Acto 10: Rechazo Voraz -Escena 05-

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— ¡Vamos!— Bashkim observó las miradas de su tripulación, chisteó sus dientes— ¡Vamos!—no hubo reacción y tomó de los brazos a Lautaro, Kella y Tavin. Comenzó a dirigrise por otro camino, uno donde era cubierto por hogares destruidos, por un frio y angosto pasadizo. Bashkim apagó la esfera de su hombro, el ojo se cerró y se inclinó hacia un lado.

El pasadizo fue cambiado por el siguiente cuando el piloto diviso con la luz de la estrella mas brillante como la arena se tornaba amarilla, viscosa e hiba formando un delgado camino hacia una pequeña colina, una colina que mantenía rostros. Cabezas de infantes, caras que no sentían dolor, ya no sentían algún sentimiento pero lograban transmitirlo hacia Bashkim.

Se sintió destrozado, una daga atravesó su gargante por dentro, lloró, aulló y rogó a alguien al ver tal escena.

Contempló a sus protegidos, quienes se encontraban virtualmente mas enfocados. Bashkim decidió apartar la mirada fuera de la colina esperando lo mismo de su tripulación.

— ¡Miren, estamos cercas!

Una señal, infima, pero aún conservaba esa viva llama de vida: Un minúsculo lago con cristales a su alrededor con flores grises, y con un aroma distinto al vivido hace momentos. Hermoso.

Tavin comenzó a sonreir. Su padre igual.

Decidieron detenerse cercas, respirar y sentir algo de paz momentánea y fugaz.

Lautaro cerró sus ojos, olió y sintió la fría brisa en su rostro. Pensó, ah, una barbarie, fue un total desastre, hijos de hombres y mujeres, fallecidos con tal brutalidad. Que les depara el destino a pequeños seres, seres que recién comienzan su vida. ¿Acaso no hay distinción al acabar con una vida? Los invasores siguen vivos, pero ¿por qué? Que han hecho para merecer estar de pie, ¿cuál es el intercambio de vidas de unas por otras? ¿Qué las hace valiosas? Que atrocidad.

Concluyeron su agradable visita yendo hacia la torre. Fuera de esta, se hallaba un hombre, con una robusta y larga capa que llegaba hasta sus tobillos, un sombrero negro y arrugado en forma circular que sostenía con sus tres brazos; tres extremos de un metal gastado donde se colgaba una cúpula convexa que flotaba delante de sus pies. Muñones, piernas y algún pedazo de cabello salian del interior de la cúpula.

— ¡Oh, lo siento extranjeros!— tomó su capa y cubrió los cuerpos inertes.

Tavin se asqueó.

El hombre empezó a tararear unas palabras, después tocaba la cúpula melódicamente, siguió tarareando.

—Oh... ¿Vienen hacer negocios?—sonrió—, de eso se trataba—tiró la cúpula hacia un lado, sin pena alguna o respeto—. Vamos. Ahora tenemos una transacción mas baja del Terrium. Diganme, ¿cuánto piensan llevarse?

— ¡Apartese hombre, venimos con el embajador!—dijo Bashkim furiosamente.

El sujeto con rabia en su rostro disfigurado comenzó a entrecruzar palabras sin sentido y recogió los cuerpos, poniéndolos en su lugar. La tripulación no miró hacia atrás.

El porton de la puerta estaba abierto.

Al entrar observaron que era demasiado grande, apenas eran capaces de divisar el techo. En el centro se postraba una ovalada mesa de un material viejo, con zonas negras a causa del polvo. Unos cuantos platos con comida y el embajador.

Habia distintas puertas, con nombre inscritos en la parte superior. Abarcaban completos sistemas planetarios. El embajador se acercó con un paso lento y cansado, estaba descuidado, con su piel azul brillante, una barba mal afeitada y un traje mal abotonado.

Parecía estar triste.

—Es una pena lo que hayan llegado a ver—observó a Tavin. Acarició sus hombros—. Pobre muchacho—examinó a Bashkim y a Lautaro—. Traté de avisarles... A su piloto cuando me llamo, pero el buen hombre decidió terminar la llamada en el peor momento—su rostro se tornó alegre y saludó amablemente—. Tomen asiento. Coman.

Bashkim se encontró furioso, sus ojos grandes y amarillos se tornaron cafes.

— ¡Usted! Sabe que hay un reglamento de alerta de situaciones complicadas, una sola letra— se giró, y volvió. Se tranquilizó después—. Una sola letra.

El embajador se puso nervioso.

—Trate de avisarle que yo iria por ustedes personalmente. Sin embargo, tiene razón piloto.

—Expliqueme primero: ¿Por qué no hay más embajadores? ¿Por qué no hace nada? ¿Qué pasa aquí?—dijo de nuevo enojado, no soportó ver la tranquilidad y calma que emitió el hombre.

Empezó a desabrocharse la túnica, para acomodarla bien. Era de un azul claro, como el de las sabanas que usaban los nativos de Syfo.

—Espere. Lo aclarare. Pero es más importante informar a Joss. Es parte del protocolo. ¿No es asi?

Bashkim asintió, aún con una ira resagada. Miró a Kella y a Lautaro.

Lo acompañó hacia una habitación, a un costado de la embajada Ryzuliana, echo un último vistazo al interior de aquella habitación y la encontró totalmente apagada, apenas divisándose la poca claridad que cubria el inicio de la entrada. Volvió su vista hacia la el lugar de emisión del mensaje. Era oscura, no tanto, algunas maquinas débilmente parpadeaban, otras con fuertes siluetas de color celeste. Se acercaron a un aparatoso objeto, el embajador movió un candado y extrajo un diminuto rectángulo que brillaba fuertemente, tecleó sobre el, giró una perilla en aquella máquina y volvió a poner en su lugar el rectángulo.

ODISEA ÁNIMAWhere stories live. Discover now