XIX. No eres tan duro como aparentas

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Jueves 20 de marzo de 2014

Alice

Esperé impaciente una respuesta que, tal y como entendí con el paso de los segundos, no iba a llegar. Se limitó a mirarme sin perder ni un ápice de la atención que me había mostrado hasta esos momentos, pero manteniendo su semblante serio. Me hubiera gustado algún signo de emoción por su parte pero también comprendí con rapidez que no vería tal cosa. Sabía controlar lo que pensaba y lo que sentía o dejaba de sentir. En ese sentido, incluso lo admiraba.

– Tengo que irme –dijo, al fin, rehusando así contestar como ya había adivinado que iba a hacer–. Es muy tarde –se excusó, observando que mi expresión se había arrugado.

Me tumbé a su lado, derrotada y algo desanimada porque en un minuto, a raíz de una simple pregunta, había vuelto a colocar uno por uno todos los ladrillos que conformaban ese muro que cada vez deseaba más traspasar. Todo lo que me hacía sentir sólo iba a acarrearme problemas pero ni quería ni podía ponerle freno.

Suspiré y casi deseé que fuera él quien estableciera el punto y final para dejar de implicarme en esa no-relación que iba a significar una pérdida de cordura por mi parte. ¿No era capaz de darse cuenta de cómo empezaba a sentirme? Dada su gran capacidad de observación estaba segura de que sí. Claro que lo sabía. Y eso, en cierto modo, me daba esperanzas: si era consciente de ello y no hacía nada por evitarlo, evidentemente significaba algo.

Hizo que su cuerpo diera un cuarto de vuelta, apoyó en la almohada su codo izquierdo y dejó caer la cabeza en éste. Huí de su mirada aun sabiendo que él estaba buscando la mía.

– ¿Cuándo quieres que te llame? –Preguntó, enredando los dedos de su mano derecha en el cabello que me caía más próximo al rostro.

– Me da igual –contesté, apesadumbrada.

– ¿Te da igual que te llame? –Su voz denotó sorpresa y desilusión en cantidades semejantes.

Me alegré de eso último.

– Me da igual cuándo lo hagas.

Podría hacerlo a cualquier hora del día.

–Es decir, que si no lo hago hasta dentro de tres meses te parecerá bien –comentó, con tono burlón–. ¿Eso se ajusta a tu respuesta?

Rodé en el colchón hasta darle la espalda y escuché una risa detrás de mí. ¿Cuándo iba a aprender que había ciertos momentos en los que no era apropiado bromear? ¿No estaba viendo la expresión de mi rostro? Justificado o no, me había llenado de mal humor. Quería más de él, necesitaba más de él, y no tenerlo no traía nada bueno.

Posó sus suaves labios en mi hombro de una manera tan inesperada que hizo que se me erizara la piel en un segundo. Trazó un sendero de besos por todo mi brazo izquierdo y ascendió de nuevo por él, hasta acabar en el comienzo de mi cuello.

– ¿Por qué no me contestas? –Cuestionó.

–Tú tampoco contestas a mis preguntas –contraataqué.

– Eso no es verdad, contesto mucho más de lo que debería –inició un nuevo camino de besos sobre mi brazo y sonreí ligeramente. En realidad, llevaba razón, había contestado a muchas de ellas–. ¿Te llamo mañana? –Preguntó.

Guiada por un fuerte impulso, me di la vuelta y lo miré extrañada.

– ¿Tan pronto?

– Lo justo para que tengas ganas de volver a verme –me guiñó un ojo y le ofrecí una sonrisa.

– ¿Y qué pasa con tus ganas de volver a verme? También tienes que fabricarlas, sino la pasión se esfuma –seguí su juego y de su garganta salió una preciosa risa.

More than this | Fan-fic de Louis TomlinsonWhere stories live. Discover now