XIX. No eres tan duro como aparentas

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– Por eso no te preocupes, cuando salga por esa puerta ya tendré ganas de verte de nuevo.

Abrí la boca tanto como fui capaz y me sonrió de nuevo. Se levantó sin decir nada más y observé desde esa posición cómo empezaba a vestirse. Me había dejado muda. Otra vez. Era imposible que no se diera cuenta del efecto que causaba en mí ese tipo de comentarios.

La esperanza acudió hasta lo más profundo de mi ser de nuevo y me dediqué a deleitarme con su figura. A esas alturas ya no tenía duda alguna de que era el hombre más guapo que había visto nunca.

Se ajustó su camisa y tomó el abrigo entre sus manos; acto seguido, avanzó hasta mí. Me moví unos centímetros hasta el extremo de la cama al que él estaba próximo para darle un fácil acceso a mí. Apoyó la mano que tenía libre junto a mi cabeza y se inclinó hacia mí para besar mis labios. Me supo a gloria.

– Descansa, preciosa.

Sonreímos al mismo tiempo y se perdió por la puerta. Mi sonrisa, en cambio, no desapareció.

Viernes 21 de marzo de 2014

Alice

– Alguien trasnochó ayer...

La voz ronca de Benedict me reactivó y di un bote en el mostrador, abandonando así la postura que denotaba un cansancio inmenso y que había tomado casi desde primera hora de la mañana: reclinada sobre la superficie de cristal, con el brazo apoyado en ésta y la cabeza descansando en la palma de mi mano. Incluso me había tomado el lujo de cerrar los ojos de vez en cuando. Estaba agotada. ¿Cuánto había dormido? ¿Cuatro horas? Maldito Louis.

– ¿Quieres que vaya a por un café? –De nuevo esa voz grave, siendo tan amable y tan agradable como a mí me gustaba que fuera–. ¿Una aspirina para el dolor de cabeza? ¿Saliste de fiesta?

Reí ante su arsenal de preguntas y salí del mostrador hasta que me situé cerca de él.

– Acompañé a una prima y a sus amigos a una fiesta, sí –mentí, pero sólo un poco–. Digamos que la noche se alargó más de la cuenta.

"Se alargó más de la cuenta y de la mejor de las maneras", añadí, mentalmente. Me sonrojé al recordar lo que había pasado entre Louis y yo la noche anterior.

– ¿Y qué opina tu novio de que seas una fiestera?

Alcé mi mirada de nuevo y sus ojos azules me sometieron a una intensa inspección hasta que recabaron en mis labios. Yo también observé los suyos, de forma inevitable. ¿Estábamos más cerca el uno del otro o era una sensación mía?

– No... no tengo... novio.

Hablé a trompicones, intimidada por la intensidad de su mirada. Después de que esa frase saliera de mi boca sí noté con claridad cómo avanzaba hasta mí, con una sonrisa inscrita en sus labios. ¿Desde cuándo me había propuesto rodearme de chicos tan atractivos?

Volvió a posar su mirada en mis labios durante unos instantes y después movió la cabeza de un lado a otro, como si quisiera olvidarse de lo que fuera que estaba pensando. Sonrió de nuevo y elevó su mano hasta que rozó mi rostro.

– Iré a por un café para la chica soltera más guapa de todo Londres.

Tomó un mechón de pelo que caía por mi frente y lo apartó hasta colocarlo detrás de mi oreja, sujetándolo tras ésta. Sonreí como pude y volteó su cuerpo, iniciando el camino hasta la salida de la librería. No respiré tranquila hasta que no se hubo marchado. ¿Ya ni en el trabajo podía olvidarme de la parte de mi vida que incluía lo sentimental y lo sexual?

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