EPÍLOGO

6.6K 668 221
                                    


Una suave brisa matutina me envolvió, trayendo con ella recuerdos de tiempos mejores. En ellos, claramente no me encontraba a primera hora de la mañana en un silencioso cementerio frente a su tumba. En ellos ella estaba a mi lado, presente, siendo testigo de mis mejores momentos y disfrutando de ellos.

"Si tan solo hubiese podido protegerla" Pensé refugiándome en el profundo amor que aún se mantenía latente. Aun por sobre el paso inexorable del tiempo.

―La extraño tanto ―Le confesé a James, que acababa de pararse junto a mi cargando al pequeño Robert.

―También yo ―murmuró y mi hijo no hizo más que mirarnos con esa inocencia propia de los bebés.

―Si tan solo hubiese podido protegerla ―verbalicé la idea que me seguía dando vueltas en la cabeza.

―Hiciste lo que pudiste, Ian. No puedes culparte por ello ―suspiró y puso a Robbie entre mis brazos― Vamos, se nos hace tarde.

Asentí con la cabeza y lo seguí en dirección al Audi Q5, que ahora estaba especialmente equipado para llevar a cualquier lugar al nuevo miembro de la familia. ¡Que rápido nos cambia la vida!

Mientras lo ponía en su silla y me aseguraba de que su cinturón de seguridad se encontraba en perfectas condiciones, el exacto momento en que lo vi por primera vez volvió a mi mente.

― ¿Señor Brockmann? ―anunció una enfermera que se asomó a la sala de espera.

―Soy yo ―dije poniéndome de pie rápidamente.

―Acompáñeme, por favor.

Bastó con que lo dijera para que yo obedeciera como un autómata y caminara tras ella a paso apresurado por diversos pasillos del hospital.

Llegamos a una sala que solo conocía por las pocas películas rebosantes de cliché que había visto y que la verdad, jamás esperé conocer ¡en la vida! Pero ahí estaba yo, de pie frente a un cristal enorme de donde podía ver a una decena de bebés, cada uno en una cuna de cristal diferente.

Curioso fue que me sintiera nervioso, como si estuviese a punto de conocer a un gran político o mandatario. ¿¡A quién quiero engañar!? ¡Conocía a cientos de ellos! Y ninguno me había puesto tan nervioso como aquel ser pequeño e indefenso que la misma enfermera a la que había seguido unos segundos antes, ahora acercaba hasta mí.

Ahí estaba él, Robert James Brockmann, plácidamente dormido y haciéndole honor a los nombres de sus dos abuelos maternos. ¡Condenado suertudo! No le bastaba con uno, así que era mejor tener dos.

Era lisa y llanamente perfecto y no pude evitar derramar un par de lagrimones, mientras reconocía en él las delicadas facciones de su madre. ¡De acuerdo! Tal vez fueron más que un par de lagrimones. No me hace menos hombre si confieso haber llorado como un crío.

― ¡Es una maldita zorra infeliz! ―gritaba echando humo por las orejas, apenas regresamos a mi despacho aquella vez que vi a Amy paseando con su amigo Rocca, más embarazada de lo que podía llegar a creer.

Increíblemente Holly estaba ahí, pero no pudo importarme menos su presencia.

Había buscado a Amy por cielo, mar y tierra, durante largos y agotadores meses, en los que me sentí profundamente culpable por su partida y de pronto como si la vida, el destino o ella misma se estuviesen burlando descaradamente de mí, apareció sin más, frente a mí, acompañada con mi peor pesadilla e indudablemente embarazada. ¡Estaba hecho un huracán rabioso!

―Deberías ser más cuidadoso con lo que dices ―advirtió James― Amy, es mi hija.

― ¿Al fin te diste cuenta de que esa ramera te tenía engatusado? ―El sarcasmo de Holly fue aún más latente cuando se sentó frente a mi escritorio y me sonrió falsamente.

Sobre mi Cadáver  [TERMINADA]Where stories live. Discover now