XVI. ¿Y si se quedaba conmigo?

12K 426 68
                                    

Martes 18 de marzo de 2014

Alice

Esa mañana, Thomas no pudo estar en la librería conmigo. Sus dolores de espalda habían aumentado y ese día le fue imposible levantarse de la cama. La llamada que recibí para informarme de la situación estuvo llena de suspiros y de expresiones de molestas; se basó, básicamente, en Thomas refunfuñando.

Así que yo y mi interminable dolor de ovarios nos enfrentamos a nuestra primera mañana con responsabilidad total en la librería, sólo dos semanas después de haber conseguido ese trabajo. Me asustó la confianza que Thomas depositó en mí pero también me aferré a ella: si él creía que podría con ello, entonces es que podía.

Al final, ni siquiera tuve opción a ponerme nerviosa. Media hora después de abrir la librería, Benedict, el impresionante marido de Katherine, entró por la puerta. Lo hizo con dos cafés en la mano, elegante como la última vez que le había visto y con una sonrisa inscrita en su rostro. Me saludó cordialmente y se colocó a mi lado, junto al mostrador.

– Vamos a ser compañeros, ¿qué te parece la idea?

"Prometedora", quise contestar. Asentí aliviada. No me iba a venir mal una ayuda. Y ese hombre era terriblemente atractivo. Pequeños rizos negros le caían por la frente y contrastaban con dos ojazos azules que dominaban todo su rostro. Sus labios eran una fina linea con forma de corazón y su nariz, más bien afilada, le daba carácter a su expresión. No terminaba de acertar cuántos años tenía, pero imaginaba que rondaba los treinta y cinco.

– Gracias por venir –respondí, toda dulzura–. Empezaba a temblar ante la perspectiva de estar sola.

– Lo hubieras hecho bien –aseguró–. Thomas confía en ti, así que yo también lo hago.

Sonreí.

– Me alegra que lo haga, aunque preferiría que estuviera aquí –admití, con más sentimiento que otra cosa.

Lo había cogido cariño

– Poco a poco, Thomas tendrá que empezar a aceptar que tiene que darse un descanso a sí mismo –bebió de su café sin dejar de mirarme–. Y tú, ¿cómo has acabado aquí? Me han dicho que eres española.

– ¡No! –Exclamé, quizá con demasiada entusiasmo. Había disfrutado de mi vida en España pero tenía muy claras mis raíces–. Soy de aquí, de Londres, pero mis padres viven en España –asintió y continué con la explicación–. Hace dos semanas conocí a Chloe, sus padres son amigos de Thomas –hizo otro movimiento afirmativo con la cabeza e imaginé que la conocía–. Me habló de este lugar, me explicó que necesitaban un ayudante, vine a conocerle y...

– Y cayó rendido a tus pies –completó mi frase, consiguiendo que me sonrojara–. Thomas nos habló muy bien de ti desde el primer día. Y seguro que se ha quedado corto.

Bajé la cabeza. Exactamente, ¿a dónde pretendía llegar? Hubiera dado mucho por descubrir si era así de zalamero con todas las personas con las que tenía contacto o si realmente estaba intentando algo, lo que fuera, conmigo. No terminaba de quedarme claro.

Me di la vuelta con la excusa de revisar algo en el ordenador y sentí cómo se aproximaba mí. Su presencia, aun estando de espaldas, me intimidaba como pocas cosas me habían intimidado antes. Y, en cierto modo, me gustaba. Tenía frente a mí la pantalla del ordenador y sin embargo en mi retina seguía estando su imagen sonriéndome.

– ¿Vas a quedarte toda la mañana? -Pregunté, algo angustiada por la idea de tenerle cerca tanto tiempo.

Era una persona demasiado sencilla como para disfrutar de personas intimidantes. Y no quería meterme en líos.

More than this | Fan-fic de Louis TomlinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora