una pieza se desprendió. El hombrecillo hizo que el artefacto bajara.

Entraron agachándose, era brillante su interior, solo un par de palancas y un extraño rodillo controlaba aquella máquina. Empujó el rodillo y la máquina comenzó ir en picada.

— ¿A dónde vamos?—inquirió Lautaro.

—<< A Madinat. Iremos por el paso subterráneo >>

Se encontraron con gigantes rocas celestes que se divisaban en el extenso visor. La máquina iba a toda marcha, un último jalon del rodillo y el zizageante objeto se dejo caer sobre la superficie.

Habiendo salido, se llevaron una sorpresa: Los seres andaban sobre unos animales semejantes a los peces del desierto de Martyr. Algunos de los hombres se detenían para echar una dura mirada, luego continuaban jalando un rodillo el cual develaba que dentro de aquellos animales existía mas de estos hombrecillos; desnudos en comparación con los jinetes que llevaban trapos de color rosa que cruzaban desde sus picudos hombros hacia el talón de su pierna.

—<< Encontraran al líder Tar' delante de aquél árbol >>—apuntó con sus tres brazos. Cerró la pieza y se dispuso a irse de prisa, dejando las palabras de agradecimiento en la boca de Lautaro y Bashkim.

Poseía enormes techos que unian dos o mas troncos de árboles y debajo de ellos, cuadrados agujeros en los tallos iluminados por una luz cegadora. Igualmente pilares en espiral inclinados yacían en paralelo uno a otro; cuidados por un enorme insecto recostado encima de estos.

Avanzaron por una pesada arena grisácea; soportando algunas miradas incomodas. Algunos solo cesaban para observarlos bien y asustados seguían su camino.

El piloto con unos ojos molestos dijo:

— ¡¿Acaso jamás han visto a un guapo Martyriano?!—sonrió sardónico. Entrecerró sus ojos al ver que un hombre que cabalgaba uno de los insectos colosales se acercaba lentamente.

Un zumbido que cortaba el aire se detuvo en seco a lado del grupo. Bajó el hombrecillo. Acomodó su trapo rosa.

—<< ¿De visita con Tar'? >>

—Ah... Si, claro—contestó Lautaro.

Chilló y el insecto dobló sus patas, después una de sus alas funcionó como una rampa. El sujeto indicó que subieran. Ayudó a Tavin, después a Bashkim, Kella y Lautaro. Tavin deseaba tocar al monstruo. Titubeó y el sujeto mencionó:

—<< Sin cuidado. >>

El joven atraves del traje sintió una suave piel, áspera en la cabeza y extremadamente confortante en el cuello. Sus ojos ovalados y rojos en su totalidad estaban viendo al equipo. Tenía un hocico pequeño y algo similar a labios.

Tavin rio silenciosamente.

— ¿Cómo se llaman?

—<< Asi que tenemos a uno interesado en mi plat' >>—chilló—<<. Es un Palioscok, de la familia Demo, lo conseguimos tras un trato en el planeta Cerius. Es amigable y obediente >>—apretó su mediano puño—<<. Bien y ¿cómo fue que llegaron aquí? >>

—Pensamos que ustedes habían mandado a alguien a recibirnos—gesticuló Lautaro.

La bestia comenzó a emprender el vuelo una vez que la tripulación estuviese dentro de una cápsula de pilotaje.

—<< No solemos hacer eso... Recien nos enteramos de su aterizaje >>—empezó a jalar una cadena y una especie de propulsor ayudaba a Plat' —<<. No me digan que un hombre en su Tyro... Un objeto grande y de gran movimiento... >>

—Si—dijo Bashkim.

—<< Lamento comunicarles que probablemente les roben algunas cosas. Es un tal vez. Son impredecibles >>—recargó su brazo sobre la ventanilla. El hombre apenas llegaba a las rodillas de los azule—<<. Nos encargaremos. >>

Arribaron en la parte media del último pilar izquierdo. Era bastante alto considerando a los pequeños. Estaba bañado en cientos de cristales que brillaban ante la veloz noche. Ya había amanecido y la columna tomó una forma mas cuadrada, los cristales habían huido frente a la imponente luz del astro.

Dentro de la estructura, era un lugar vacío, siendo unas cajas que se suspendían del techo que iluminaba pobremente. Una silla en forma de B acostada se hallaba llena teniendodo a una delgada criatura; con más vestimenta. Sobraba la cantidad de preciosas piedras incrustadas en su calva cabeza.

En los laterales habitaban peligrosas barras de fuego azul que prohibia la salida a unos hombrecillos, desnudos y poco saludables. Sus únicos ojos temblaban apuradamente mientras lazaban piadosas miradas a la tripulación. Eran similares a los que se encontraban dentro de los peces.

El equipo difícilmente ignoraba las distintas jaulas de los hombres; Bashkim tragó saliva.

Lautaro pidió a Tavin que mantuviera sus ojos en frente.

ODISEA ÁNIMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora